[7/10/2002]
Alguien duerme cada noche con la cabeza a treinta centímetros de la mía. Ahí respira, ronca a veces, sueña con cosas que nunca sabré. Ahí tiene insomnio, da vueltas, cambia la almohada de posición, recuerda unas cosas y olvida otras. Ahí vive un tercio de su vida, siempre a treinta centímetros de mí, casi tocándome.
No conozco a esa persona. Nunca la vi. Tampoco conozco la habitación donde duerme, y lo más probable es que no llegue a conocerla. Nos separa una pared de ladrillo hueco, una pared frágil, que podría romper a martillazos en unos minutos. Nos separa una cordillera, un océano, un universo entero condensado en treinta centímetros.