La misma frase está en la contratapa de la edición en castellano que hizo Salvat, dentro de la “Biblioteca Científica” que tanto disfruté en los ochenta, cuando leía más ciencia (divulgación, digamos) que otra cosa.
De los cien títulos de la Biblioteca Científica Salvat, y los leí casi todos, El gen egoísta es el que más me movilizó, el que me quedó grabado, el que me llevó a hacer cosas.
Lo malo de la situación es que no encuentro mi ejemplar por ninguna parte. ¿Lo presté? ¿Se cayó detrás de un mueble? Misterio. Por eso es que robé imágenes de otra parte.
Un punto notable del libro, por si hacía falta algo aparte de la tesis central, es que en el capítulo 11, “Memes: the new replicators” Dawkins precisó un concepto para el que inventó la palabra “meme”, la que tanto usamos ahora, para designar la unidad de sentido que se replica culturalmente a la manera en que los genes se replican en los organismos vivos. Cito del inglés (que sí tengo a mano, a diferencia del ejemplar en castellano) los dos párrafos claves:
But do we have to go to distant worlds to find other kinds of replicator and other, consequent, kinds of evolution? I think that a new kind of replicator has recently emerged on this very planet. It is staring us in the face. It is still in its infancy, still drifting clumsily about in its primeval soup, but already it is achieving evolutionary change at a rate that leaves the old gene panting far behind.
The new soup is the soup of human culture. We need a name for the new replicator, a noun that conveys the idea of a unit of cultural transmission, or a unit of imitation. ‘Mimeme’ comes from a suitable Greek root, but I want a monosyllable that sounds a bit like ‘gene’. I hope my classicist friends will forgive me if I abbreviate mimeme to meme. If it is any consolation, it could alternatively be thought of as being related to ‘memory’, or to the French word même. It should be pronounced to rhyme with ‘cream’.
Hay que recordar que esto apareció en 1976, mucho antes de la realidad meme-intensiva que vivimos.
Para dar una idea de cómo me motivó este libro, reproduzco la primera página de un artículo que escribí para la revista Cacumen, “Orquídeas imaginarias vs. hongos simulados”, que algún día voy a rescatar entero para el blog. Salió en el número 44, septiembre de 1986.