Cuando la heredé de mi abuelo, solo pasaba música de 1940. Siempre la misma, además, porque no es que se pudiera acordar de muchas canciones. Le canté, le toqué otra música, le pasé mi colección de vinilos. Se fue acostumbrando. Un día me sorprendió con varios compases de When I’m Sixty Four. Con los años avanzó más de lo que creí posible. Claro que, si le toca reproducir algo de hip hop, acaba metiéndole un bandoneón.