Categoría: Mirando gente

Blowup (2)

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Blowup

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

¿Te conozco?

¿Te conozco?

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Mujeres en el subte

Mujeres en el subte

Uñas largas, pintadas de marrón oscuro. Lee Vida de una geisha.

Uñas cortas, mordidas, en dedos nudosos. Lee Convenio bilateral.

Uñas redondas y rosadas. Se las pasa por el labio inferior, una y otra vez, ida y vuelta, ida y vuelta. No lee nada.

Está en medio de la gente

Foto por Eduardo Abel GimenezEstá en medio de la gente, en plaza Francia, el sábado a la tarde. Como todos, escucha al músico de la guitarra, el micrófono, el amplificador y los parlantes que termina de cantar “Muchacha (ojos de papel)”. El músico, mientras prepara la siguiente canción, se pone a bromear:

-Pobre flaco -dice-, escribió la canción a los catorce años y no sabía cómo era una mina.

Plink, plonk, hace la guitarra. El músico se ríe y sigue:

-“Ojos de papel”, “corazón de tiza”, “pechos de miel”, “voz de gorrión”. ¡Una verdadera cagada! Catorce años debía tener el flaco, y ni idea de cómo era una mina.

Casi nadie se ríe, y menos la chica de la foto, que está guardando algún secreto.

El gesto

El gesto

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Repartidora de volantes

Repartidora de volantes

volantes.jpg

El saquito

En una mesa del tenedor libre que está un poco adelante y un poco a la izquierda de mí hay una chica más bien gordita, linda, con un escote rojo completamente abrumador, y sobre la prenda roja un saquito negro abierto. Está con su novio. Cuando él se levanta a buscar algo de comida, ella se cierra el saquito como una monja. Cuando el novio vuelve, asoma otra vez el abismo bordeado de rojo.

Mirando gente en el “tenedor libre”

[10/7/2002]

• El nene tiene ojos grandes y hoyuelos en las mejillas. El padre, de cara pequeña, parece que podría compartir algo de la buena predisposición de su hijo, aunque desentonan los labios color de necrosis. La madre está amargada, pasa un mal día, o simplemente es así. En vez de hablarle al chico le ladra. Lleva un corte de pelo brujeril. Tiene unas arrugas o protuberancias, no veo bien, a ambos lados de la boca, ahí donde las comisuras de los labios le caen vertiginosamente en desprecio al mundo.

• Es alta, delgada, lleva uniforme negro y seguramente estudió alguna de esas carreras fascinantes donde les enseñan a hacer hoteles más confortables, restaurantes más tentadores, cosas así. Alguien, al pasar, la llama Pilar. Con semejante nombre, debe ser un verdadero soporte en este sitio. Siguiendo con el estúpido juego de palabras, me pregunto si usará sostén.

• Durante el noventa y nueve coma nueve por ciento de la historia de la humanidad, con la cara que lleva y las caderas que mueve al caminar, esa chica habría sido el ideal de belleza femenina. Le tocó la mala suerte de nacer hace veinte años, así que tiene fácil ocho kilos de más.

• Vino con su mujer, sus dos hijas prepúberes y su hijo de seis o siete años. Come, come, come. De pronto, levanta la mano derecha para interponerla entre él y la más hiperactiva de sus hijas, como quien intenta detener una bala, como quien quiere protegerse del camión que está por atropellarlo, como quien se defiende de la lluvia sin paraguas.