Etiqueta: Mágica Web

Cinco microcuentos

[21/5/2002]

La luz tenía el color de un viejo papel de lija.

*

En esa ciudad casi todas las calles eran contramano.

*

Ante los ojos desorbitados del empleado de correos, pegó la estampilla en el lado interno del sobre.

*

—Explíqueme esto —dijo el director del zoológico al empleado de mantenimiento, frente al huevo que acababa de aparecer en ese aviario donde todos los ejemplares eran machos.

*

Parecía una pared, pero era el nuevo vestido de tía Clara.

El beso

[21/5/2002]

Algo como casi nada

[21/5/2002]

Como una aventura,
como una telaraña,
algo como un pantano,
como rayo lento, algo
como un avión perdido.
Como un silbido suave,
como una adivinanza,
algo como estar despierto,
algo como despertarse,
como escenas de la guerra,
como amor.

Como un fósforo encendido,
como un ciego que tropieza,
casi algo como dientes,
como uñas que acarician,
como una amenaza.
Como suerte desmedida,
algo como el insomnio,
como un mapa ilegible,
casi como una queja,
como un paso de danza,
como amor.

Como una ceremonia,
como música africana,
como ruido en la pantalla,
como un rompecabezas,
como un águila que caza.
Como gripe de verano,
algo como platos rotos,
como anzuelos en el agua,
como la primera ola,
algo como casi nada,
como amor.

(Esta es la letra de la última canción que compuse, en 1991.)

[21/5/2012]

El título, “Algo como casi nada”, me siguió dando vueltas, hasta convertirse en el último verso de Como agua, el libro que hicimos Cecilia Afonso Esteves y yo, y que publicó Del Eclipse en 2009. Estas son las páginas donde aparece (click para verlas más grandes):

En cuanto a la canción: tengo una grabación de 1991, que nunca me decido a subir porque no es buena. Tampoco me puse a grabarla de nuevo. Tal vez un día me decida a mostrar lo que hay, como ya hice con tantas otras cosas.

En el año 2002 llevaba mucho tiempo sin hacer música. Volví en 2007, cuando les puse música a una cantidad de textos de la Mágica Web. Parte de eso se puede escuchar siguiendo este link.

Exagerar

[21/5/2002]

Hoy, en este preciso momento, tengo ganas de exagerar. No es algo normal en mí, diría que es algo extraordinario, muy rara vez visto: mi estilo se inclina con fuerza al understatement, o para decirlo con menor sofisticación, a la sangre de horchata. Pero ahora tengo ganas de exagerar, muchas ganas, unas ganas irresistibles, de esas que pueden sacarlo a uno del camino señalado por el destino, que arrasan planes y proyectos, que se extienden por los diversos niveles de consciencia y más abajo, por los sótanos del inconsciente, donde se agitan los sueños, los deseos, las motivaciones de reptil. Unas ganas prodigiosas, incontenibles, de las que mueven montañas, generan bifurcaciones en la historia, universos paralelos, de las que acaban con religiones enteras para crear otras nuevas, de las que derrocan emperadores y erigen semidioses. A ese tipo de ganas pertenecen hoy mis ganas de exagerar. Pero quiero aclarar que, si llego a dar rienda suelta a alguna fracción de estas ganas será de un modo civilizado, que no dañe a nadie, un modo propio de mi manera cortés y servicial de hacer las cosas. Mis exageraciones, en caso de llegar a la existencia, en caso de asomar su rostro pintoresco entre las colinas grises de mi prosa, en caso de recorrer la pluma o las teclas que se ocultan tras las palabras que elijo unir como cuentas en un collar inacabable, mis exageraciones, decía, serán inocuas para la salud pública, serán indetectables para las futuras generaciones de psicólogos que escarben en los recuerdos traumáticos de sus pacientes, serán un río caudaloso pero de aguas potables, limpias, cristalinas, transparentes, frescas, casi contradictoriamente con su carácter de torrente arrasador de convenciones, usos, costumbres. Haré lo posible, lo humanamente posible, lo que esté al alcance de las limitadas posibilidades que me han sido otorgadas en el reparto aleatorio de los dones, para que mis exageraciones tampoco generen rupturas en el devenir de mi existencia, que no produzcan un antes y un después, un quiebre en este fluir no diría suave ni tranquilo ni recto ni orientado siempre a un fin superior o siquiera a un fin, pero sí controlado, encauzado, dirigido a lo largo de coordenadas que mi no siempre sencilla comprensión del mundo y de la vida me indica que debo hacerle seguir. Las exageraciones de las que tengo tantas ganas, entonces, llegarán con la fanfarria de los bronces, el ímpetu de una manada de elefantes, el brillo de una nova, pero todo dentro de unos límites, un continente, un recipíente, un envase, una bolsita de plástico.

Bueno, ahora estoy más tranquilo.

Cinco microcuentos

[21/5/2002]

La radiación les llegaba hasta el cuello, y seguía subiendo.

*

La mosca, herida, volaba dejando una estela de humo negro.

*

Tras haberse hundido con su barco, el capitán aún se preguntaba si había sido una buena decisión.

*

El sol caía en vertical sobre el paisaje, destrozándolo.

*

Llegó a la panadería antes de hora, sólo para comprobar que el panadero tenía los labios llenos de polvo blanco.

[21/5/2012]

El tercer microcuento entró en El hilo, libro álbum que hicimos Claudia Degliuomini y yo, y que publicó Del Eclipse en 2011. Estas son las páginas correspondientes (click para verlas más grandes):

Hace pocos días aparecieron aquí, en MW+X, otros dos microcuentos de El hilo, y sus páginas en el libro.

Tuteo

[20/5/2002]

La recepcionista de la clínica tenía el hábito de tutear a todos, por teléfono o en persona, conocidos o desconocidos, sin distinción de edad, género o enfermedad. A todos, todos, todos. Excepto a mí.

Detalles del spam de hoy

[20/5/2002]

Detalles exquisitos del spam de hoy (todo rigurosamente sic):

“Oportunidad unica de seguir a distancia dsde Argentina y aun precio muy asequible. Un Curso diplomado de MOTIVACION Y COACH.N.A.C”

“Base de datos con 16322115 DE CHEQUES RECHAZADOS Adquiera mi exclusiva base de datos e incorpórela a su sistema o utilice un programa especialmente diseñado para buscar en esta base de datos. Cualquiera sea su actividad tiene que cruzar estos datos con su base de datos, hable con su programador, nuestros datos están totalmente abiertos para que los utilice como desee.”

“GRATIS damos de alta a su sitio web en mas de 200 buscadores hispanos y en 20 directorios de enlace. Para mayor información Y COLOQUE EN EL ASUNTO (o SUBJET) del mail la frase “QUIERO MAS INFORMACION”. NO USE EL BOTON “responder a” de este mail. Si no sigue estas SENCILLAS instrucciones el robot no reconocerá su pedido y NO LE CONTESTARA.”

“Hace unos minutos visité tu página a traves del buscador Ubbi y tengo una propuesta para hacerte. Hay una empresa acá en argentina que te dá un banner para poner en tu sitio (muy pequeño, de 2 cm X 3cm) y paga $ 5 pesos por cada visitante tuyo que entre a traves de ésos banners y se registre gratis (ademas de pagarte el 20% de comisiones que éstos visitantes generen).”

“5 dias y 4 noches de hotel en orlando, Florida con acomodacion de hotel en suites hasta para 5 personas, desayunos gratis y transportes desde y hasta los parques de atracciones, cena gratis para 4 personas y show de gladiadores en famoso restaurante.”

(No miré la hora. “Hoy” ya no es hoy, sino ayer domingo. Pero el spam sigue siendo spam, y todo lo anterior es apenas una selección de lo que recibí en castellano en un solo día de fin de semana. En inglés viene mucho más. Y hasta en portugués, francés, italiano…)

Virrey Vértiz

[19/5/2002]

Virrey Vértiz. Virrey Vértiz. Virrey Vértiz. Nunca consigo recordar el nombre de esa avenida. Uno tiende a llamarla Libertador, pero no, no es Libertador: Libertador está, a esa altura, al otro lado de las vías. Esa avenida se llama Virrey Vértiz.

Hace unos meses tenía que ir a Virrey Vértiz y José Hernández. Subí a un taxi y dije:

—A Libertador y José Hernández.

El taxista tomó por La Pampa, y estaba por cruzar las vías cuando me dí cuenta del error, justo a tiempo.

Hoy tuve que ir otra vez al mismo sitio. Recordando el mal antecedente, pero incapaz de pensar en el nombre de esa avenida, dije:

—Voy a Sucre y la avenida ésa que está entre las barrancas y las vías, que nunca me acuerdo como se llama.

—Yo tampoco —confesó el taxista—. La llamo Libertador, pero no es.

Conformes ambos con nuestro pensamiento homogéneo, seguimos viaje sin otros inconvenientes. Hasta que en la desolada esquina de Sucre y Virrey Vértiz (desolada en una mañana otoñal de domingo, sin gente en la plaza, con poca luz en la atmósfera, un poco fría), el taxista empezó a frenar. ¡Error!, anunciaron mis alarmas internas. ¡Otra vez error!

—Perdón, me confundí —dije—. No es acá donde voy. Es más adelante.

Para entonces estaba perdido: iba a una esquina de la que no sabía el nombre de ninguna calle. Aunque ahora sí, ahora había visto el cartel “Virrey Vértiz”. Pensé que convenía aclarar las cosas:

—Voy a una clínica que está media cuadra a la derecha.

—Ah, sí —dijo el taxista—. En José Hernández.

—Eso, claro, José Hernández.

¿Cómo había podido olvidarme? Allá fuimos, y allá por suerte llegué, y allá me diagnosticaron que no era una reacción alérgica sino una “varicela zoster”, que podemos contraer de adultos quienes tuvimos varicela de niños, y que podía doler y picar y que mejor era comprar unas pastillas específicas, aunque fueran caras.

A la farmacia, entonces, y sí que eran caras las pastillas. Y sí que duele y pica, a la vez. Es como quemaduras, no tan graves, pero la ropa no se soporta, las sábanas no se soportan, tengo un poco de fiebre, y espero que esto se acabe pronto.

Virrey Vértiz.

*

Escribo para entretenerme mientras me viene el sueño suficiente como para vencer a la varicela zoster. En tanto, se me ocurrió mirar la guía Filcar. Tengo la edición 1987, y cambiaron muchas cosas en la ciudad desde entonces. Pero casi todo, a pesar de estos terribles años, sigue en el mismo sitio.

Compruebo Virrey Vértiz, compruebo Libertador, compruebo José Hernández. Y empiezo a notar algo que nunca había visto: la curiosa distribución de acentos en esta guía. Estoy en la página 79. Primero pienso que sólo tienen acentos las íes, en estos nombres de calles escritos con mayúsculas: ECHEVERRÍA, ZAVALÍA. Y que en cambio las otras letras no los merecen: OLAZABAL, VIRREY VERTIZ, DR. ROMULO S. NAON. Pero la regla se hunde enseguida: ahí están JOSE HERNÁNDEZ (¿por qué la E de José no tiene el acento, pero la A de Hernández sí?), CAP. GRAL. RAMÓN FREIRE, el tan discutible caso de AV. CRÁMER… Y caramba, hay una excepción en sentido inverso, SUPERI, una I que debería tener el acento y sin embargo… Y aquí está NUÑEZ, y allá CRISOLOGO LARRALDE, y aquí IBERÁ, y allá ROQUE PEREZ, y ya no entiendo nada. ¿Alguien revisó esto antes de mandarlo a imprimir? ¿Lo habrán arreglado en ediciones posteriores?

Virrey Vértiz. Virrey Vértiz.

[19/5/2012]

No se acabó pronto. La varicela zoster, o herpes zoster, se lleva su tiempo. Por suerte, solo se puede tener una vez.

Acá abajo, el primer comentario es un espléndido chiste de Michel.

“Creo que los dioses aprueban la no acción”

[19/5/2002]

Hace un par de semanas escribí una compleja lista de preguntas que, entre otras sentidos posibles, apuntaban a “¿Qué hago con las cosas pendientes?”

Luisa Axpe respondió con una receta positiva, que también está por allá abajo, y empezaba así: “Hace ya un tiempo descubrí, no sin ayuda, que a mí me dan más trabajo las cosas que no hago que las que hago.”

Ahora, Jorge Varlotta le responde a Luisa:

Mi experiencia es totalmente opuesta a la de Luisa. Mi sistema consiste en hacer una lista, y dejarla por ahí. Cuando vuelvo a mirarla después de un tiempo, veo que muchísimas cosas, la mayoria, no tenían la importancia que yo les atribuí en el momento, o se habían resuelto solas, por simple devenir cósmico. Y después están las cosas que hago sin necesidad de mirar la lista. De un modo u otro, todos los ítems terminan tachados.

Cuando me vuelvo obsesivo en mi afán de cumplir con las tareas apuntadas, a menudo debo reconocer que los resultados no son los que esperaba. Caso del oculista. A fines de diciembre me regalaron 90 títulos de El Séptimo Círculo, casi todos con letra chica. Había como 70 que no conocía. Empecé a leer a un ritmo aproximado de uno por día, y a fines de enero tenía los ojos a la miseria. El oculista me dio hora para un mes después, y arrastré un largo sufrimiento. Finalmente llegó el día, el tipo me recetó los nuevos anteojos, pero no tenía plata para mandarlos a hacer. Mientras tanto, las novelas se terminaron, y además empezó el otoño. El cambio de temperatura y el relativo descanso (no dejé de leer, pero la letra ya era más grande) le quitaron toda urgencia al asunto; los ojos volvieron a su estado anterior a enero. Todavía tengo ahí las recetas, en espera de una nueva crisis.

Lo que Luisa no tiene en cuenta, me parece, es que un exceso de actividad genera listas de tareas demasiado nutridas. Cuando resolvés algo, ese algo resuelto crea nuevas tareas. Son muchísimas más las veces que me arrepiento de haber hecho, que de no haber hecho algo. Creo que los dioses aprueban la no acción.

[19/5/2012]

Antes:

Abajo se ve un comentario con el que Luisa, a su vez, le respondió a Jorge.

Cinco microcuentos

[19/5/2002]

Esa mañana el árbol estaba junto al lado izquierdo de la puerta.

*

Salió el sol, y ya no lo dejaron entrar.

*

Estos pájaros migran hacia el oeste, huyendo de la noche.

*

Cerró la puerta con llave y se tiró por la ventana.

*

Debía soñar con mariposas o estaba perdido.

[19/5/2012]

Nueve años después, el segundo y el tercero de estos microcuentos encontraron lugar en El hilo, libro álbum que hicimos Claudia Degliuomini y yo, y que publicó Del Eclipse en 2011. Estas son las páginas correspondientes (click para verlas más grandes):