Me resultaron bien frases que empiezan con “el río, de noche” o variantes. En castellano, sí. Por ejemplo:
Sigo jugando con DALL·E 2, el sistema que genera imágenes a partir de consignas en lenguaje natural (ver mi post anterior). En dos días me gasté los 50 créditos iniciales que dan (gratis) para que duren un mes. Supongo que terminaré pagando por más.
A continuación, algunos resultados que tuve. Primero, la consigna. Después, una o más imágenes de las que salieron. (Puse las consignas en inglés; acá las traduzco. DALL·E genera cuatro imágenes para cada consigna).
1) Un sol verde se pone en un mar púrpura, tras un bosque de tentáculos inmensos, óleo sobre tela.
2) “El grito”, de Edvard Munch, con una jirafa.
3) (Variación de la foto que encabeza este blog).
4) Un mapa del cielo nocturno, incluyendo la constelación de la Bicicleta.
Hay más, pero me las guardo para la próxima.
DALL·E 2 es “un sistema de inteligencia artificial que puede crear imágenes realistas y arte a partir de una descripción en lenguaje natural”. Me anoté, y hace un rato llegó la invitación para jugar. A continuación, una de las variantes que produjo en mi primer intento. La descripción: “Una pintura de un croissant mirando por la ventana de noche, en el estilo de Edward Hopper” (en inglés, “A painting of a croissant looking through a window at night, in the style of Edward Hopper”).
De las variantes iniciales, esta fue la única en la que apareció la luna haciendo juego con el croissant. Así que le pedí variantes de la variante. Me gustó esta:
Tengo que seguir jugando.
En la Biblioteca Popular de Playa Blanca, Colombia, leen mi libro Tus ojos. ¡Qué cosa tan linda! (Gracias a Cecilia Bettolli por pasarme el video).
Acá está Playa Blanca:
Marte: cuarto planeta.
Mamarte: emborracharte mirando el cielo estrellado.
Cuando se estaban inventando las palabras, lo peor que podía pasar era que a una le tocara ir a la Comisión de Palabras Difíciles. La dirigía un sádico al que le encantaba ver a la gente anudarse la lengua, escupir, atragantarse, todo en sucesión rápida entre el comienzo y el final de una palabra. Por ejemplo, era el creador de abstracto. Se decía orgulloso de la creación del grupo bstr, el muy jodido.
La primera versión que se consideró de la palabra que nos ocupa fue amidala, grave, sencillita a pesar de las cuatro sílabas. Pero ya por entonces se rumoreaba que George Lucas le iba a poner ese nombre a un personaje de Star Wars, y no era cuestión de permitir que la Comisión fuera comparada con un fenómeno de masas. Lo primero que pensó el sádico director fue hacerla esdrújula: amídala. Le gustaban las esdrújulas, las consideraba un buen paso hacia lo que para él era una palabra lograda.
Aun así, amídala tenía algo insatisfactorio. Los músculos no dolían después de pronunciarla. Había que ponerle algo, preferíblemente en el punto más débil, entre la i acentuada y la d.
La salida fácil era acudir a viejos trucos, como intercalar una c o una p: amícdala; amípdala. Pero ya había tantas palabras de esas que la gente ni siquiera se escandalizaba cuando alguien las pronunciaba mal. Había (en la mente del sádico director) que buscar algo distinto. Pensó en amíbdala, incluso amíbsdala; en amírfdala; en amíxdala. Todas tenían algo satisfactorio, pero a la vez de trillado. Los hablantes iban desarrollando la habilidad de vérselas con cosas de ese tipo.
Fue entonces que se le ocurrió la brillante (en sus térrminos) idea de la g. Amígdala. ¡Qué combinación exquisita! Entre esa g y esa d, la lengua, recién salida del salto de la i, se acalambraba de la garganta a los dientes, de una manera original e insuperable.
Satisfecho y con las felicitaciones del equipo que lo acompañaba, el director de la Comisión de Palabras Difíciles volcó su atención al resto de la anatomía humana.
Hoy abordaremos la clásica confusión entre dos verbos que no podrían ser más diferentes: coser y cocer.
Coser, como sabemos, equivale a coexistir. Co-ser es ser con otro u otra, con otros u otras. Basta con entender esto para aprender a conjugarlo como corresponde; nada de yo *cosí, tú *cosiste, el *cosió. ¡Horrores! Lo correcto, indubitablemente(1) es yo cofuí, tu cofuiste, el cofué.
En cambio, cocer es matar a coces. ¡Todo lo contrario de la coexistencia! Con respecto a la conjugación, un caballo parlante y proclive a la metáfora podría decir “A ese energúmeno lo cocí a fuego lento”.
(1) Bella palabra, indubitablemente.
Angélica y Sujer la pasaban bomba en el Foro de Lectura de Resistencia, Chaco, 2012.
(La mala noticia: Angélica Gorodischer falleció ayer, 5 de febrero de 2022).