Etiqueta: MW+X

Enrique Morente

[9/5/2002]

Hay que escuchar a Enrique Morente, de verdad, hay que escucharlo con todo sobre la mesa. Y especialmente un disco llamado Lorca. Se dice que Morente es un cantaor flamenco, pero más que nada es un retorcedor profesional de tripas. (Gracias a Roberto Sotelo por el dato.)

[9/5/2012]

Wikipedia: Enrique Morente (quien falleció en 2010).

Una muestra en YouTube:

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=VDAbhRzlxiA]

El dragón

[9/5/2002]

Tengo mucho trabajo que hacer, con o sin ganas, día tras día. Tengo una familia de la que ocuparme, porque así lo elegí. Tengo amigos, pocos pero buenos, a quienes quiero atender. Tengo que dormir la siesta, como sea, interrumpiéndolo todo. Tengo trámites pendientes, de los que me obligan a salir de casa o llamar por teléfono. Tengo que leer, por gusto y porque hay que hacerlo, diarios, libros, websites, email, con la pantalla en progresiva sustitución del papel. Y además, como si nada fuera suficiente, tengo que darle de comer al dragón.

[9/5/2012]

Sigo teniendo que darle de comer al dragón. Es, al mismo tiempo, lo mejor que hay y un esfuerzo doloroso. Pero no puedo parar. Después de todo, no es que yo sostenga al dragón sino que el dragón me sostiene a mí.

Me duele la cabeza

[9/5/2002]

Me duele la cabeza. La molestia arranca en un lugar de la espalda, mejor dicho un arco que va de hombro a hombro pasando por una vértebra dorsal. Desde ahí, en ondas radiales, avanza y crece hacia un punto en la base del cuello, ese sitio podrido que odio tanto. El cuello en sí no está tan mal, pero arriba, en la nuca, hay problemas. Hamacar la cabeza de un lado a otro no ayuda, salvo a marearme. Las aspirinas todavía no hicieron efecto.

Es raro que me duela la cabeza. Me dolía muy seguido años atrás, pero dejé de fumar y los dolores casi terminaron. Hoy, sin embargo, el monstruo se despertó otra vez. Me pregunto qué habré hecho.

También es raro que pueda rastrear el momento exacto en que empezó el dolor. Primero sonó mi despertador, a las seis y media, como todos los días. Lo apagué y seguí durmiendo: no siempre consigo levantarme enseguida. A las siete menos diez sonó el despertador de mi mujer, con el que siempre acabo de despertarme. De algún modo me las ingenié para quebrar la rutina y, sólo por hoy, incorporarlo a mi sueño. Estaba soñando tan felizmente. No recuerdo qué, mi costumbre es borrar los sueños, pero era feliz. Mi mujer debió tocarme el brazo para que una parte de mí decidiera que ya era hora. Reaccioné rápido, me senté de golpe, y ahora me acuerdo de que en el sueño, abruptamente, algo me hacía enojar, algo estúpido, un impedimento que otros ponían inútilmente, sólo para molestar, algo que no puedo describir pero siento otra vez como si estuviera ocurriendo. Y ahí, en ese instante entre el segundo en que empecé a reaccionar y el segundo en que estuve del todo sentado, llegó el dolor.

Después, más o menos, me olvidé. Volvió hace un rato. No perdona, nunca perdona. Ahora tengo que hacer penitencia.

[9/5/2012]

Donde dice “aspirinas” ahora diría “ibuprofeno”. Pero hace diez años eran aspirinas nomás. Me sorprendí con eso.

Los techos

[9/5/2002]

El martes se me ocurrió escribir acerca de los techos que veo desde mi ventana. No sabía, y recién ahora lo descubro, que blip ya lo había hecho el día anterior (aunque tenemos modos diferentes de irnos por las ramas).

[9/5/2012]

Mis techos siguen en pie, los de blip no. El post en cuestión está en MW+X.

Linkódromo

[9/5/2002]

A la izquierda, un texto lleno de links. A la derecha, el espacio necesario para una foto. Al clickear en uno de los links, aparece la foto correspondiente. Un experimento hipnótico, que lleva a soñar con las posibilidades. Lo está haciendo Felipe Ossandon, en Chile, en una columna semanal llamada Linkódromo (hacer click en alguno de los títulos que se ofrecen). Hay que verlo para darse una idea del efecto. (Vía E-Media Tidbits.)

(Nota del 7 de agosto de 2003: actualicé el link, avisado por el autor de que el Linkódromo cambió de dirección.)

[9/5/2012]

El Linkódromo ya no existe. Sin embargo, encontré una columna de abril de 2002.

Nuevo rubro

[8/5/2002]

¿Cambio o no cambio de rubro? Cansado de mi trabajo de siempre, hoy recibí por email la publicidad no solicitada de un posible nuevo emprendimiento. Me siento realmente tentado. El remitente es un señor “Curso de Lombricultura”. Pensé en escribirle: “Estimado Sr. Curso: No sé si sirvo para la tarea, porque esos bichos me dan un poco de asco.” Pero es mejor que lo piense otra vez antes de descartar la posibilidad. Me pregunto si envían material por correo.

[8/5/2012]

Como bicho urbano que soy, me cuesta mucho mirar las páginas de resultados de buscar “lombricultura” en Google Images.

A los seis años, Gabriel inicia su carrera literaria

[8/5/2002]

* (N. del E.) “SARMANTI CRUSO LOS ADES” viene a ser “San Martín cruzó los Andes”, por una canción escolar. El resto, o no requiere traducción, o no la tiene.

0-3

[8/5/2002]

Fue al Policlínico Bancario a sacarse una radiografía, vacunarse contra la gripe y comprar unos remedios. Placas no había, con la vacuna aún no empezaron, medicamentos no quedaban. Mi viejo y su obra social de toda la vida.

[8/5/2012]

Así fue. Años después, con internaciones y otras penas, las experiencias serían más graves.

Hermosos, radiantes, perfectos

[8/5/2002]

No eran siempre los mismos, ni en la misma cantidad. De pronto había ocho, pero algunos se iban y aparecían otros, y eran doce, y luego cuatro, hasta que sólo quedaban dos mientras en el fondo las hojas de otoño cambiaban de forma. Traté de contar cuántos eran en total, pero no podía distinguirlos con claridad: me parecieron catorce hasta casi el final, cuando descubrí que había nada menos que veinticuatro.

Se movían como si en eso les fuera la vida. Saltaban, corrían, giraban. Daban unos pasos con las piernas rígidas y lanzaban los brazos al aire, caían al piso y volvían a levantarse. Se abrazaban, se tomaban de las manos para lanzarse al aire. Dos estaban a punto de besarse y lo impedían, se alejaban, pero volvían a acercarse como si los uniera algo invisible. Alguien andaba de costado, como un cangrejo de dos patas, en busca del abrazo de algún otro que a su vez ya se había disparado en distintas direcciones.

A veces se sentaban en el suelo, o se echaban a descansar en una u otra posición. Entonces se les veía la respiración acelerada, el ensancharse y angostarse repentino de pecho y abdomen. Pero aún así estaban atentos, con los músculos preparados, a punto de saltar otra vez en cuanto llegara la señal. Sin aviso nos miraban, me miraban, y en la mirada yo comprendía algo esencial para la situación: en ese instante y de esa manera, esta gente era feliz.

Había hombres y mujeres, todos con camisetas musculosas, hombros al aire, pechos expandidos, brazos de escultura griega. Todos hermosos, radiantes, perfectos. Los hombres llevaban pantalones largos, las mujeres faldas que hacían volar en curvas cada vez más difíciles. Casi siempre andaban de a dos, se complementaban en ejercicios que hasta parecían dolorosos pero que llevaban adelante con sonrisas, brillo en los ojos, manos abiertas.

Me alegraba verlos. No con la misma felicidad de ellos, nunca con esa intensidad, pero me alegraba. Daban ganas de respirar a ese ritmo, de moverse con esa determinación, de saber tan idealmente dónde ir, qué hacer, qué esperar de los otros.

Claro que en la vida real no hay violines que ayuden tanto.

(Las 8 estaciones, espectáculo de danza dirigido por Mauricio Wainrot en el Teatro San Martín.)

[8/5/2012]

Encontré un breve artículo de Mauricio Wainrot sobre su obra. Incluye fotos.

Clima extraño

[8/5/2002]

Hay algo extraño en el clima que estamos teniendo en Buenos Aires. Hace varios días que la temperatura pasa de veinte grados, hay un sol radiante, la humedad es razonable. Pero esto es mayo, hoy es ocho de mayo. No es primavera, es otoño, y bien avanzado.

La gente todavía no lo cree. Todos salen con abrigos, capuchas, miran al cielo sospechando trampas o sorpresas. Claro: cómo creer en algo, aquí en Buenos Aires, en esta época. Ni el clima, el auténtico clima, el meteorológico, es digno de confianza.

(Me acuerdo del chiste de Mafalda, que siempre me gustó repetir. Lo cuento de memoria. Llueve, y Guille, que está harto, dice algo como “¡Ezte gobiedno!” o “¿Ez pod el gobiedno?”. Mafalda comenta: “El pobre todavía no sabe repartir bien las culpas.”)

[8/5/2012]

Pasa algo parecido estos días. Clima cálido, sol radiante. Pero no parece tan raro como diez años atrás, como si nos estuviéramos acostumbrando.