Categoría: Desorganizador

Hay una flecha clavada

Hay una flecha clavada en la torre de madera, arriba, cerca de la ventana del último piso. Un pájaro la estudia como posible soporte, pero se queda en el árbol. La torre se inclina hacia este lado. Algo duele, como siempre, pero no es la flecha.

José

—Es tarde —dijo José.

—¿Para qué? —preguntó José.

—Para muchas cosas —contestó José—. Para salir, por ejemplo.

—¿Y qué más? —insistió José.

—Para cocinar algo rico —contestó José.

—¿Y qué más? —siguió preguntando José.

—Para conseguir novia —contestó José.

—¿Y qué más? —volvió a preguntar José.

—Para ver mi programa favorito —contestó José.

—¿Y qué más? —volvió a insistir José.

—Para hacer lo que me gustaba cuando era joven —contestó José.

—Pero hay algo para lo que nunca es tarde —dijo entonces José.

—¿Para qué? —preguntó José.

—Para dejar de hacer preguntas —contestó José.

Y con esto José se fue a la cama.

El Caballero de la Paz

El Caballero de la Paz sólo aparece en dos escenas del libro. La primera lo muestra en un centro comercial, cargando contra la pared de televisores de una casa de electrodomésticos, todos sintonizados en un canal que pasa noticias de la guerra. En la segunda se descubre que el Caballero de la Paz, en realidad, es ciego.

Lista

Voy a hacer una lista de las cosas que no son arañas.

Le voy a mostrar una parte de la lista a mi madre, para que sepa que algunas cosas no son arañas.

Le voy a hablar de la lista a mi hijo, sin mostrársela, porque quiero que sepa que hay cosas que no son arañas, aunque no pueda decirle cuáles, para que no tema de más ni de menos.

A mi mujer voy a darle la lista entera para que me ayude no trayendo a casa cosas que son arañas y sacando de casa cosas que también son arañas.

Tengo grandes expectativas en mi futura lista de cosas que no son arañas. Tal vez sirva para mantener a raya el ataque rápido, la sombra informe, la lucha interminable que me persiguen desde la infancia.

(Esto es una expansión de algo que arrancó acá.)

Hay que contarlos

Hay que contarlos con los dedos de los pies. Hay que tocarlos con la punta de los cabellos. Hay que soñarlos después de las cinco de la mañana. Hay que creerlos dos veces por día. Hay que llevarlos en un bolsillo interno. Hay que mostrarlos con respeto. Hay que seguirlos sin que se den cuenta. Hay que apostarlos cuando quedan pocas chances. Hay que mentirles siempre.

Las cosas que no son arañas

Quiero hacer una lista de las cosas que no son arañas.

Y una noche, cuando vea esa cosa oscura que se mueve como alambres, voy a buscarla en la lista.