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De pesca

[1/4/2003]

Mi padre fabricó una caña de pescar a partir de una caña común: la cortó, le quitó algunas asperezas y le ató una tanza. Era un gran proyecto para mis ocho o nueve años, ir de pesca por primera vez en la vida. Lo que más me gustó fue la boya roja que mi padre compró en una casa de pesca, además de un par de anzuelos de distintos tamaños.

Me explicó todos los secretos de la pesca, que se podían resumir así: el pez, atraído por la carnada, va a comer y entonces se queda enganchado en el anzuelo; al tirar de la tanza alerta al pescador, que debe sacarlo del agua.

¿Carnada? Mi padre escarbó en el jardín y sacó varias lombrices, que movían la cola como si esperaran una oportunidad en la vida. Las metimos en una lata antes de que se dieran cuenta de nada.

Fuimos a la Costanera, que por entonces solía dar al Río de la Plata, los dos solos. Sacamos la caña, mi padre selló la suerte de una lombriz ensartándola en el anzuelo y lanzó anzuelo, lombriz y boya al agua. Yo estaba tan excitado que me puse a saltar alrededor de él y, sin querer, le di una patada a la lata de lombrices y la tiré al agua.

Hasta ahí llegamos con la pesca. Mi padre no dijo nada. Pero por algún motivo ni él ni yo volvimos a intentarlo. Así empieza la historia de mis culpas.

Festival de Gabriel

[31/3/2003]

Clima

[31/3/2003]

Quince grados, sol radiante y feriado: el clima ideal.

nov smov kapop

[31/3/2003]

Me escribe Jorge Varlotta:

La frase del título, que cito de memoria y está sujeta a error, aparecía en una historieta llamada Sansón, que publicaba Billiken allá por la década del 30 o quizás del 40. Concretamente era la leyenda de un cartel que enarbolaba un extraño personaje que nada tenía que ver con la historia; aparecía de tanto en tanto en el fondo. Una vez vi a este personaje, con ese cartel, en el fondo de una historieta de Mad.

No pude encontrar nada en google, y quisiera saber quién es el creador de la historieta y cuál era el título original. Tengo la teoría de que es el mismo dibujante de otra historieta que se publicó hace años en un diario uruguayo con el título de Cuarto y comida. Era totalmente incomprensible, disparatada, existencial, genial. Encontré títulos parecidos, en inglés, pero no eran ésa.

Tal vez alguien de tu red sepa algo al respecto. O vos mismo, sin ir más lejos.

Yo no sé. ¿Y los lectores de esta página?

Actualización: Javier, de Maldita sea, contestó la pregunta en los comentarios de este post. Pero luego encontró más información y la puso en su weblog.

[31/3/2003]

No encuentro más a Javier. Una pena.

Fotos sueltas

[28/3/2003]

Encuentro

[27/3/2003]

En medio del desfile de gente desconocida que recorre la avenida Crámer viene un hombre que me resulta vagamente familiar. La barbilla hacia adelante, el pelo gris peinado sobre la frente, la mirada con algún rencor antiguo que no se puede descifrar. El problema es que no sé si debo saludarlo o no. Está fuera de contexto: podría ser un vecino de mi edificio, y entonces el saludo sería obligatorio, pero también podría ser alguna de esas personas que cruzo con cierta frecuencia pero con quienes no hay relación alguna. Por un momento le veo en la expresión la misma duda: sus ojos se detienen en mí una décima de segundo extra, ese momento clave del posible reconocimiento que no termina de cuajar.

Ambos seguimos caminando, uno hacia el otro, usando lo que podría llamar carriles paralelos en la vereda. La tensión dura varios metros, un tiempo ilimitado a la velocidad del pensamiento pero que en el reloj no puede ser más que dos o tres segundos. Entonces, de pronto, caigo: es el dueño de ese lugar donde venden unas empanadas horribles, digo “venden” pero en realidad no deben vender nada, y si alguien les compra después seguro que vuelve a preguntar cómo demonios pueden hacer algo tan incomible. Es ese tipo al que sólo una vez le hablé, justamente para pedirle empanadas de las que luego me arrepentí inmensamente, pero al que veo casi cada día, camino a la casa de mis padres.

Qué alivio el reconocimiento, qué suerte evitar ese movimiento de cabeza incómodo que según el caso se pueda interpretar como saludo o como tic, esa señal de desorientación que luego vuelve como material de pesadillas. Y es un reconocimiento sin saludo, claro, porque el saludo no corresponde. Es algo, tal vez lo único, en que estamos de acuerdo, y si lo pienso bien no deja de ser una forma diferente de saludo. Él también sigue de largo, pasa junto a mí como yo junto a él. De ahí en más nos ignoramos.

Norte sur este oeste

[26/3/2003]

Las patentes del día

[25/3/2003]

Las patentes del día: SXO y SXY.

Juro que estaban a menos de cincuenta metros una de la otra, sobre la calle Echeverría, cuando volví de llevar a Gabriel a la escuela. SXO a un lado de la avenida Crámer, SXY al otro.

Después, sobre Vidal, vi SAX, pero ya no me pareció tan importante. Y otra vez SOS: creo que vive por ahí.

Oscar

[24/3/2003]

Nicole Kidman acaba de ganar un Oscar a la mejor nariz.

[24/3/2013]

Diez años más tarde tal vez haya que explicar el chiste. Fue el Oscar que le dieron por hacer de Virginia Woolf.

Las patentes del día

[24/3/2003]

Las patentes del día: CRY, SOS.

Las tres letras con que empiezan las patentes de autos son el origen de un deporte irresistible, al menos cuando el nivel neuronal anda realmente bajo. Hay que mirarlas y encontrar palabras en ellas. Y si no hay palabras completas, entonces completarlas uno mismo. Ayer, con mi mujer, tratábamos de adivinar cómo se llamaría el dueño de un auto cuya patente empezaba con DGO:

—Diego.

—Domingo.

—Dogo.

A veces también pensamos en cosas importantes, si no queda otro remedio.