En mi lento pero seguro regreso a la música, estoy preparando una serie de “sonorizaciones” de textos cortos publicados aquí, en la Mágica Web. Esta es la primera, sobre un post del 13 de abril de 2004.
P.D.: Es mi voz, procesada.
(23 de marzo: nueva mezcla. Agrego la letra.)
Ray siente la cabeza llena.
De pie junto a la puerta de servicio, embutido en el traje negro, con la mano en la pistola y la pistola apenas oculta bajo el saco, los lentes oscuros para disimular la mirada de reojo, el labio superior apenas torcido hacia arriba, Ray se da cuenta de que tiene el cerebro colmado.
Ray siente la cabeza llena.
Ha visto demasiado, ha oído demasiado, los recuerdos verdaderos y los recuerdos falsos han ido llenando cada rincón de memoria hasta no dejar más sitio.
En los últimos días Ray ha experimentado la pérdida de algún momento de su vida, especialmente de la infancia, pero ahora viene algo peor, algo enorme, definitivo, un colapso.
Ray piensa si debería sacar el celular del bolsillo, marcar unos números y despedirse de alguien, pero desiste.
No vale la pena.
Y tal vez ni siquiera tenga tiempo, porque ahora que se acerca ese niño en bicicleta, ahora mismo Ray sabe que otro golpe de pedal ya no encontrará lugar y así vendrá la catástrofe.
No bastará esta vez con eliminar años enteros de la escuela, o las caras de sus amantes, o las estadísticas de béisbol aprendidas a lo largo de toda la vida.
Ray siente la cabeza llena.
Ray necesita una solución, ahora mismo, pero tampoco le queda sitio para pensar en soluciones.
El dedo índice se enrosca al gatillo, la pistola asoma del saco y parece que fuera a apuntar sola.
Ray siente la cabeza llena.
Entonces se oye el primer disparo, pero no viene del arma de Ray sino de adentro del edificio, allá donde la explosión hiere las paredes cubiertas de graffiti.
Con precisión de cirujano, la bala elimina en un instante cada fragmento de escuela, cada rasgo de amante, cada partido de béisbol, cada niño que ha pedaleado ante los ojos de Ray, y así Ray tiene un momento, un solo momento del que casi no llega a darse cuenta, un momento brevísimo pero suficiente, valioso, inapreciable, de alivio.
Me alegro que vuelvas a la música, es por otra parte, un bello recuerdo de otros tiempos, cuando los álamos del bosque,les respondian a los pájaros que se les acercaban volando bajito, una mañana de septiembre……..un murmullo apenas.
Miguel: Me impresiona, y me alegra muchísimo, que conozcas esa canción, y además te acuerdes. ¡Hace treinta años que la escribí!
Es que como los álamos, la sombra de los que ya hemos crecido, va mas allá del tiempo. Un placer muy especial recuperarte a vos y a ese momento.
Quizás, como no la tengo grabada, puedas, aunque mas no sea para mí,subirla al blog para volver a escucharla
No tengo un buen registro de esa canción, Miguel. Lamentablemente, la única grabación que quedó se oye bastante mal, y apenas sirve para darse cuenta de que ahí hay algo.