No hace mucho alguien anunció que decidía poseer solamente cien cosas. Escribió al respecto (ahora no encuentro dónde, pero fue en la Web). Claro, contaba como una sola cosa cierta colección de objetos, herramientas creo, de los que no quería desprenderse. Hubo una discusión (en su sitio o en otro que lo nombraba) acerca de si todos los zapatos que uno tiene son también una sola cosa, y todos los calzoncillos.
Me pregunto si tener un blog es tener una cosa, si tener un papel en el bolsillo con un par de anotaciones es tener otra cosa, si tener una resma de papeles A4 de 80 gramos… Si tener una bolsa de caramelos es tener una cosa. Si tener dos sábanas y una funda para la almohada. Si tener un directorio con veintiséis mil canciones. Si tener un piso hecho con infinidad de piezas de madera organizadas como en un rompecabezas. Si tener seis cucharitas. Si tener un árbol. Si tener un hilo suelto en el pantalón. Si tener más de cien blogs en el lector de RSS.
Perdí de vista la historia, ni un link me queda, tal vez porque no era interesante. O porque tengo demasiadas cosas en la cabeza.
(Y defiendo la libertad que nos dimos en otros tiempos de hablar de algo sin tener la cita perfecta / el link que corresponde. De discutir con fantasmas. De dejar las cosas antes de contar hasta cien.)