Me acosté a dormir la siesta y soñé que escribía lo que ocurrió esta mañana. No había pensado escribir lo que ocurrió esta mañana, ni lo pienso ahora. Sólo soñé que lo hacía, y en el sueño valía la pena escribirlo, había un ritmo en los acontecimientos que no les venía de sus propios méritos sino de la ilusión nebulosa del sueño. Y ojalá pudiera alguna vez escribir lo que ocurre y no, como siempre, apenas, acerca de.