En el último cuarto del siglo XX la población fue decreciendo a un tres por ciento mensual. Abundaban las casas con fantasmas reales o inventados. Los árboles se hicieron más delgados y altos. Un historiador se volvió loco. Cambiaron los nombres de las calles, a veces sin aviso. El río se puso gris, del color del puente. Un verano dejó de haber mosquitos. Cerraron las dos ferreterías, abrió un kiosco nuevo, robaron los cables de teléfono. Hubo un crimen que salió en los diarios de la capital. Los yuyos crecieron entre las baldosas. El viento empezó a soplar con tanta fuerza que ahora las sombras crecen en la dirección equivocada.
Sorprendente. O no tanto, conociendo al autor.
Me encantó la última línea.
Sigamos así, que vamos bien. Como las sombras.