Megalómano, egocéntrico, llegó convencido de que lo suyo eran las grandes cosas. Sopló al cielo para crear huracanes. Atacó la lluvia para provocar sequía. Quisimos ponerlo en su lugar, pero no alcanzó ni con mostrarle el manual del usuario. Al final, los humos se le bajaron solos: descubrió que su furia dependía de ese cable de medio metro que lo ataba a la pared.