Categoría: Diario

Piano

[9/3/2003]

No sabemos si es un viejo vecino con un piano nuevo, o un nuevo vecino con un viejo piano. Empezó la semana pasada, y desde entonces nos acompaña durante una o dos horas cada día. Está aprendiendo. Toca fragmentos de piezas clásicas (Para Elisa, por ejemplo), de manera que cada siete u ocho notas un dedo cae en dos teclas a la vez. Cuando llega a las partes difíciles se frena un poco. Lo oímos desde el living, en contrapunto con la pelota que Gabriel hace picar, o con Wish you were here que llega desde otro departamento. No estamos solos.

Original

[9/3/2003]

Estoy buscando una manera original de decir que, otra vez un domingo, está nublado. Si se me ocurre, vuelvo.

El día

[6/3/2003]

Afuera sigue casi a oscuras. La luz de la habitación está apagada. El monitor se refleja de costado en el vidrio de la ventana, como la continuación deforme de otra ventana en el edificio de enfrente. Hay tres zumbidos en frecuencias diferentes: el de la computadora, el de un colectivo que pasa por Crámer y el de un avión que se parece a una luciérnaga en el cielo previo al amanecer. El día empieza con la fuerza de una manada de elefantes en cámara lenta.

Pulido

[4/3/2003]

Seguramente alguien pule algo, allá en el edificio de enfrente. Pero suena como el torno de un dentista a dos metros de distancia. Está ahí desde hace unos diez minutos. Frenadas y aceleraciones, gritos, ladridos de perros, sirenas de ambulancias y policía, ruidos que en general odio, ahora resultan un descanso y los agradezco.

Universos paralelos

[4/4/2003]

Los universos paralelos existen, y están todos en una cuadra de la avenida Cabildo. Cada uno consiste en un grupo de personas distribuidas en esa cuadra, que pueden conocerse entre sí o no, pero tienen en común intereses de alguna clase. Uno cualquiera de esos universos sólo interactúa con los demás en caso de accidente o extrema necesidad. Si bien hay elementos que pueden pasarse de un universo a otro, cuando algo así sucede se trata siempre de una transición difícil, hasta traumática, para la persona involucrada y a veces para otras.

Por ejemplo, la gente que va en vehículos forma tres universos que se relacionan pero no al punto de perder su paralelitud:

1. Los taxistas van atentos a su marcha en fila india y a las reglas complicadas que los atan entre sí. Algunos bordean un colectivo detenido igual que un camino de hormigas bordea una piedra.

2. Los colectiveros mueven sus ballenas con ruedas en arcos extensos, del cordón al carril central y vuelta al cordón, intercambiando posiciones unos con otros en una especie de trenza, cuidándose de los demás colectiveros pero manejando como si no hubiera nadie más en la calle. En cada colectivo, varias personas tratan de ignorarse mutuamente, pero como todas pertenecen al mismo universo, no lo logran.

3. Cada automovilista dedica algo de su energía al odio de taxistas y colectiveros, pero sabe que nada puede hacer contra ellos. Entonces se dedica con pasión a despreciar a los otros automovilistas, esos inútiles que no saben manejar.

La gente que está en las veredas y en los negocios forma muchos universos, más complejos y difíciles de describir que los del asfalto. A modo de ejemplo:

1. Las chicas de cierto segmento de edades sólo miran a los chicos de cierto segmento de edades, y viceversa. También hay subdivisiones relativas al nivel social, al aspecto físico y al estilo, todo con un nivel de especificidad que no se encuentra en otros animales.

2. Los kiosqueros perciben el movimiento de gente como ruido, a la manera de esos estímulos que de tan repetidos ya no provocan reacción. Sólo están atentos a quienes se acercan, para dividirlos en dos grandes categorías: los clientes y los que buscan la parada del colectivo.

3. Quienes venden artesanías, ropa interior o discos piratas se miran entre sí, hablan con sus amigos, esperan la señal de levantar todo en cuanto se acerca un peligro.

4. La gente mayor camina del brazo mirando las baldosas que han quedado cubiertas de cicatrices de accidentes pasados.

5. Los chicos, que perciben la cuadra como un parador de lobos marinos entre los que sólo ellos pueden moverse con velocidad, van pendientes de otros chicos, de los kioscos de golosinas y de sus padres.

Hay muchos más, pero detengámonos aquí para considerar lo siguiente: todos estos universos forman una densa red de información, pero a la manera de las frecuencias de radio, cada uno consigue que su propia información atraviese las otras sin ser modificada. Sus integrantes están sintonizados con la frecuencia que les importa, y todo lo demás resulta, a lo sumo, una carga de estática.

(Estoy yendo a la farmacia a comprar un líquido para lentes de contacto. Llevo en la mano un frasquito vacío, de otro líquido para lentes de contacto, por el cual me van a hacer un descuento debido a que hay promoción especial. Por el momento, creo que para todos soy ruido.)

Falsos positivos

[3/3/2003]

Qué molesto resulta que cada treinta o cuarenta piezas de spam se esconda algún mensaje de un amigo, o laboral, o que por una razón u otra debo leer. Por culpa de esos pocos mensajes me veo obligado a recorrerlos todos, mirando con lupa, en vez de borrarlos de un solo teclazo.

Pelo

[1/3/2003]

Después de seis meses sin pisar la peluquería, acabo de hacerme cortar el pelo. Para qué. Ahora, en la calle, todos me tratan otra vez de “usted”.

Hueco

[25/2/2003]

Hay un espacio entre dos edificios en la dirección aproximada en que se pone el sol (considerando el universo tal como se ve desde mi ventana). Hay dos breves períodos al año en que el sol se asoma por ese hueco durante varios minutos, a eso de las seis y media de la tarde, luego de haber estado oculto tras uno de los edificios. Hoy empezó uno de esos períodos: lo hizo por primera vez desde el invierno pasado, iluminando los tomos del viejo Diccionario Enciclopédico Abreviado de Espasa-Calpe que se apilan sobre un parlante. Seguirá así por unas semanas, y luego volverá a ser tímido.

Cuando uno maneja

[25/2/2003]

Cuando uno maneja un auto deja de percibir la realidad. Las cosas se dividen en pistas y obstáculos, y la vida consiste en competir por esas pistas con otros espermatozoides idiotas que ya no piensan a dónde van sino cómo y a qué velocidad.

A ambos lados, la gente de a pie se convierte en fotos de personas, fotos borrosas de entidades ajenas al mundo de uno. No hay tiempo para mirar a nadie, para notar la expresión de una cara, el gesto de una mano, la intensidad de ese par de ojos que si no fuéramos conductores podrían cautivarnos.

Hay segmentos de universo que van de esquina a esquina, de semáforo a semáforo, de primera a segunda a tercera. Y el cuerpo de uno se ha convertido en un objeto rígido, la atención de uno está centrada en la patente del auto que va adelante, los nervios de uno están reunidos en el contacto con volante y pedales.

Es una simbiosis, un líquen furioso de humano y máquina en la que cuesta reconocer dónde termina uno y empieza la otra. Un líquen fácil de aborrecer, porque no tiene los mismos derechos que una persona aislada, ni cumple sus deberes. Imposible perdonar al líquen. Imposible aceptarlo. No es un semejante, porque en él la simbiosis es completa, mientras que uno, en el fondo, todavía tiene algo de persona aunque los demás estén en desacuerdo.

De vez en cuando se produce la transformación más inconcebible: un conductor, ahí adelante, por algún motivo abre la puerta y se separa de su auto para convertirse en persona. Pero no lo logra de inmediato. Hay un momento de horror, cuando todavía no ha terminado la metamorfosis, en que impresiona como un gusano que sale de una manzana, como pus que surge de la herida, como una tripa que se escapa del abdomen.

Listas

[24/2/2003]

A veces se me juntan muchas cosas por hacer. Como ahora. Entonces las pongo en una lista. Es algo que me pasa muy cada tanto, eso de preparar una lista. Y es una experiencia rara. A medida que agrego cosas aumenta la sensación de que no hay manera de cumplir con todo. Hay items que se van a resolver solos, o que van a desaparecer de una forma o de otra. Y hay items que jamás voy a cumplir, por lo menos durante la vida útil de esta lista. Es que la misma lista, en algún momento no muy lejano, se va a hundir en el pantano de otros asuntos pendientes, un pantano muy profundo que existe en mi cabeza, jamás por escrito, y en el que figuran, entre infinitos de cosas, listas incumplidas del pasado.