Categoría: 7. Lo demás

Cosas que hay en mi biblioteca: Con el título cambiado

No solo pasa con las películas. Acá van dos casos de libros con el título cambiado:

Philip K. Dick, Planetas morales. Título original: The man who japed. Ediciones Cenit, Barcelona, 1960.

Tampoco pasa solo con las traducciones:

Kurt Vonnegut, Utopia 14. Bantam Books, New York, 1954.

Como se ve, en la tapa se aclara: “Published as PLAYER PIANO by Charles Scribner’s Sons”. Casi como si Player piano hubiera sido un título falso, o provisorio, hasta que la novela logró finalmente su título “bueno”.

Cosas que hay en mi biblioteca: El lago y otros cuentos, “de” Ray Bradbury

Ray Bradbury, El lago y otros cuentos. Editorial Pomaire, Barcelona, 1965. (Click para agrandar.)

En agosto de 1971 yo tenía diecisiete años y estaba maravillado con Ray Bradbury. Había leído Crónicas marcianas, El hombre ilustrado, Fahrenheit 451, y probablemente Las doradas manzanas del sol y Remedio para melancólicos. Todo en las ediciones de Minotauro, cuidadas, bien traducidas, respetuosas del autor y del lector. Me encontré con este libro y lo compré entusiasmado. ¡Otra colección de cuentos de Ray Bradbury!

En la contratapa no decía nada, pero como era una edición fina, de tapa dura, con sobrecubierta, había solapa. Seguramente la leí antes de comprar el libro (click para agrandar):

Llegué a casa y me puse a leer. Si confiaba en algo, era en los libros. Si algo no me podía fallar, era un libro. Había pasado y seguiría pasando por ediciones entre malas y espantosas de mi escritores favoritos, las de colecciones como Cenit, Nebulae y otras. Pero les creía a todas. Hasta que recorrí el libro recién comprado y encontré el índice.

El índice no está adelante, a la vista, por supuesto que no. En este libro el índice está atrás, en lo que sería la página 173 si estuviera numerada. Y es así (click para agrandar):

¿Pero cómo? ¿Un cuento de Bradbury, de apenas diez páginas, y después Robert Bloch, Theorore Sturgeon, Edmond Hamilton…? Sí, Sturgeon también me gustaba mucho. Henry Kuttner, que está al final, me gustaba un poco. A los demás no se si los conocía (seguro que conocía a Hamilton, pero no me entusiasmaba). Pero nada de eso era importante. Yo había comprado un libro de cuentos de Ray Bradbury, pero lo que venía era otra cosa. Me sentí profundamente estafado. Leí el libro, porque leía todo lo que compraba. Lo conservé. Pero este libro era basura de la peor calaña, era un engaño malintencionado.

Claro, después que uno ya se enteró, resulta que la solapa no dice en ninguna parte que todos los cuentos sean de Ray Bradbury. Lo que dice es que Bradbury “encabeza esta selección de cuentos”. Pero también se cuida de decir que hay otros autores. La solapa revolotea en torno de la mentira, sin deletrearla y sin desenmascararla.

Impresiona cómo ciertas cosas de adolescencia se quedan con uno para toda la vida. En este caso, lo que me acompaña cuarenta años después es la sensación de asco, rabia, impotencia, que todavía me da cuanto miro este libro.

(Buscándolo en la Web acabo de ver que hay una edición posterior, de Javier Vergara, 1977. La tapa, si cabe, todavía es más engañosa. Tercera Fundación tiene una ficha completa.)

Cosas que hay en mi biblioteca: The mask of Cthulhu, de August Derleth

August Derleth, The mask of Cthulhu. Beagle Books, New York, 1971. (Click para agrandar.)

La tapa se destaca por la variación “horrorífica” sobre la litografía de M. C. Escher:

Cosas que hay en mi biblioteca: Manual del alumno bonaerense

Manual del alumno bonaerense. Tercer grado. Primera edición, segunda tirada. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, noviembre de 1962. (Click para agrandar.)

Este fue mi manual de tercer grado. Lo usé tanto que ahora, al hojearlo después de varias décadas, todavía me acuerdo de muchas de las imágenes. A vuelo de pájaro, sorprende la dignidad general del libro. Están las grandes dosis de patriotismo exagerado y simplificado, la omisión cuidadosa de genitales en la parte sobre anatomía, el envejecimiento irremediable de muchos temas. Pero otras cosas, muchas, siguen estando bien, o al menos no despiertan nada peor que comprensión por lo que se pensaba en la época.

Es raro el ordenamiento de temas, que seguramente tendrá que ver con el programa de estudios. Se puede ver en la primera página del índice, con la alternancia de “El Virreinato” con “El trabajo” y “Manuel Belgrano” con “El suelo” (click para agrandar):

Por supuesto, hay cosas graciosas. A veces con intención, a veces porque (creo) hoy no las haríamos así. La que sigue cumple ambas condiciones (click para agrandar):

En general, un reencuentro más placentero de lo que hubiera creído.

“Vistas dinámicas” en Blogger

Blogger presentó una magnífica colección de formas nuevas de ver un blog. Están disponibles para todos los blogs alojados en blogspot.com. Para encontrarlas hay que agregar /view a la dirección normal del blog, con lo que aparece la primera de esas nuevas presentaciones; para encontrar las siguientes, hay que hacer click en un botón celeste que hay arriba a la derecha, del que se despliegan las opciones correspondientes.

Aquí van descripciones y capturas de pantalla de cómo se ve Ximenez. Son apasionantes las maneras diversas en que se puede mostrar la información. (Click en cada imagen para agrandarla al tamaño real. Los links llevan a las vistas correspondientes de este blog.)

Flipcard

En Flipcard, cada post aparece en una tarjeta cuadrada. Si hay una imagen, lo que se ve es la imagen. Si no la hay, lo que se ve es el título del post. Al pasar el cursor sobre un post, la tarjeta “se da vuelta” (con una animación), muestra la fecha y, si había una imagen, la sustituye por el título del post. Es lo que ocurre en la captura de pantalla con “La calle angosta”, el tercer post de la primera hilera. El número indica la cantidad de comentarios que tiene el post.

Mosaic arma con los posts un entramado de mosaicos de distintos tamaños, según su contenido más una dosis de azar. Si el post tiene imagen, es lo que se ve. Si no, aparece el título y parte del texto. Cuando el cursor pasa sobre un post, se ve un poco más grande. Mosaic no siempre tiene éxito en mostrar un aspecto logrado; por esa razón no puse la parte superior del blog en la captura de pantalla, sino un fragmento de más abajo.

Sidebar es la opción por defecto: se ve con solo agregar /view a la dirección del blog. Es también la más simple. En la columna de la izquierda aparece la lista de títulos de posts, con thumbnails de las imágenes cuando las hay, y la cantidad de comentarios del post seleccionado. También surge el número de comentarios de un post cuando se pasa el cursor sobre el título. En la columna grande aparece sólo el post seleccionado a la izquierda.

Snapshot sólo muestra los posts con imágenes. Si sólo hay texto, el post no aparece. Al pasar el cursor sobre  una imagen se ve el comienzo del texto que la acompaña.

Timeslide

Timeslide reparte los posts en tres columnas. La de la izquierda muestra mayor detalle: fecha, imagen, fragmento de texto. La del centro ya no muestra la fecha ni la imagen. En la de la derecha hay nada más que títulos. Cada post sólo está en una de las columnas, no en las otras. Es decir, no es que un post que aparezca en una de las columnas se repita con menor o mayor detalle en otra. Al pasar el cursor sobre un post de las primeras dos columnas sale la cantidad de comentarios. Sobre la tercera columna, además de ese número también se muestra el comienzo del texto.

Un rasgo de estas “vistas dinámicas”, como las llaman, es la página infinita. Igual que pasa en Facebook y otros sitios, cuando uno llega al pie de la página se carga más contenido, y la página se alarga.

Eso sí, para ver estas cosas hay que tener un navegador moderno: en Internet Explorer 8, por ejemplo, aparece un amable cartel con links a las versiones de Firefox, Chrome, Safari e Internet Explorer que sí las muestran. Tampoco se ven en teléfonos y otros aparatos móviles.

Aquí va un video de presentación de estas vistas, donde se demuestran varias cosas que no incluí arriba:
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=fuDuNV4h_ZI]

Tranquillo

La expresión “coger el tranquillo”, que desde chico encontré en tantísimos libros, fue una de esas que debí interpretar como podía mientras avanzaba en la lectura. Las traducciones que solía leer, hechas mayormente en España, funcionaban como un segundo idioma, que tenía que aprender solo. Como es lógico, no todo lo interpreté bien, ni todo me resultaba comprensible.

Pero “coger el tranquillo” fue una cosa especial. Esa palabra, “tranquillo”, me dejaba en blanco. No me acuerdo cuándo fue que la entendí como derivada de “tranquilo”, tal vez en español antiguo, tal vez salida del latín, o quién sabe qué. Pero sé que era chico, podía tener diez años. “Coger el tranquillo”, entonces, era algo así como “hacer algo con tranquilidad”, o simplemente “calmarse”. Con el tiempo ajusté la interpretación y entendí por fin que se trataba de “agarrarle el ritmo” a algo. El ritmo tranquilo, claro. El ritmo no acelerado. O algo así.

Ya sé que suena ridículo, pero es verdad. Y lo más ridículo todavía (e igualmente verdadero) es que esto me duró hasta hace poco, un par de años. Un par de años atrás, leyendo alguna otra cosa, me encontré con la palabra “tranquillo” como diminutivo de “tranco” (cosa que jamás en mi vida se me hubiera ocurrido, para empezar porque “tranco” no es palabra usual en mi idioma diario, y después porque su diminutivo, obviamente, es “tranquito”). Tranquillo = tranco cortito.

Sobrevino la iluminación. “Coger el tranquillo” era “acompasarse al tranquito”. Es decir, “agarrar el ritmo”, como ya sabía, pero derivado de “tranco”, y no de “tranquilo”.

Aún sabiendo que esta era la interpretación correcta, me llevó tiempo adoptarla de corazón. Todavía hoy, si encuentro a alguien “cogiendo el tranquillo”, mi vocecita interior se imagina la palabra “tranquillo” pronunciada como “tranquilo” pero con una l larga, tipo italiana.

Petisas

Hollywood comete muchas imbecilidades a los ojos de los mortales, especialmente para los que vivimos fuera de ese espacio moralmente tan extraño que se llama Estados Unidos.

Mi favorita es la de retratar a las hijas adolescentes como petisas.

Me imagino que el fenómeno viene de tiempo atrás, y que habrá muchos ejemplos. El primero que encontré fue en la temporada inicial de la serie 24. Está Jack Bauer, un tipo de estatura normal. Está su esposa, una actriz más bien alta (como suele contratar Hollywood cuando se trata de mujeres de cerca de 40 años). Y de pronto está la hija de ambos, supuestamente de 16 años, una petisa a quien la madre le lleva algo así como una cabeza.

Ok, entiendo que quieran que se vea que es menor, que es chiquita, que es la hija. Que nadie, con la cámara a una cuadra, se la confunda con otra.

Pero al año siguiente, en los comienzos de la segunda temporada, la hija de Jack Bauer (aunque la madre ya hubiera muerto y no la tuviéramos a mano para compararla) seguía siendo petisa. Y ya no tenía esos supuestos 16 años.

Es más: la actriz que hizo de la hija de Jack Bauer sigue siendo petisa al día de hoy, porque no creció más. Tal vez a causa de que ya no tenía 16 años por ese entonces, debido a que Hollywood no contrata actrices de 16 para hacer de chicas de 16. Como las chicas de 16 pueden ser sexys y eso está mal, entonces ponen a chicas de 18, o de 20, o de 23. (Y las hacen actuar del modo lo más sexy posible sin que los anunciantes, a su pesar, se vean obligados a retirarse.)

No seguí viendo 24. Pero pronto apareció Heroes. La primera temporada nos presenta a la bonita Claire, cheerleader de 16 años. Hija de un hombre alto y de una mujer alta, la pobre Claire también quedaba al menos una cabeza por debajo.

Ahí fue que me di cuenta y que me molestó.

Claire (también representada por una actriz sexy, con curvas, mayor de 18) era petisa porque una chica de 16 no puede ser tan alta como su madre.

¿Dónde vive esta gente, la de Hollywood? ¿Qué toman para el desayuno?

Al año siguiente, otra vez, la buena de Claire seguía petisa, porque la actriz no creció más, ni crecería en los años siguientes (aunque, otra vez, dejé de ver la serie).

Ahora estoy enganchado viendo Modern Family, una comedia que empezó en 2009. Va por la segunda mitad de la segunda temporada. En la serie aparecen tres familias emparentadas, de las que una consiste en padre, madre y tres hijos.

El hijo más chico empezó con unos nueve años, y ahora debe tener diez. El actor, como corresponde, es un chico de unos diez años.

La hija del medio empezó con unos doce años, y ahora debe tener trece. La actriz, como corresponde, es una chica de unos trece años.

La hija mayor…

Bueno, la hija mayor se supone que empezó con 16, pero está representada por una actriz de 20. Sexy y, claro está, petisa. Muy petisa.

Los padres son altos, más que la media. Los hijos menores son normales. La hija mayor no, es una actriz bajita, que eligieron porque daba bien como piba de 16 y porque no tenía 16 y porque era bajita.

Ahora, un año y medio después del primer episodio, es evidente que algo no funciona. La hija mayor sigue siendo petisa, aunque me imagino que pronto cumplirá 18. La serie es exitosa, así que seguramente habrá tercera temporada. ¿Cómo van a explicar que la pobra chica no crece? Seguramente no lo van a explicar, no va a salir un ejecutivo del estudio a decir: “Miren, metimos la pata, como siempre, y lo reconocemos. Ahora les pedimos que nos disculpen y acepten que esta gente tenga una hija petisa porque sí.”

La hija del medio aparece cada vez menos en la serie. Claro: esa actriz, que tiene la edad de su personaje, está creciendo. Mi impresión es que a esta altura mide lo mismo o más que su “hermana mayor”, y que están tratando de ocultarlo.

Hace unos días, en el último programa que vi, aparecieron por primera vez en bastante tiempo los tres hermanos juntos. Fue evidente la serie de trucos que emplearon para que la hija mayor se viera más alta que la del medio. Estas son las escenas que recuerdo:

  • Las dos sentadas en un sofá, frente a la cámara. La mayor bien erguida. La menor ostensiblemente encorvada. La cabeza de la menor quedaba bastante por debajo de la cabeza de la mayor. Pero las rodillas de la menor parecían quedar más altas que las rodillas de la mayor.
  • Los tres hermanos subiendo una escalera. La cámara arriba, apuntando hacia abajo. La hermana mayor viene adelante. Los otros dos hermanos vienen uno o dos escalones detrás, obviamente “más bajos” que la mayor.
  • En un momento fugaz, ambas hermanas pasan por delante de los padres, caminando. La mayor le lleva fácil media cabeza a la menor. Pero (dos peros): no se les ven los pies (¿tacos muy altos para una de ellas?); y la mayor se ve más o menos de la misma altura que la madre, cuando sabemos que la actriz-madre le lleva una cabeza a la actriz-hija (lo que se comprueba en otras tomas del mismo episodio).

Lo más molesto de todo esto es que le habla a un público que supuestamente no se permite fantasear con la sexualidad de una chica de 16. A ese público le presenta una actriz adulta, disfrazada de nena, con un nivel de erotismo variable pero siempre notorio. Para eso están esas “chicas de 16”, para despertar las fantasías del público estadounidense sin recibir acusaciones de pedofilia.

No todas las series caen en este recurso bajo (pun not intended) y perverso. Pero la excepción tiene que aparecer en un caso raro como True Blood, una serie muy erótica y muy violenta, de las que “estiran los límites” para la mirada de Hollywood. Allí aparece una chica adolescente (creo que de 17 años) a la que el vampiro protagonista tiene que matar y convertir. Esa chica (aunque, como siempre, esté representada por una actriz de más de veinte) es altísima.

Esos nombres

Vengo de leer For the Win, la novela más reciente de Cory Doctorow, en la versión digital que el autor regala generosamente en su sitio. Uno de los personajes centrales, el primero en aparecer, se llama Leonard Goldberg. La cuestión es que, unos capítulos más tarde, su apellido deja misteriosamente de ser Goldberg y se convierte en Rosenbaum. Su padre, que antes no había aparecido, se llama Benny Rosenbaum. De los Goldberg ya no se oye hablar… Hasta cerca del final de la novela, cuando nuestro querido Leonard recupera su apellido original (aunque en una conversación telefónica su madre tenga la ocurrencia de llamarlo Lawrence). Todo esto sin explicación, y sin relación con los temas de la novela.

Pero lo más gracioso no es la mezcla de nombres, que probablemente algún editor haya resuelto antes de que el libro llegara al papel. Resulta que en 2008 Cory Doctorow publicó una novela corta en coautoría con… ¡Benjamin Rosenbaum! (a quien sus amigos muy probablemente llamen Benny). Me pregunto cómo le habrá caído a Benjamin que el Benny Rosenbaum de la novela muera de un ataque cardíaco sin haber llegado a reconciliarse con su hijo adolescente.

De todos modos, eso sigue sin ser lo más gracioso. Ahora sí, prometo: lo más gracioso de todo es que la novela corta que Cory Doctorow y Benjamin Rosenbaum publicaron en 2008 se llama… (redoblantes…) True Names (Nombres Verdaderos).

Tersos versos

Divertido el Diccionario Inverso. Por ejemplo, tiene 37 palabras terminadas en aña y 30 palabras terminadas en año. Es tan útil para escribir pavadas…

Hay una alimaña
en medio del baño.
Tiro una pestaña
y no le hace daño.

*

Con el paso del tiempo las agujas del reloj se van poniendo blandas, imprecisas. Empiezan a aceptar sobornos. Se quedan dormidas, y yo las acompaño.

*

Junta las cenizas con la palita y las echa a la basura. Así termina de deshacerse de esas palabras que no quiere usar más.

*

Se multiplican los mensajes. “Hola” por “Adiós” da encuentros imposibles. “A las dos” por “No te quiero más” da lágrimas a la hora de la siesta.

*

La sangre en la puerta. La mecha encendida. El eco de los gritos. La multitud. Nada.

*

El río pasa a seis metros de altura. Va adelantado. Salpica todo. Cuando la luz del sol lo atraviesa podemos ver los peces que nadan contra la corriente. Las piedras que arrastra caen sobre tu cabeza y la mía.