Categoría: Bolsa sin clasificar

El pastorcillo y el lobo

[23/4/2002]

Las fábulas de Gimenez
Hoy: El pastorcillo y el lobo

Había una vez un niño que vagaba por los alrededores del pueblo. De pronto, desde unas grandes rocas, vio un lobo que buscaba comida.

—¡Lobo, lobo! —gritó el niño—. ¡Por favor, no te comas mis ovejas! —y corrió a esconderse entre las rocas.

El lobo, hambriento, corrió hacia aquella voz, pero no encontró ninguna oveja. Decepcionado, continuó su deambular. El niño, en tanto, reía en su escondite: había logrado engañar al lobo.

Lo mismo ocurrió al día siguiente. Viendo al lobo que aún buscaba llenar su panza, el niño gritó:

—¡Lobo, lobo! ¡Por favor, no te comas mis ovejas! —y otra vez se escondió entre las rocas.

El lobo volvió a ilusionarse. Salivando por la expectativa, buscó en todos lados hasta que, vencido, decidió retirarse. El niño reía cada vez más.

La historia se repitió varias veces, sin cambios. Hasta que un día el pastor del pueblo faltó al trabajo. El niño, por primera vez en su vida, recibió las ovejas para cuidarlas y así se convirtió en pastorcillo.

Llevando las ovejas de aquí para allá, como hacen los pastores en las fábulas, ocurrió lo previsible: el pastorcillo volvió a encontrar al lobo.

—¡Lobo, lobo! —gritó desesperado—. ¡Por favor, no te comas mis ovejas!

El lobo, como siempre, fue tras la voz lleno de esperanza. Y se comió todas las ovejas.

Moraleja: Persevera y triunfarás.

Soñaba con botellas

[21/4/2002]

Soñaba con botellas. Alguien las había alineado en el piso, contra una pared. Estaban vacías.

Pero no, no eran botellas. Estaba soñando con enanos de jardín que tenían forma de botella. Un jugador de golf, un profesional, les arrancaba la cabeza con golpes de driver: perfecto swing.

Pero no, no era un jugador de golf, era una máquina, una especie de reloj de péndulo con el péndulo del lado de afuera. Una larga vara de metal con un disco de oro en la punta se balanceaba de un lado a otro, con un tic tac que era al tic tac común lo que un bramido de dinosaurio al canto de un canario.

Pero no era un disco de oro, era un hacha. Sí, estaba soñando con un hacha afilada que de pronto saltaba por el aire y giraba sobre sí misma hasta clavarse en un armario que tenía la puerta cerrada y que, por el ruido, sólo podía estar lleno de libros viejos.

Pero no era un armario, sino la espalda de un hombre muy gordo y muy alto, que empezaba a caer y a darse vuelta al mismo tiempo, de manera que el movimiento de su cabeza formaba un tirabuzón como el de los aviones que hacen acrobacia.

Pero no era su cabeza lo que caía, y mucho menos en tirabuzón, era un planeta amarillo y marrón, lleno de azufre, en órbita alrededor de un sol rojo, oscuro, que apenas brillaba.

Pero no era un sol, yo no soñaba con un sol. Estaba soñando con la lámpara de un laboratorio fotográfico, al estilo de los que se veían tiempo atrás en las películas. El fotógrafo levantaba papeles húmedos de una cubeta y los tendía en una soga como para colgar la ropa. En los papeles había retratos de los miembros de mi familia, en distintos momentos de su vida.

[21/4/2012]

Paciencia. Es lo que me pedí a mí mismo cuando vi este post con tantos links para revisar.

Ahí vamos:

  • Botellas: ok.
  • Enanos de jardín. No sé. Tal vez como estos.
  • Golf driver. ¿Algo así?
  • ¿Reloj de péndulo con el péndulo afuera terminado en un disco dorado? ¿Este sirve?
  • Disco de oro: ok.
  • Hacha: hay tantas.
  • Libros viejos: ok. Link raro, no es imagen.
  • Muy gordo y muy alto.
  • Aviones que hacen acrobacia: ok, aunque la mayoría de las imágenes ya no está.
  • Sol rojo (puntura de Arthur Dove).
  • Laboratorio fotográfico: ok.

Esto es peor que reescribir una novela.

Se oyó un cañonazo

[21/4/2002]

Se oyó un cañonazo. La gente siguió caminando. Hubo un momento de tensión en la calle, un sobresalto: se notó en el espesor del aire, en el tono de las voces, en una distorsión apenas visible del trayecto de los autos. Pero la gente siguió caminando. El estruendo nos atravesó de oído a oído, nos hizo bajar un reguero de recuerdos por la columna vertebral, nos trajo un temblor a las rodillas. Pero no se podía dejar de caminar. La brisa un poco más fresca del otoño estaba quitando las hojas de los árboles, una a una, para hacerlas caer como neuronas en una pesadilla. En un cielo distante, más alto que los edificios, un avión giraba lentamente para tratar de acertarle a la pista del Aeropuerto. Alguien, unos metros delante de mí, miraba una vidriera con ropa de mujer en oferta, toda gris, buenos precios si no fuera por la crisis. Y el ruido del cañonazo lo recorrió todo, centímetro a centímetro, como una corriente eléctrica, con la crueldad de lo que no tiene cerebro ni conciencia. Un parpadeo de más en cada ojo, una dilatación en las pupilas, un cambio hormonal repentino, cronometrable. Sin embargo, las piernas siguieron la rutina, los pies avanzaron, cada persona tuvo un éxito casi perfecto en seguir caminando. Y en no cortar las conversación, el pensamiento, los planes para el resto del día. Eso era importante. Había que disimular.

Google Answers

[20/4/2002]

“Google is testing a service on which anyone can ask a question (which costs 50 cents to post), say how much they are willing to pay for the answer, and then registered ‘experts’ will bid to respond. Everyone else will be able to read the questions and responses for free, and add their own comments. If questioners aren’t happy with the response, they can request a refund. This concept for a research service has been tried before, but Google’s power in the marketplace has a better chance of success than the smaller ventures that preceded it.” (Steve Outing, en E-Media Tidbits.)

[20/4/2012]

El artículo ya no está en ninguna parte. La prueba es que si uno busca “Google is testing a service on which anyone can ask a question” en Google, los resultados que salen son los de la Mágica Web.

Google cerró el servicio: “We’re sorry, but Google Answers has been retired, and is no longer accepting new questions.” Pero el sitio contiene un directorio de las preguntas y respuestas que hubo.

Cazando mariposas

[20/4/2002]

Fue a cazar mariposas con una red y se trajo sin querer un elefante. El problema, ahora, es cómo alimentarlo.

Sale el sol una vez cada veinticinco años

[20/2/2002]

Sale el sol una vez cada veinticinco años. Brilla un minuto y se va. Medio enceguecidos, se quedan todos discutiendo sobre lo que vieron o lo que les quemó los ojos. La discusión declina (o crece en profundidad, según el punto de vista) durante los siguientes doce años y medio. Luego empieza la cuesta ascendente de otros doce años y medio, hacia el próximo destello: que las leyendas, que las teorías, que antes era distinto, que ahora será distinto, que alguien lo va a fotografiar, que alguien ya lo ha fotografiado, que todo es falso, que no me va a volver a pasar lo mismo.

El gorrión y las dos ramas

[18/4/2002]

Las fábulas de Gimenez.
Hoy: El gorrión y las dos ramas

Un gorrión volaba hacia un árbol del que salían dos ramas, una hacia la izquierda, la otra hacia la derecha.

El primer impulso del gorrión fue ir a posarse a la rama de la izquierda. Pero no, algo lo llevó a reconsiderar la decisión, y giró hacia la rama de la derecha.

De todos modos, no carecía de beneficios la posibilidad de utilizar la rama de la izquierda, así que una vez más torció el rumbo. Aunque la rama de la derecha, obviamente, tenía sus virtudes, y hacia allí reorientó su vuelo.

Un instante después, la rama de la izquierda volvió a parecerle tentadora. Corrigió la orientación, sólo para volver a engolosinarse con la perspectiva de un descanso en la rama derecha. Y otra vez quiso modificar la dirección que llevaba.

Pero era tarde. El gorrión se estrelló de cabeza contra el tronco.

Moraleja: Los árboles están mal diseñados.

La cucaracha y Dios

[15/4/2002]

Las fábulas de Gimenez.Hoy: La cucaracha y Dios

La cucaracha vio la mano del cocinero que caía sobre ella demasiado tarde para escapar corriendo. Sin embargo, para las cucharachas el tiempo transcurre con extrema lentitud, así que aún pudo examinar otras formas de salvarse.

Primero pensó en razonar con la mano. Pero la mano no actuaba por su cuenta. Encima de ella había un antebrazo, un codo, un brazo, un hombro, todos en la tarea de enviar la mano a aplastarla.

Entonces pensó en razonar con el cerebro que supervisaba la acción. Pero en el cerebro del cocinero sólo habría prejuicios (“toda cucharacha debe morir”). Y un cerebro humano sería demasiado lento para cambiar de actitud.

Finalmente pensó en un Dios que pudiera detener al cocinero. La cucaracha no estaba segura de que hubiera un Dios, pero en momentos tan críticos la sola posibilidad de Su existencia merecía ser explorada.

De modo que la cucaracha se dispuso a iniciar una oración. Pero antes de llegar a ese paso definitivo, al Paso Trascendental, había perdido demasiado tiempo en la tarea burocrática de detenerse en cada punto intermedio. El razonamiento limitado y estrictamente secuencial que la había llevado a comprender que la mano obedecía a otros músculos que obedecían a un cerebro que obedecía a algo superior le había quitado cada centésima de segundo disponible. Así, antes de que lograra siquiera encaminar sus pensamientos a ese Dios Eventual, ese Dios que de existir tal vez habría podido salvarla, ese Dios que, por otra parte, en caso de haber estado a priori dispuesto a salvarla quizá la hubiera dotado de otro estilo de pensamiento; antes, decía, de llegar a Él, la mano terminó su recorrido con un chasquido húmedo.

Moraleja: No vengo más a este restaurante.

[15/4/2012]

Como hace diez años, sigo pensando que el razonamiento limitado y estrictamente secuencial acaba siempre por llevarnos al chasquido húmedo. Me puse serio. Caramba.

El zorro y el caracol

[14/4/2002]

Las fábulas de Gimenez. Hoy: El zorro y el caracol

Andaba un zorro siguiendo el rastro de su cena cuando el azar lo llevó junto a una planta por la que trepaba un caracol.

El destino hizo que el zorro detuviera su paso junto a la planta y moviera la cabeza hacia la izquierda. El foco de sus ojos empezó a trazar una rápida línea recta en la dirección exacta en que el caracol se detenía también en su lento ascenso y orientaba las antenas.

Hubo un momento de tensión en el universo. Los propios dioses se preguntaron qué ocurriría. Por un instante mínimo, apenas un punto en el tiempo, el nudo casi infinito de las posibilidades giró en el vacío sin que se supiera hacia dónde empezaría a deshacerse.

Después, la mirada del zorro pasó exactamente dos centímetros por encima del caracol, y ambos siguieron su camino.

No, no hay mucho en un zorro y un caracol que les importe mutuamente.

[14/4/2012]

Unos días después, Jorge Varlotta me propuso una moraleja mucho mejor: “No es oro todo lo que reluce.”

Hubo varias “fábulas de Gimenez” más, en los días siguientes. Ya van a ir saliendo acá.

Este es mi asciirretrato

[27/3/2002]

(Por si alguien no se da cuenta a primera vista: se trata de una imagen de mi “Autorretrato en movimiento“, procesada en GIF2TXT: ASCII Art Made Easy! y luego pasada a negativo.)

[27/3/2012]

“Por si alguien no se da cuenta a primera vista”: uno de mis intentos de ser gracioso, con ese sentido del humor del que muchas veces me arrepiento.

La maravilla es que GIF2TXT sigue andando: “This script takes the URL of a GIF, JPG, or PNG image and converts that image into ASCII text or colored HTML. Not very useful, but pretty cool.”