[13/5/2002]
Autor: Eduardo Abel Gimenez
[13/5/2002]
Desde atrás de mi ventana veo una cortina de agua que cae sobre la ciudad, una catarata que casi oculta los edificios que están a cincuenta metros. Hay verdaderas olas en la catarata, ráfagas más opacas que se alternan con otras. No suenan bocinas como hace unos minutos, cuando llovía poco y el tránsito se movía a paso de tortuga que jamás oyó hablar de la liebre. Con semejante lluvia, la gente entiende que la impaciencia es inútil.
En el edificio de enfrente, del que veo el costado, una pared enorme de ladrillo descubierto, hay una ventanita muy chica con la luz prendida. Es la única luz de toda esa pared. Queda a unos diez metros por encima de mí. Parece un faro en medio de la tormenta.
[13/5/2002]
Me acuerdo de un chiste que se contaba en mi infancia, con un cura muy miope como protagonista. Se le habían roto los anteojos, de manera que durante la misa luchaba por descifrar lo que decía el libro litúrgico. En cierto momento se inclinó sobre el libro, arqueó las cejas, torció la cara en una dirección y la boca en la otra. Finalmente, con un toque de escepticismo, dijo:
—Y ahora, hijos míos, siete monos.
El silencio que lo recibió, la ausencia de movimiento, le hicieron pensar que algo estaba mal. Trató de ajustarse los anteojos inexistentes, se inclinó más, torció la cara en la dirección contrara y aspiró hondo. Leyó:
—Y ahora, hijos míos, setenta monos.
Un murmullo suave, como el mar a lo lejos, sustituyó el silencio. El olor salino del aire no se debía al mar, sin embargo, sino al sudor del pobre cura miope que, se daba cuenta, estaba empeorando las cosas. Volvió a intentarlo. Con la nariz pegada al libro, la cabeza dolorosamente de lado para permitir que algo de luz llegara a las letras, insistió:
—Y ahora, hijos míos, setecientos monos.
El murmullo creció algunos decibeles, como controlado por un adolescente con el potenciómetro en sus manos. El cura supo que todo andaba mal. Movió un poco el libro para que la luz le diera mejor, apartó un poco los pies, hipotecó lo que quedaba de su espalda inclinándose hasta que el ojo más sano le quedó a un centímetro de las letras huidizas. Entonces suspiró de alivio. Se elevó suavemente y, sabiéndose dueño otra vez de la situación, exclamó:
—Y ahora, hijos míos, sentémonos.
(…)
Y hay otro de curas, muy corto, que me contó Douglas hace unos años.
—¿Usted está de acuerdo con que los curas se casen?
—Y… Si se quieren…
[12/5/2002]
1. ¿Cuál es la letra que ríe?
2. ¿Qué letra se toma?
3. ¿Qué letra hace el ojo?
4. ¿Cuáles son las letras de los borrachos?
*
Soluciones:
1: Ge. 2: Te. 3: Ve. 4: Ese y doble ve.
[29/5/2002]
Si me dedicara a la plástica, haría la siguiente instalación.
Pondría una vitrina de entomólogo, gigantesca, y en la vitrina cientos, tal vez miles, de chicles masticados, de toda clase, sabor, procedencia, cada uno pinchado como un insecto. Habría chicles grandes y chicos, descoloridos, rojos, amarillos, lilas, azules, usados para hacer globos o no, muy gastados o no, aplastados por un pie o no, con marcas de dientes o hechos bolitas.
Junto a cada chicle un mapa indicaría en qué región del mundo se lo puede encontrar. Y una etiqueta daría precisiones, por ejemplo “Beldent fresco sabor a frutilla. Origen: Argentina. Ingr.: Sorbitol, Goma Base, Jarabe de Manitol”, etc.
En la base de la vitrina pondría una lluvia de envoltorios, como pieles o caparazones descartados.
Lástima que no me dedico a la plástica.
[11/5/2002]
Finalmente se arruinó el clima. Está lloviendo fuerte, hay truenos, el cielo tiene un color gris de novela mala. Todavía no hace frío, pero eso tiene que llegar tarde o temprano. Abrí un poco la ventana: se oye ese ruido tan raro que hacen los autos cuando andan por una calle mojada, esa especie de raspado. A fuerza de caer y arrastrar el mundo consigo, la lluvia desdibuja los edificios más lejanos (desde aquí, doscientos metros).
Hoy tenía que llover. Había demasiados motivos. Para empezar, la primavera de la semana pasada no podía seguir adelante, era demasiado. Y ayer, con veintiséis grados y más humedad que los días anteriores, las señales del fin estaban dadas. Incluso, ayer, miré con deseo el acondicionador de aire. Pero no, es mayo, cómo puedo pensar en el acondicionador de aire.
Otra razón para la lluvia es que hoy tenía planeado ir al Parque Rivadavia. No voy nunca, pero hoy iba a ir. Habíamos pensado en tres planes alternativos: el de máxima nos incluía a mi mujer, a mi hijo y a mí; el intermedio dejaba a mi mujer durmiendo plácidamente y nos tenía sólo a Gabriel y a mí recorriendo libros y discos; el de mínima, en caso de portentosa fiaca de todo el mundo, sólo a mí. Hasta ayer, creí que iba, en cualquier caso. Bueno, me equivoqué.
La tercera razón, poderosa, es que ayer, finalmente, empezamos a colgar los cuadros en el nuevo departamento. Hace catorce meses que estamos en el “nuevo” departamento, y hasta ahora no lo habíamos conseguido. Hubo un pequeño malentendido antes de empezar. Yo decía que pusiéramos “muchos” cuadros, mi mujer decía que pusiéramos “pocos”. Entonces, como es lógico, fui a comprar “pocos” tarugos y ganchitos: traje diez. Un rato más tarde, con los cuadros apoyados en el piso por toda la casa, mi mujer me aclaró que por “pocos” ella entendía unos veinte. Para mí, veinte eran “muchos”. En total, vamos a poner diecinueve, pero sólo diez están ya en sus paredes respectivas.
Ahora llueve un poco menos. En el entramado de alambre que cierra el balcón se forman gotitas blancas, en ristra como las luces que venden para los arbolitos de Navidad. Aparecieron matices en el gris de las nubes: sobre la parte oscura se va extendiendo otra más oscura. Es así, acá todo se hace con estilo.
[11/5/2002]
Jorge Varlotta se tomó el trabajo de despejar todas mis dudas, contestar todas las preguntas en cadena que hice el martes pasado:
>¿Qué hago con tanta irrelevancia? ¿Qué hago con la ansiedad?
Yoga.
> ¿Qué hago con el trabajo pendiente que no quiero hacer?
No lo hagas.
> ¿Qué hago con los recuerdos, los desacuerdos, los terremotos que no llegan a la superficie?
Haceles espacio-tiempo.
> ¿Qué hago con el ruido de martillazos?
Depende de dónde venga.
> ¿Qué hago con las lamparitas quemadas?
Tiralas. Tratá de conseguir unas alemanas, sobrevoltadas, que duran mucho.
> ¿Qué hago con el polvo de los libros?
¿Por qué tendrías que hacer algo?
> ¿Qué hago con la campera que perdió mi hijo en la escuela?
Un sopapo al nene.
> ¿Qué hago con la necesidad de ir a la peluquería?
Si es una necesidad psíquica, andá a la peluquería. Si es por el pelo largo, que te lo corte tu mujer. A mí me lo cortan las visitas.
> ¿Qué hago con la vieja colección de Investigación y Ciencia?
A la basura.
> ¿Qué hago con la novela que quiero y no quiero publicar en la Web?
Mandala primero a todas las editoriales.
> ¿Qué hago con la pileta tapada?
Llamar al destapador de piletas.
> ¿Qué hago con las fotos que están en álbumes demasiado viejos?
Escanealas.
> ¿Qué hago con las fotos?
¿Por qué tendrías que hacer algo con las fotos?
> ¿Qué hago con los papeles que se amontonan en el escritorio hasta caer sobre el mouse como un alud de reproches?
Poné una papelera al lado del escritorio y andá tirándolos.
> ¿Qué hago con este destornillador que está aquí desde hace una semana?
Ponelo en el lugar donde se guardan los destornilladores.
> ¿Qué hago con los anteojos de leer que se rompieron?
¿Dónde se rompieron? Si son los cristales, tendrás que cambiarlos. Si no, se arreglan con alambre o cinta.
> ¿Qué hago con el reloj que se rompió?
Tiralo.
> ¿Qué hago con el cargador de celular que no aparece?
Si no aparece, no podés hacer nada. Y mientras podés ir pensando en no usar celulares -esa forma aberrante de esclavitud.
> ¿Qué hago con el texto que me encargaron mis viejos compañeros de colegio?
Deciles que no estás para escribir pavadas.
> ¿Qué hago con las dudas?
Mantenelas vigentes a toda costa.
>¿Qué hago con la falta de energía?
Yoga.
> ¿Qué hago esperando?
¿Esperando qué?
> ¿Qué hago escribiendo?
Comunicás tu alma con otras almas; es importante.
> ¿Qué hago que no haya hecho antes?
Eso, no lo puedo determinar. Necesitaría un currículum exhaustivo.
[11/5/2012]
Ah, si todo fuera tan fácil.
Las preguntas están acá en MW+X.
[11/5/2002]
“Þü€Ðõ €$©®îßî® £õ$ /€®$õ$ (/)á$ †®Ã®$†€$ €$†@ ñõ©h€, €$©®îßî® Þõ® €j€(/)Þ£õ £@ ñõ©h€ €$†á €$†®€££@Ð@ ¥ †î®î†@ñ @zü£€$ £õ$ @$†®õ$ @ £õ £€jõ$.
“Eso fue escrito en Notepad2001, un programa que parece danés o sueco o qué sé yo (el menú está todo en ese idioma que no identifico). Tiene un .ini que podés modificar manualmente, para que en lugar de los caracteres comunes escriba los que vos elijas, al apretar esas teclas.
“Espero que puedas leer las líneas superiores de este mail.” (Jorge Varlotta)
Actualización: “Me acordé de un programita que tengo, el Lextek Language Identifier (www.lextek.com). El idioma del Notepad2001 es: sueco.” (Jorge Varlotta)
Cada tanto lo de arriba vuelve a circular. Hace poco lo vi en Facebook como si fuera nuevo.
[11/5/2002]
Dejo constancia de que llegó el fin de semana y el clima no se arruinó. Con tanta primavera deberíamos sentirnos compensados. ¿Alguien tendrá estadísticas sobre estos fenómenos?
Diez años después es viernes. El clima se arruinó ayer. Hoy está mejor, más bien fresco. Pero estos días hubo otra vez mucha primavera. Sigo sin saber dónde habrá estadísticas al respecto.
[10/5/2002]
Empiezo a notar un vicio en la forma en que escribo. De pronto dejo que un comentario marginal interrumpa el tema en que estoy y se desarrolle de un modo exagerado, arrastrándose por varias líneas, como una ola gigantesca, un maremoto, un (¿una?) tsunami que se lleva por delante la mayor parte del texto, arrastrando consigo enumeraciones, listas, metáforas, incontables restos de naufragio de otros pensamientos, otras ideas, otros comentarios que tal vez nunca llegué a anotar, o que ni siquiera lo merecían, de manera que en de pronto cuesta seguir el hilo, cuesta rebobinar hasta el momento en que empecé y creía saber dónde iba, como si estuviera queriendo reescribir a Machado para afirmar que “caminante no hay laberinto, se hace laberinto al andar”, y al fin y al cabo así estamos, y aquí llegamos, y estoy buscando la manera de poner un punto.