Segundo

Ocupaba un cuarto del cielo nocturno.
Parecía vivo, pero dormido.
De vez en cuando un agitarse de miembros nos hacía pensar que tenía pesadillas.
Lo acompañaba esa sombra que acabó inquietándonos.
Pensamos en llamar a alguien, una autoridad, un especialista, alguien, pero no supimos a quién.
Terminamos cerrando la puerta para tratar de ignorarlo.
Después de todo, nos dijimos, seguramente estaba lleno de aire.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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