Mirando gente en el “tenedor libre”

[10/7/2002]

• El nene tiene ojos grandes y hoyuelos en las mejillas. El padre, de cara pequeña, parece que podría compartir algo de la buena predisposición de su hijo, aunque desentonan los labios color de necrosis. La madre está amargada, pasa un mal día, o simplemente es así. En vez de hablarle al chico le ladra. Lleva un corte de pelo brujeril. Tiene unas arrugas o protuberancias, no veo bien, a ambos lados de la boca, ahí donde las comisuras de los labios le caen vertiginosamente en desprecio al mundo.

• Es alta, delgada, lleva uniforme negro y seguramente estudió alguna de esas carreras fascinantes donde les enseñan a hacer hoteles más confortables, restaurantes más tentadores, cosas así. Alguien, al pasar, la llama Pilar. Con semejante nombre, debe ser un verdadero soporte en este sitio. Siguiendo con el estúpido juego de palabras, me pregunto si usará sostén.

• Durante el noventa y nueve coma nueve por ciento de la historia de la humanidad, con la cara que lleva y las caderas que mueve al caminar, esa chica habría sido el ideal de belleza femenina. Le tocó la mala suerte de nacer hace veinte años, así que tiene fácil ocho kilos de más.

• Vino con su mujer, sus dos hijas prepúberes y su hijo de seis o siete años. Come, come, come. De pronto, levanta la mano derecha para interponerla entre él y la más hiperactiva de sus hijas, como quien intenta detener una bala, como quien quiere protegerse del camión que está por atropellarlo, como quien se defiende de la lluvia sin paraguas.

Author: Eduardo Abel Gimenez

Dejá una respuesta