Cuando uno maneja un auto deja de percibir la realidad. Las cosas se dividen en pistas y obstáculos, y la vida consiste en competir por esas pistas con otros espermatozoides idiotas que ya no piensan a dónde van sino cómo y a qué velocidad.
A ambos lados, la gente de a pie se convierte en fotos de personas, fotos borrosas de entidades ajenas al mundo de uno. No hay tiempo para mirar a nadie, para notar la expresión de una cara, el gesto de una mano, la intensidad de ese par de ojos que si no fuéramos conductores podrían cautivarnos.
Hay segmentos de universo que van de esquina a esquina, de semáforo a semáforo, de primera a segunda a tercera. Y el cuerpo de uno se ha convertido en un objeto rígido, la atención de uno está centrada en la patente del auto que va adelante, los nervios de uno están reunidos en el contacto con volante y pedales.
Es una simbiosis, un líquen furioso de humano y máquina en la que cuesta reconocer dónde termina uno y empieza la otra. Un líquen fácil de aborrecer, porque no tiene los mismos derechos que una persona aislada, ni cumple sus deberes. Imposible perdonar al líquen. Imposible aceptarlo. No es un semejante, porque en él la simbiosis es completa, mientras que uno, en el fondo, todavía tiene algo de persona aunque los demás estén en desacuerdo.
De vez en cuando se produce la transformación más inconcebible: un conductor, ahí adelante, por algún motivo abre la puerta y se separa de su auto para convertirse en persona. Pero no lo logra de inmediato. Hay un momento de horror, cuando todavía no ha terminado la metamorfosis, en que impresiona como un gusano que sale de una manzana, como pus que surge de la herida, como una tripa que se escapa del abdomen.
josé dice:
25/02/2003 a las 15:04
solamente por imaginar… , debería probar qué se ahorraría si no manejase…
Eduardo dice:
25/02/2003 a las 16:45
Estuve varios años sin manejar, y sin auto. Justamente ese es el tema: tengo auto otra vez, desde hace tres meses, y por eso percibo el estado del que maneja de un modo más extremo que si no hubiera tenido semejante pausa.
Polo dice:
25/02/2003 a las 22:34
creo que la imagen del espermatozoide (espermatoZooide) es mucho más acertada que la del liquen, que por otro lado es uno de los seres más inofensivos, tenaces y tiernos (en su dureza) que existen…
pienso, el “es permato zooide” tal vez podría verse como un simbionte, o al menos como un ser ajeno, un mutante. Pero ¡A qué mezclar en esto a un pobre liquen!…
pobrecito el liquencito..
Polo dice:
25/02/2003 a las 22:35
BTW: totalmente de acuerdo con su percapción del planeta don EdAbel.
Markelo dice:
25/02/2003 a las 22:58
Por cosas como esas (dejando aparte mi economía) es que desde hace unos 5 o 6 años voy a todas partes en bicicleta.
Eduardo dice:
26/02/2003 a las 8:01
La verdad es que debo una disculpa a los líquenes. Supongo que por este motivo mi karma será tan malo que en mi próxima reencarnación me convertiré en la parte hongo de un líquen en algún lugar inhóspito. Lo único que me queda por hacer es rogar que mi alga sea, por ejemplo, la reencarnación de Cameron Díaz.
Markelo: tenés que reconocer que (dejando aparte tu economía) no vivís en Buenos Aires, donde es muy difícil y extremadamente peligroso ir a todas partes en bicicleta. Sobre todo para alguien que, como yo, se encuentra en un estado físico deplorable.