Autor: Eduardo Abel Gimenez

Mantener las apariencias



Noche

Métrica esponjosa.

Mármol de Carrara.
Tos. Ginebra.
El sol es calculador.
No se acuerda de la estepa, no sabe dónde vive. Camina dando vueltas a la manzana y espera llegar a alguna parte. Eso cuando sale. A la mañana siguiente ya se olvida de las grandes decisiones, del potencial, de la palabra potencial, de las decisiones pequeñas. Sólo es la mañana, como antes fue la noche, y ninguna lleva a otro lado que el regreso a la misma calle, a la misma vereda, a la única ventana del edificio tras la cual hay una luz prendida.

Vidrio

Simular

Las gotas de lluvia caen de forma roja. El piso es blando, huele a noche. Muchos bichos vuelan en torno a la lámpara encendida: cada segundo hay eclipse de luz. Comemos lo que queda y dejamos de simular que esto es un festejo.

*

Para no manchar la alfombra, se acostumbró a caminar por el techo.

De noche

Pone las llaves a hervir. Piensa en comprar más candados. Toma el café de la palma de la mano. Encuentra que la ley de gravedad vale menos que el vuelto del kiosco. Se suena la nariz con la sombra de un pie. Admira esa cara que aparece en el televisor. No sabe cómo apagarse. Es de noche: si no, sería otra historia.

Espera

Acomoda la silla frente a la mesa, la mesa frente a la ventana, la ventana frente a la calle. Se sienta. Vuelve a levantarse y abre las cortinas. Adelanta la hora para ver atardecer. Se sienta otra vez. Apoya las manos en la mesa. Estira las piernas. Mira por la ventana. Deja pasar el tiempo hasta que se hace de noche. En la otra habitación, el cadáver sigue esperando.