[26/11/2002]
Etiqueta: MW+X
[26/11/2002]
“Suenan las campanas” es una frase cargada de sentidos. Omnipresente en un mundo donde las campanas sonaban todo el tiempo. ¿Y ahora? Habrá que buscar otros referentes, porque las campanas sólo existen para el creyente y el turista.
(Hace más de veinte años escribí en una estrofa de una canción: “Cuando suenan las campanas pasa un tren/ y no las puedo oír./ La verdad es que ni siquiera/ las puedo ver./ No sé dónde están./ No sé si quedan.”)
Me encontré con esa campana como turista, claro. La foto es una captura del video que tomé en el campanario de la Giralda, Sevilla, en mayo de 1991.
[25/11/2002]
La filosofía imperante en el mundo está basada en el clásico cartel de almacén:
De este modo se logra cumplir una serie de objetivos:
- No oír la pregunta indeseada.
- Crear en el otro, falsamente, una ilusión con vistas al futuro.
- Hacer creer que se tiene sentido del humor.
[25/11/2002]
Compramos en Musimundo un juego de compu para Gabriel. Tratamos de instalarlo, pero pide un número de serie que no encuentro en ninguna parte. Volvemos a Musimundo, donde un vendedor con buena vista me señala dónde está el número, en cuerpo 3. Me siento muy estúpido. Llegamos otra vez a casa, ponemos el número de serie y el juego no anda. Tampoco explica qué le falta para andar. Pero vienen unos jueguitos chicos, freeware, de yapa. Nos conformamos.
*
Una página que visito en la Web reclama que instale el Quick Time 6. Creí que lo tenía, pero bueno, digo que sí. La página igual no anda. Pero el Quick Time se instala cómodamente en la SysTray (¿se llama así?), de donde me tengo que tomar el trabajo de quitarlo, como tantas otras cosas antes.
*
Llamo a una empresa grande para hacer una consulta. Me atiende un aparato: “Diga nombre y apellido de la persona con quien quiere hablar, o marque su número de interno.” Como no conozco a nadie en ese lugar, ni por nombre ni por número, me quedo callado. Segundos después vuelve el aparato: “No hemos identificado el nombre de la persona con quien quiere hablar. Por favor, diga nombre y apellido de la persona con quien quiere hablar, o pronuncie la palabra ‘operadora’.” Ah, digo; mejor dicho, pienso, porque lo que digo es: “Operadora.” El aparato se toma otros dos segundos, y luego: “Lo comunico con la operadora.” Me atiende la operadora. Le explico de qué se trata. “Un momento por favor”, y me pasa con otro aparato: “Diga o marque uno si blablablá, diga o marque dos si blebleblé, diga o marque tres si blibliblí, o aguarde y será atendido por la operadora.” Aguardo. Me atiende la operadora, que es otra. Le hago mi consulta. Ahora sí. “Un momento por favor, que ingreso los datos en el sistema.” Un rato más tarde me ofrece mandar un fax. Acepto, pero la máquina se quedó sin papel: casi no la usamos, y el otro día alguien mandó propaganda. Salgo bajo la lluvia a comprar. Pero caramba, no anoté el nombre de la segunda operadora, y tengo que llamar de vuelta.
[24/11/2002]
A pesar de todo también hay buenas noticias. El envase nuevo de Sucaryl tiene una tapa mejorada. Ahora, con cada sacudida del frasquito sale exactamente una pastilla, y no cero, tres, cinco o cualquier otro número arbitrario como ocurría antes. Lástima que en los próximos días nos iremos olvidando de este hito, de este detalle que perfecciona nuestras vidas al menos dos o tres veces cada día (según la frecuencia con que tomemos café), de este avance hacia un futuro que hasta podría ser promisorio si pusiéramos las expectativas en un nivel realmente, pero realmente, bajo.
[24/11/2002]
Tendemos a pensar que el presente se perpetúa en el tiempo, sin cambios, o en todo caso con cambios selectivos, precisos, quirúrgicos, aunque no siempre para mejor. Sin embargo es todo lo que cambia, y con un grado de profundidad que, aún sabiéndolo por experiencia, nunca podemos prever.
Pienso en esto porque me vino a la cabeza una imagen del mundo y de la vida diaria de cuando yo tenía siete años, en 1961. Una imagen que empezó a crecer, a cobrar vida, a extenderse con los conocimientos que ahora tengo de esa época. Y se me ocurrió comparar ese entonces con el presente, en que mi hijo está por cumplir siete años.
Después pensé: no, un momento, ¿por qué no comparar hacia atrás, con el año 1931, cuando mi padre cumplió siete años? La diferencia entre ambas épocas, 1931 y 1961, es inmensa, casi incomprensible. No sólo en la política internacional, no sólo en los grandes acontecimientos de la ciencia y el arte, sino en la vida de todos los días, el desarrollo de cada minuto de cada día de cada persona. Tan inmensa y tan incomprensible como la diferencia entre 1961 y 2002. Y es un golpe darse cuenta de que mi padre ha vivido dos veces esa asombrosa mutación, y dos veces no pudo preverla, del mismo modo que nadie en el mundo pudo preverla.
Entonces, ahora, la pregunta “¿cómo será el mundo, la vida, cuando el hijo de mi hijo cumpla siete años?” es una pregunta importante, válida, inevitable. Pero no tiene ningún sentido. La única forma de saber la respuesta, como en esos procesos caóticos (autómatas celulares, por ejemplo) donde la matemática pone una situación inicial y un algoritmo pero no puede prever los resultados, es vivir cada día, procesar cada segundo hasta ese momento. Sólo que cuanto más se piensa en eso más intolerable resulta, y más fuerte es la tentación de volver a pensar, a pesar de la evidencia, que el presente, este presente, de una buena vez y para bien o para mal, se perpetuará nomás en el tiempo.
[24/11/2002]
Agamenlón. Rey perezoso. Todo quería que se lo hicieran los demás.
Apollo. El más pequeño de los hijos de Zeus. Tenía dos alitas que al spiedo salían muy tiernas.
Atlas. Titán condenado a hacer todos los mapas.
Mininotauro. Monstruo con cabeza de toro y cuerpo de gatito.
Plantón. Filósofo que siempre dejaba a los otros esperando.
Platonto. El más estúpido de los filósofos.
Yo, casta. Madre de Edipo, que siempre insistía con que era virgen.
[23/11/2002]
Hu’s on First? (The Washington Times) “Celebrated playwright James Sherman is author of a hilarious ‘Hu’s on First?’ sketch that he penned — dripping wet — this week after the Communist Party chose Chinese Vice President Hu Jintao as its new general secretary.” (Es de lo más gracioso que leí en los últimos tiempos. Me llegó por email de varias fuentes, y empecé también a difundirlo, hasta que finalmente apareció el texto completo en la Web.) (Link de Dan Gillmor.)
Agreguemos a The Washington Times a la ya larga lista de diarios que no mantuvieron vivas las direcciones de los artículos. Ahora se puede leer acá.