Categoría: Subrayados

Santiago Craig, Las tormentas

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“Desde la lámpara que colgaba encima de los platos y los vasos cayó lánguida, como una hoja, una brisa de pena que los alcanzó a los dos cuando se dieron cuenta de que hasta ahí habían llegado las cosas”.

“Decían casa, ruta, pueblo, agua y todo sonaba a un idioma inventándose. Esa agua que nombraban era otra cosa: blanda y sin color, sin gusto a nada, pero escapada de la palabra y escurrida entre los ruidos”.

“A mamá la recuerdo como se recuerda un paseo o un libro que se leyó hace ya mucho tiempo. Para describirla tendría que ser menos preciso. Como si le contara el mar a alguien que no lo conoce. Divagaría sobre eso que es el mar a veces: las olas que se arman a contrapelo y de la nada suben para precipitarse y explotar, la espuma que chisporrotea reflejando el sol en la costa, el desgano con el que el agua vuelve otra vez de la arena quieta al alboroto”.

“Lo que yo no decía era que, mientras me movía, en la casa, en la oficina, en el banco, en las boletas y los arreglos y las cuentas, sentía que empujaba una piedra cuadrada. Uno de esos mastodontes con los que los esclavos de otros tiempos construían templos y pirámides. Como los esclavos, yo sabía la piedra, pero no la pirámide”.

“Lucas hace las cosas como si fuera a tacharlas después en una lista”.

Fragmentos de Las tormentas, de Santiago Craig, Entropía, Buenos Aires, 2017.

Fabio Morábito: El idioma materno

18 Morábito - El idioma materno

(No subrayo libros. Pero Morábito habla tanto del subrayado en este libro que me convenció. A su manera; es decir, me convenció de que hay que hacerlo y de que hacerlo es una enfermedad.)

Fragmentos (no solo sobre el subrayado) de El idioma materno, de Fabio Morábito. Gog & Magog, Buenos Aires, 2014.

“Subrayaba de manera compulsiva como un sustituto de la escritura misma. Al subrayar tanto se defendía de los libros, que mantenía a raya con sus rayas”.

“El subrayado desmiente el edificio y realza el ladrillo, el humilde tabique comprimido entre mil tabiques idénticos; es una suerte de operación de rescate, como si cada subrayado dijera: salven esta frase de las garras del libro, liberen esta joya del pantano que la rodea”.

“Cada vez más a menudo, en lugar de leer un libro, lee los subrayados que ha hecho en tantos años de lectura”.

“La mayor diferencia entre la prosa y la poesía no radica en una cuestión de ritmo, de música o de mayor o menor presencia del elemento racional. En estos rubros, en contra de la opinión corriente, prosa y poesía son iguales. La verdadera diferencia, diría la única, es que sólo hay una forma de escribir un poema, y es verso a verso, mientras no se escriben un cuento o una novela línea por línea”.

“[H]abía escrito mis poemas del mismo modo como varios años atrás había dibujado el interior de centenares de casas rodantes: haciendo caber la mayor cantidad de materia en el menor espacio”.

“[L]a poesía tiene que ver menos con la escritura que con el aliento, con la voz y el sonido. Puede decirse incluso que se escribe poesía a pesar de la escritura, a contrapelo de la sordera de la escritura, en contra de la arritmia y de la techumbre de la escritura”.

“A los 55 años publiqué mi primera novela y cuando le regalé un ejemplar a mi madre, exclamó: ‘¡Un libro, al fin!'”.

“[A]hora sabemos que el lector no necesita ponerles cara a los personajes. Se relaciona con ellos a través de ondas de baja frecuencia, como las que usan los elefantes para comunicarse a gran distancia”.

“Todo malentendido es el germen de otro idioma”.