Sexta entrega del Correo de Imaginaria. Revista Expreso Imaginario N° 35, junio de 1979. Ilustraciones de Resorte Hornos. Abajo va el texto digitalizado.
Calendarios
En Imaginaria se conoce un calendario por cada estrella del cielo. Por lo tanto, no sólo hay muchos calendarios en un mismo lugar, sino que además los calendarios del hemisferio sur son totalmente diferentes de los calendarios del hemisferio norte, y hay que ver lo que pasa cuando un imaginariano viaja de uno a otro, y quiere que sus domingos sean domingos, cuando se han reducido a lunes.
En realidad, este es el menor de los problemas que trae tanta abundancia de calendarios, y ni siquiera hablamos de sus ventajas. Pero es un tema por el cual no vale la pena preocuparse, a menos que uno sea imaginariano.
El espectador
En Imaginaria hay un oficio más antiguo que todos los oficios, tan antiguo que el primero que lo ejerció fue el primer imaginariano que se sentó a mirar a su alrededor.
Se trata del oficio de espectador.
Por ser el más antiguo, es también el más perfeccionado, el más respetado por todos, y el que menos maestros verdaderos reconoce. Es difícil encontrar un Auténtico Espectador, de esos que tienen tras sí padres, abuelos y veinte generaciones más de Auténticos Espectadores. Cualquiera puede ser aficionado, y casi todos lo son, porque parece fácil, pero adentrarse en el arte de Mirar y Recibir requiere más de una vida.
La visita de un Auténtico Espectador se anuncia en los pueblos de Imaginaria con semanas de anticipación, para que nadie se lo pierda, y es así que el Espectador debe ir cuatro, cinco y hasta diez veces a un teatro, de modo que todo el mundo tenga la oportunidad de ser visto por él.
El Auténtico Espectador se sienta y adopta una actitud tal que nadie repara en él. Si uno no sabe que está presente, puede pasarse días a su lado sin notarlo. Pero es tanta la publicidad que lo rodea, tanto el dinero que gana, que la tentación de quedarse frente al punto (casi vacío) que él ocupa es irresistible, tan irresistible como la tentación de transformarse en espectador del Espectador.
De ese modo, los músicos, los actores, los ilusionistas, los bailarines, ceramistas, poetas, prestidigitadores, pintores, dibujantes, escultores, atletas, se amontonan a las puertas de donde él se encuentra, discuten, pelean, muestran sus trucos, sus obras o sus cuerpos para conseguir una entrada. Y aquellos que obtienen un aplauso, o una mirada de aprobación, y hasta una palmada en el hombro, del Espectador, vuelven a sus casas con el corazón apurado y las piernas temblorosas.
Después, los espectadores aficionados del pueblo los persiguen a la busca del detalle que el Auténtico Espectador supo ver, el detalle que una vez descubierto pueda transformarlos también en Auténticos Espectadores.
Leyenda
Se dice que en Imaginaria vivió un animal sin nombre que tenía un espejo en el lomo y pasaba los días y las noches viendo el cielo en sí mismo. Pero el cielo cambiaba muy poco y casi siempre mostraba las mismas cosas, de modo que el animal se aburría, y sólo quería encontrar nuevas cosas que reflejar, y vagaba por muchos países. Era difícil verlo dos veces en un mismo lugar.
Se dice también que por aquel entonces había un pájaro cubierto por las más hermosas plumas, tan hermosas que donde el pájaro aparecía no salía el arco iris. Además, se lo veía hacer piruetas que ningún pájaro era capaz de imitar, subía y bajaba de las nubes a la tierra en un segundo, se dejaba caer hasta la altura de un pelo y después trepaba otra vez, volando con un ala, volando hacia atrás, hacia los costados, dejando figuras geométricas en el aire.
Sin embargo, no se veía que el pájaro fuera feliz, aunque todos los admiraran, aunque se reunieran multitudes de animales para presenciar su vuelo.
Ocurría que el pájaro quería verse a sí mismo, porque hasta ese momento era el único que se había perdido tan grande espectáculo. Había probado ya el ver su reflejo en un lago, pero el agua se movía y le mostraba alas deformes y juegos absurdos.
Fue así que el pájaro y el animal que tenía un espejo en el lomo no tardaron en encontrarse, y desde entonces anduvieron juntos por todas partes.
El pájaro volaba sobre el animal y se veía a sí mismo, y de ese modo perfeccionó aún más sus piruetas, y el color de sus plumas fue más brillante, porque las cuidaba más que nunca. El animal no se cansaba de verlo y reflejarlo y ver su reflejo como si el pájaro volara dentro de sus entrañas.
Para muchos la historia termina aquí, y ambos vivieron felices, cada vez más perfectos, el uno para el otro y el otro para sí mismo. Pero parece que mucho tiempo después empezaron a extrañar el mundo y las cosas que había hecho uno y reflejado el otro, y así volvieron a ir por distintos caminos.
Del animal que tenía un espejo en el lomo se sabe poco. Hay quien supone que encontró a otro de su misma especie, y entre amor y amor se reflejaron entre sí, enfrentaron sus espejos y miraron el infinito.
El pájaro volvió a su lago, al reflejo de alas deformes y juegos absurdos. Allí se reunió otra vez la multitud que lo admiraba y que tanto lo había esperado, y tuvo la comprensión y el amor de todos.
Pero en poco tiempo perdió toda su belleza y la belleza de su vuelo. Murió antes de lo esperado, a la orilla del lago, un puñado de plumas arrugadas, porque el amor y la comprensión de los otros no reemplazaron la comprensión y el amor de sí mismo.