ÍNDICE
Capítulo I. Donde se habla de un desequilibrio y se experimenta otro
Capítulo II. Donde nuestro héroe se descubre en el ojo de la tormenta
Capítulo III. Donde el pie, la vereda y los demás adoptan ángulos disímiles
Capítulo IV. Donde se acompaña una horizontalidad con otra
Capítulo V. Donde se discute el dolor
Capítulo VI. Donde se descubre, con pesar, el otro dolor
Capítulo VII. Donde llega sin anunciarse el otro dolor más
Capítulo VIII. Donde se calculan las medidas de una catástrofe
Capítulo IX. Donde es hora de escribirle al querido diario
Capítulo X. Donde se inquiere sobre el futuro
Mes: septiembre 2018
Cuando me dedique a la plástica, voy a hacer la siguiente instalación.
Voy a poner una vitrina de entomólogo, gigantesca, y en la vitrina cientos, tal vez miles, de chicles masticados, de toda clase, sabor, procedencia, cada uno pinchado como un insecto. Habrá chicles grandes y chicos, descoloridos, rojos, amarillos, lilas, azules, usados para hacer globos o no, muy gastados o no, aplastados por un pie o no, con marcas de dientes o hechos bolitas. Junto a cada chicle, un mapa indicará en qué región del mundo se lo puede encontrar.
En la base de la vitrina pondré una lluvia de envoltorios, como pieles o caparazones descartados.
Lástima que, por ahora, no pienso dedicarme a la plástica.
Parar un momento, avanzar, parar,
detenerse por completo,
tomar aliento, perderlo,
darse tiempo para un poco de
depresión, represión, introspección, desolación,
prepararse para situaciones no deseadas,
desearse en situaciones no preparadas,
darse vuelta de arriba abajo, de adentro afuera,
tener más sueño que sueños,
proponerse una vez más cambiar
y seguir así como siempre.
Voy a hacer una lista
de las cosas que no son arañas.
Esta noche,
cuando vea esa cosa oscura
que se mueve como alambres,
espero encontrarla en la lista.
pensé en escribir un párrafo
cualquiera
en prosa
como siempre
después
quitarle los signos de puntuación
cortarlo como si fuera en versos
y obtener así
un poema
pero me parece que
si lo hago
es trampa
Para mi próxima novela estoy pensando en comprar un personaje verdadero. Ya empecé a ahorrar, pero no sé si llego. Están tan caros.
Conozco una agencia que entrega un primer personaje gratis, pero esos personajes nunca se arreglan solos: después hay que comprar otro, y otro más, y esa agencia termina siendo la más cara de todas.
También están los que alquilan personajes. Mientras uno pague el alquiler, el personaje se queda. El problema es cuando uno ya no puede pagar, o se olvida. Lo vi en novelas de otros: de pronto parece que se desinflan. Hacen puf, echan un polvito gris, y la novela no sirve más.
No, la cuestión es comprar un personaje de primera, uno solo, pero bien comprado. Y tratar de arreglarse así. Para el resto venden unos cartones pintados que no están mal, siempre que queden de fondo.
Ahora es el momento en que quiero dar el paso, hacer el gesto, iniciar la acción que ramifica el espaciotiempo y crea un universo paralelo. Pero mi temor es quedarme en este, donde tal paso, gesto o acción nunca empieza.
Si todo empezara con a no habría tristeza, pero sí angustia.
Nada de miedo, pero sí ansiedad.
El arroz no podría ser integral.
Las armas las llevaría un ángel.
No sé cómo, con arena y agua no se haría un mar.
Yo me llamaría apenas Abel, como un alias.
Y vos, ¿te quedarías sin nombre?
El lunes 3 de septiembre me toca ir a La Nube a conversar con Mario Méndez sobre cosas que me gustan.
Guardo muchos libros de mi infancia. A los ocho, nueve, diez años leía ladrillos como este de Verne. La edición es de 1954. No figura el nombre del traductor, ni tampoco el del ilustrador de la tapa.