De entrada creímos que era de papel, un barrilete iluminado quién sabe de dónde.
Después nos dimos cuenta de que era demasiado grande, que una montaña no bastaba para ocultarlo.
Fue y vino a gusto por el cielo durante buena parte de la noche.
Si generó alarmas en el ejército o la fuerza aérea, no nos enteramos; mejor, seguramente.
De vez en cuando caía en picada y se comía un árbol, o una casa.
Quedó claro que no distinguía bien, o no le importaba.
Se fue justo antes del amanecer.