Quinto

De entrada creímos que era de papel, un barrilete iluminado quién sabe de dónde.
Después nos dimos cuenta de que era demasiado grande, que una montaña no bastaba para ocultarlo.
Fue y vino a gusto por el cielo durante buena parte de la noche.
Si generó alarmas en el ejército o la fuerza aérea, no nos enteramos; mejor, seguramente.
De vez en cuando caía en picada y se comía un árbol, o una casa.
Quedó claro que no distinguía bien, o no le importaba.
Se fue justo antes del amanecer.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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