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Categoría: 7. Lo demás
Supongo que, con el tiempo, las bibliotecas en las casas van a seguir el camino de los pianos. Sustituidas por la tecnología, serán cada vez más inusuales, solo para especialistas.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Las mil noches y una noche. Versión de Vicente Blasco Ibáñez. Ilustraciones de Juan Marigot. Dos volúmenes. Círculo de lectores, Barcelona, 1978.
Son unos libros grandes, pesados, hermosos por afuera y por adentro.
Los dos tomos se distinguen entre sí por la cantidad de aves que hay en el lomo. Curiosamente, en ambas tapas hay dos aves y una sola estrella.
Entre los dos tomos suman unas 1.900 páginas “en Garamond 9” (como dice en la página de los créditos). Hay ilustraciones en blanco y negro y a color, a veces con cierta audacia. La versión en castellano de Blasco Ibáñez está hecha a partir de la “traducción directa y literal al francés, Dr. J. C. Mardrus”. (Click en las fotos para verlas mucho más grandes, tapas incluidas.)
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Emilio Salgari, Morgán. Continuación de Yolanda, ó la hija del corsario negro. Saturnino Calleja Fernández, Madrid, sin fecha.
Acá van algunas páginas del libro. En todos los casos (también en la tapa), click para agrandar.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
No solo pasa con las películas. Acá van dos casos de libros con el título cambiado:
Philip K. Dick, Planetas morales. Título original: The man who japed. Ediciones Cenit, Barcelona, 1960.
Tampoco pasa solo con las traducciones:
Kurt Vonnegut, Utopia 14. Bantam Books, New York, 1954.
Como se ve, en la tapa se aclara: “Published as PLAYER PIANO by Charles Scribner’s Sons”. Casi como si Player piano hubiera sido un título falso, o provisorio, hasta que la novela logró finalmente su título “bueno”.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Ray Bradbury, El lago y otros cuentos. Editorial Pomaire, Barcelona, 1965. (Click para agrandar.)
En agosto de 1971 yo tenía diecisiete años y estaba maravillado con Ray Bradbury. Había leído Crónicas marcianas, El hombre ilustrado, Fahrenheit 451, y probablemente Las doradas manzanas del sol y Remedio para melancólicos. Todo en las ediciones de Minotauro, cuidadas, bien traducidas, respetuosas del autor y del lector. Me encontré con este libro y lo compré entusiasmado. ¡Otra colección de cuentos de Ray Bradbury!
En la contratapa no decía nada, pero como era una edición fina, de tapa dura, con sobrecubierta, había solapa. Seguramente la leí antes de comprar el libro (click para agrandar):
Llegué a casa y me puse a leer. Si confiaba en algo, era en los libros. Si algo no me podía fallar, era un libro. Había pasado y seguiría pasando por ediciones entre malas y espantosas de mi escritores favoritos, las de colecciones como Cenit, Nebulae y otras. Pero les creía a todas. Hasta que recorrí el libro recién comprado y encontré el índice.
El índice no está adelante, a la vista, por supuesto que no. En este libro el índice está atrás, en lo que sería la página 173 si estuviera numerada. Y es así (click para agrandar):
¿Pero cómo? ¿Un cuento de Bradbury, de apenas diez páginas, y después Robert Bloch, Theorore Sturgeon, Edmond Hamilton…? Sí, Sturgeon también me gustaba mucho. Henry Kuttner, que está al final, me gustaba un poco. A los demás no se si los conocía (seguro que conocía a Hamilton, pero no me entusiasmaba). Pero nada de eso era importante. Yo había comprado un libro de cuentos de Ray Bradbury, pero lo que venía era otra cosa. Me sentí profundamente estafado. Leí el libro, porque leía todo lo que compraba. Lo conservé. Pero este libro era basura de la peor calaña, era un engaño malintencionado.
Claro, después que uno ya se enteró, resulta que la solapa no dice en ninguna parte que todos los cuentos sean de Ray Bradbury. Lo que dice es que Bradbury “encabeza esta selección de cuentos”. Pero también se cuida de decir que hay otros autores. La solapa revolotea en torno de la mentira, sin deletrearla y sin desenmascararla.
Impresiona cómo ciertas cosas de adolescencia se quedan con uno para toda la vida. En este caso, lo que me acompaña cuarenta años después es la sensación de asco, rabia, impotencia, que todavía me da cuanto miro este libro.
(Buscándolo en la Web acabo de ver que hay una edición posterior, de Javier Vergara, 1977. La tapa, si cabe, todavía es más engañosa. Tercera Fundación tiene una ficha completa.)
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
August Derleth, The mask of Cthulhu. Beagle Books, New York, 1971. (Click para agrandar.)
La tapa se destaca por la variación “horrorífica” sobre la litografía de M. C. Escher:
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Manual del alumno bonaerense. Tercer grado. Primera edición, segunda tirada. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, noviembre de 1962. (Click para agrandar.)
Este fue mi manual de tercer grado. Lo usé tanto que ahora, al hojearlo después de varias décadas, todavía me acuerdo de muchas de las imágenes. A vuelo de pájaro, sorprende la dignidad general del libro. Están las grandes dosis de patriotismo exagerado y simplificado, la omisión cuidadosa de genitales en la parte sobre anatomía, el envejecimiento irremediable de muchos temas. Pero otras cosas, muchas, siguen estando bien, o al menos no despiertan nada peor que comprensión por lo que se pensaba en la época.
Es raro el ordenamiento de temas, que seguramente tendrá que ver con el programa de estudios. Se puede ver en la primera página del índice, con la alternancia de “El Virreinato” con “El trabajo” y “Manuel Belgrano” con “El suelo” (click para agrandar):
Por supuesto, hay cosas graciosas. A veces con intención, a veces porque (creo) hoy no las haríamos así. La que sigue cumple ambas condiciones (click para agrandar):
En general, un reencuentro más placentero de lo que hubiera creído.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Blogger presentó una magnífica colección de formas nuevas de ver un blog. Están disponibles para todos los blogs alojados en blogspot.com. Para encontrarlas hay que agregar /view a la dirección normal del blog, con lo que aparece la primera de esas nuevas presentaciones; para encontrar las siguientes, hay que hacer click en un botón celeste que hay arriba a la derecha, del que se despliegan las opciones correspondientes.
Aquí van descripciones y capturas de pantalla de cómo se ve Ximenez. Son apasionantes las maneras diversas en que se puede mostrar la información. (Click en cada imagen para agrandarla al tamaño real. Los links llevan a las vistas correspondientes de este blog.)
Timeslide reparte los posts en tres columnas. La de la izquierda muestra mayor detalle: fecha, imagen, fragmento de texto. La del centro ya no muestra la fecha ni la imagen. En la de la derecha hay nada más que títulos. Cada post sólo está en una de las columnas, no en las otras. Es decir, no es que un post que aparezca en una de las columnas se repita con menor o mayor detalle en otra. Al pasar el cursor sobre un post de las primeras dos columnas sale la cantidad de comentarios. Sobre la tercera columna, además de ese número también se muestra el comienzo del texto.
Un rasgo de estas “vistas dinámicas”, como las llaman, es la página infinita. Igual que pasa en Facebook y otros sitios, cuando uno llega al pie de la página se carga más contenido, y la página se alarga.
Eso sí, para ver estas cosas hay que tener un navegador moderno: en Internet Explorer 8, por ejemplo, aparece un amable cartel con links a las versiones de Firefox, Chrome, Safari e Internet Explorer que sí las muestran. Tampoco se ven en teléfonos y otros aparatos móviles.
Aquí va un video de presentación de estas vistas, donde se demuestran varias cosas que no incluí arriba:
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=fuDuNV4h_ZI]
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
La expresión “coger el tranquillo”, que desde chico encontré en tantísimos libros, fue una de esas que debí interpretar como podía mientras avanzaba en la lectura. Las traducciones que solía leer, hechas mayormente en España, funcionaban como un segundo idioma, que tenía que aprender solo. Como es lógico, no todo lo interpreté bien, ni todo me resultaba comprensible.
Pero “coger el tranquillo” fue una cosa especial. Esa palabra, “tranquillo”, me dejaba en blanco. No me acuerdo cuándo fue que la entendí como derivada de “tranquilo”, tal vez en español antiguo, tal vez salida del latín, o quién sabe qué. Pero sé que era chico, podía tener diez años. “Coger el tranquillo”, entonces, era algo así como “hacer algo con tranquilidad”, o simplemente “calmarse”. Con el tiempo ajusté la interpretación y entendí por fin que se trataba de “agarrarle el ritmo” a algo. El ritmo tranquilo, claro. El ritmo no acelerado. O algo así.
Ya sé que suena ridículo, pero es verdad. Y lo más ridículo todavía (e igualmente verdadero) es que esto me duró hasta hace poco, un par de años. Un par de años atrás, leyendo alguna otra cosa, me encontré con la palabra “tranquillo” como diminutivo de “tranco” (cosa que jamás en mi vida se me hubiera ocurrido, para empezar porque “tranco” no es palabra usual en mi idioma diario, y después porque su diminutivo, obviamente, es “tranquito”). Tranquillo = tranco cortito.
Sobrevino la iluminación. “Coger el tranquillo” era “acompasarse al tranquito”. Es decir, “agarrar el ritmo”, como ya sabía, pero derivado de “tranco”, y no de “tranquilo”.
Aún sabiendo que esta era la interpretación correcta, me llevó tiempo adoptarla de corazón. Todavía hoy, si encuentro a alguien “cogiendo el tranquillo”, mi vocecita interior se imagina la palabra “tranquillo” pronunciada como “tranquilo” pero con una l larga, tipo italiana.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).