Autor: Eduardo Abel Gimenez

¿Solos o acompañados?

solos-o-acompanados.jpg

Guau

guau.jpg

Plutón

Mientras estudia astronomía, Gabriel me hace un chiste:

—El orden de los planetas es Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Diciembre.

“Te veo el martes”, te veo en Blogger

“Te veo el martes” también está en Blogger.

(”Te veo el martes” es una sección de la Mágica Web, con 52 textos cortos de diciembre de 2003 a febrero de 2005, que rearmé en Blogger para independizarla del servidor donde tengo este blog. “La alegría y la pena están separadas por una línea curva.”)

La trampa

En el fondo de cada escrito, quiera o no, por más cuidado que ponga, escondida entre las palabras y los silencios, como una trampa siempre lista, cruel, insensible, automática a la manera de un arma, preparada para el golpe bajo, la zancadilla, dispuesta a descalificarme, descalcificarme, desedificarme, inconmovible, estúpida con la estupidez profunda de un universo unipolar, ahí donde menos esperaba, y hasta me da vergüenza decirlo porque nada hay más lejos de lo que busco, de lo que espero de mí, ahí mismo se esconde peor que una araña, peor que un fantasma, peor que mis intenciones, una enseñanza.

Dobleces

El primer doblez no sale bien, no insistas. Queda así, desparejo. Hay que arreglarlo con el segundo, hay que esconder esa imperfección porque si no es tarde.

El problema del segundo es el rincón, se arruga por dentro y parece que fuera una ley física que prohibiera el rincón sin arrugas.

Antes del tercer doblez hay que empezar a sentir algo parecido al triunfo, aceptar el reto con energía y rapidez. A partir de ahí ya no importa tanto, la cosa acabará mal por cualquier motivo, y te va a llevar más de un instante decidir si con eso alcanza o si hay que empezar todo de nuevo.

Otro

No está bien. La Mágica Web no puede tener, en todo febrero, un solo post.

Aprovechando la oportunidad extra que me da el año bisiesto, que sean dos.

Causa y efecto

Es automático. Cada vez que se produce una excepción, queda confirmada una regla.

Whatever

Hace años que no sé si los shampúes anticaspa han logrado ser eficaces o si simplemente ya no tengo caspa.

Tenzing Norgay y el neozelandés

Sir Edmund Percival Hillary, que murió hace pocos días, fue el primero en llegar a la cima del Everest.

Tenzing Norgay, que murió en 1986, fue el primero en llegar a la cima de Sagarmatha.

Lo más gracioso es que lo hicieron juntos.

La versión que aprendí hace muchos años es la primera. “Una persona (un inglés, un neozelandés, un australiano, esa parte daba igual) había alcanzado la cima del Everest en el año 1953. Ah, sí, lo acompañaba un sherpa.” “¿Un qué?” “Un sherpa. Una especie de guía, qué sé yo.”

Seguramente Hillary no habría llegado a la cima sin Norgay (u otro sherpa). No sé cuál de estas variantes será cierta desde el punto de vista de Norgay:

  • A los sherpas nunca les interesó subir al Everest (o Sagarmatha, o Chomolungma).
  • A los sherpas siempre les interesó subir, pero no podían sin el equipo y la tecnología de un Hillary.
  • A los sherpas siempre les interesó subir, y lo vienen haciendo desde hace quinientos años.

Tardé varias décadas en darme cuenta de que estaba (estábamos) mirando el tema desde una óptica colonial, o peor.

Ya no me pasó lo mismo el año pasado, cuando leí “The many worlds of Magnus Ridolph”, una recopilación de cuentos de los años 40 de Jack Vance (un escritor al que admiro muchísimo), que me prestó Marcial Souto. Fue intensamente chocante descubrir cómo ese Vance aún no muy sabio escribía relatos humorísticos acerca de lo molestos que podían ser ciertos nativos “semiinteligentes” cuando uno quería establecer una lucrativa plantación en su planeta: se comían los cultivos, invadían las playas, y hasta eran capaces de responder a un ataque. Así era la ciencia ficción de la época. Así éramos nosotros hasta hace poquito tiempo.

¿Éramos?