“Doblamos a la derecha en una esquina y, de pronto, la gran ciudad ha quedado atrás. Estamos en un callejón peatonal angosto que me hace pensar en el medioevo oriental. Me acuerdo de otra novela de Murakami: el momento en que, en medio de una autopista, Aomame sale del taxi, baja unas escaleras de auxilio e inesperadamente se encuentra en lo que más tarde descubrirá que es un mundo paralelo. Eso es Tokio: una conjugación de pasado, presente y futuro que se parece más al estado onírico que a la vigilia”.
(Mori Ponsowy, Okāsan. Diario de viaje de una madre. Reservoir Books, Buenos Aires, 2019).
“En una época, para vos, dibujar y escribir no estaban separados. De hecho, nuestra habilidad de escribir solo pudo salir de nuestro deseo e inclinación por el dibujo. En el comienzo de nuestra vida de escribir y leer, dibujábamos las letras de nuestro nombre. Los movimientos que cada una requiere no se habían automatizado aún. Había mucha variación de forma, orden y orientación. Las letras eran caracteres [en inglés, también personajes], y cuando ciertos caracteres se juntaban en cierto orden, deletreaban tu nombre”.
“El domingo amaneció con cara limpia. Un cielo azul lapislázuli se alzaba sobre el centro de la ciudad, despejado de tráfico. Había algo de espejismo en el paisaje, como si las calles se fingieran transitables.

















