Categoría: Desorganizador

Lo venden en latas

Lo venden en latas. No se puede creer. Tanta historia, tanto esfuerzo que llevó a las generaciones anteriores, tan simbólico de los usos y costumbres. Tan particular, tan idiosincrático. Tanto prestigio, tanta vergüenza. Tan preciso en cuanto a requerimientos y resultados. Tanto que se habló, tanto que se discutió. Tanta sangre derramada. Tan cálido en las manos, tan frío a distancia. Tanto que se exigió, tanto que se retaceó. Tan sólido a la manera en que eran sólidas las enciclopedias. Y ahora lo venden en latas.

Ahora cantemos todos juntos

Ahora cantemos todos juntos. “La la lá,/ qué lugar/ tan azul,/ tan carmín…” Percibimos la cadencia del árbol que hay en nosotros, la luz del bosque que nos ilumina. Estamos unidos en lo profundo de un arroyo de consciencia. Cantemos todos juntos. “Sé sé sé/que en el mar/ hay un pez/ sin ojós.” Así, amigos, así, querida concurrencia, nos elevamos en las nubes del dorado fulgor, del frenesí, de la ameba primordial que solloza en nuestras almas evaporadas cual cubos incólumes. Cantemos, cantemos, cantemos todos juntos. “Mi mi mi/ corazón/ es rubí/ y sabor.” Amada muchedumbre, amados todos los que contemplan el barro de los pies y la tinta de las manos, amados estómagos del ingenio insomne, amadas cebras tricolores que suavizan el sábado, brincamos por sobre las tapias del conocimiento segregado por las cortinas, nos columpiamos de Norte a Sur, de Este a Oeste en los brazos de la madre calefactora que se mimetiza en primaveras. Ahora, ahora como en nuestra infancia, ahora como en nuestro futuro que está escrito en palabras invisibles, cantemos juntos. “Po po pó,/ nubarrón/ de metal/ y algodón…”

Yo

—Hola. Soy yo.

—Sí. Yo también soy yo.

—Pero yo soy más yo que vos.

—Eso es posible.

—Yo soy de verdad yo, mientras que vos no.

—Ah. No sabía. Entonces…

—Entonces vos tendrías que decir “yo hago como que soy yo”.

—Yo hago como que soy yo.

—Eso es. Aunque un poco todos hacemos como. Claro que yo no.

—Vos no. Vos sí que sos yo.

—Exacto.

Hay cosas curvas y cosas rectas

Hay cosas curvas y cosas rectas. A veces, las cosas rectas sirven para hacer curvas, pero no a la inversa. Algunas cosas rectas son en realidad curvas, cuando se cambia la escala. Algunas cosas curvas jamás llegarán a ser rectas. No hay nada recto-curvo, ni curvo-recto, es imposible. Algunas cosas rectas lastiman. Algunas cosas curvas sobran. Hay cosas que lastiman y no son rectas, así como cosas que sobran y no son curvas. Hay cosas que lastiman que cambian de forma con el tiempo. Hay cosas que cambian de forma, y así no lastiman. Hay cosas que sobran pero no lastiman, y cosas que lastiman y sobran a la vez. Hay cosas que sólo lastiman a cosas rectas. Hay cosas curvas que sólo sobran cuando están juntas. Hay cosas que están juntas y lastiman. Hay cosas que sobran, son rectas y están separadas. Hay cosas que están juntas y nunca cambian de forma. Hay cosas separadas que lastiman por no ser curvas. Hay cosas que, siendo curvas, cambian de lastimadoras a sobrantes cuando tratan de convertirse en rectas. Hay cosas que sobran cuando lastiman. Hay cosas que pueden ser curvas o rectas, estar juntas o separadas, y lastiman cuando cambian de forma.

Uno cuenta un chiste

Uno cuenta un chiste. Dos se ríe. Pero el chiste tenía una alusión a cierto aspecto del pasado de dos, cosa que dos comprende unas horas más tarde, mientras viaja en el colectivo de regreso a su casa, aunque está convencido de que uno jamás pudo enterarse de aquello. Al día siguiente hay una extraña conversación telefónica, en la que dos explica a tres que nunca quiso decir lo que dijo entonces. Tres se queda pensando, sin entender, hasta que se encuentra con uno para tomar una cerveza y se olvida de todo. Uno le cuenta un chiste.

Tengo una pelota de goma

Tengo una pelota de goma. Está adentro. Todos piensan que ahí encontrarán pulmones, corazón, estómago, tripas. Pero no, es una pelota de goma, grande, maciza, de esas que han pasado por muchos botines y tienen la misma deformación de una luna de Júpiter. A veces actúa como esponja, absorbiendo la materia que entra a mi organismo, y entonces se hincha, ocupa todo el espacio disponible y dos centímetros más a cada lado. A veces suelta todo en un chorro de aire enviciado que traza figuras de caleidoscopio ante los ojos de los demás. Pesa. La verdad es que pesa.

El eco de la respuesta

El eco de la respuesta arruina el silencio subsiguiente. Nadie encuentra qué decir, mientras esos reflejos de reflejos de palabras vuelven a caer en los oídos. Es una técnica. Ganada la discusión, el último en hablar abandona el cuarto y se va a pisar el césped en otra parte.

Había tantas nubes

Había tantas nubes con forma de ballena, flor, conejo, dios nórdico, auto, mano, ratón, anillo, árbol, camisa, montaña, reloj, torre Eiffel, avión, muela, cisne, llave, submarino, que se fusionaban unas con otras hasta terminar formando una única superficie blanca.

El agitador

El agitador vive solo. No tiene perro. No tiene amigos. Se acuesta a las once de la noche y se levanta temprano. Mientras camina hacia el subte piensa en cosas que no le cuenta a nadie.

El agitador entra al trabajo unos minutos tarde, saluda con cortesía, se sienta. María S. no le devuelve la mirada. Alguien habla de un programa de televisión.

El agitador come un sandwich de milanesa, carne envuelta en dos capas de pan, con lechuga y tomate. Está flaco de tanto agitar, de tanto agitarse.

El agitador pasa horas enteras sin acordarse de contarlas, y después cae en la cuenta de que falta menos, falta mucho menos y todavía no se puso al día.

El agitador tiene que informar este sábado, y no sabe qué decir. Tampoco tiene ganas.

Clasificación

Según su acentuación, las palabras pueden ser agudas, graves o inútiles.