Etiqueta: MW+X

Libros

[15/2/2003]

Hilera tras hilera de lomos de libros, con distintos colores, intensidades de uso, alturas, anchos, pesos. Años de lectura, décadas de vida. Están ahí, algunos frente a mí, otros tras una puerta del placard, otros más dando un espectáculo parecido en la casa de mis padres. El paisaje en conjunto significa tan poco. Hay que acercarse, olvidar el bosque y mirar árbol por árbol (o, en este caso, resto de árbol) para encontrar viejas complicidades, diversiones, aburrimientos, hallazgos, fracasos, desconciertos, iluminaciones, fastidios. Y también, lomo por medio al menos, la pregunta fatal: ¿en qué rincón de la memoria tendré algún rastro de haber leído eso?

Pasillo de hotel

[14/2/2003]

Un pasillo de hotel. Como el de los Coen en Barton Fink, o el de Kubrick en El resplandor. Decadente, tenebroso.

O como el de un dibujo animado, plano y colorido, donde los personajes se persiguen entrando y saliendo de las habitaciones, se cruzan, se pierden, se duplican, se triplican, cierran puertas para luego atravesarlas, gritan, bailan, nos divierten.

O como el de Iguazú, una noche de 1997, cuando saqué a un Gabriel de año y medio a pasear en el cochecito para que se durmiera. Allá íbamos, yo empujando y él farfullando palabras, de ida, de vuelta, de ida otra vez, por esa larguísima alfombra, tangentes a los universos de las otras habitaciones, durante media hora, cuarenta minutos, a la espera de que mi hijo encontrara todo tan aburrido que no tuviera nada mejor que cerrar los ojos y dormirse.

Aforístico

[12/2/2003]

Qué aroma sentencioso, aforístico, tiene el post de acá abajo. No es bueno ver las cosas de ese modo, pero mucho peor es escribirlas de ese modo. Algo me pasa, y creo que tengo una explicación: estoy trabajando demasiado.

Fragilidad

[12/2/2003]

Asusta un poco pensar en las cosas sorprendentes de que dependemos para sobrevivir: oxígeno, agua, alimento, en orden creciente de fragilidad. Pero lo más frágil de todo es esa capa delgadísima de civilización que nos recubre.

Cajas

[12/2/2003]

Estoy sentado en una caja de zapatos, dentro de un contenedor de cajas de zapatos. Las paredes de cartón dejan pasar ruidos accidentales, así que hay otra gente en cajas vecinas. Cuando sea de día voy a salir, porque nada lo impide, pero hasta donde sé es igual en todas partes.

Bocinas

[11/2/2003]

Cae un aguacero de los que hay pocos, aquí en este rincón inundable de Belgrano, y a los cinco minutos empiezan a sonar las bocinas. Es una suerte que los automovilistas colaboren de ese modo, porque así el agua se escurre más rápido.

[11/2/2013]

Sigue siendo igual. Llueve, embotellamiento, bocinas. Más bocinas que antes, gracias al desarrollo y el progreso general que vive la humanidad. Lo que me sorprende es que en este tiempo la tecnología no haya creado bocinas mejores, que apuren todavía más el escurrimiento del agua.

Cielo

[11/2/2003]

Al otro lado de mi ventana las nubes forman cuatro franjas de gris bien distintas. Es un cielo en JPEG.

Más hielo

[11/2/2003]

El martes pasado conté aquí que alguien está usando una foto que hice hace años, con un cubito de hielo que se derrite. Tendrá algo especial esa foto, porque ahora la encontré también en La Biblioteca de Babel. Ya no digo que pidan permiso ni que anoten el nombre del autor (me resigné a las malas costumbres), pero por favor, muchachos, traten al menos de poner el hielito en páginas donde no choque tanto con el diseño.

[11/2/2003]

Esta vez el link anda y la imagen sigue estando ahí. Así que antes de que pase nada, acá va una captura de pantalla tal como se ve hoy (click para ver más grande):

Lo que había contado antes está también en MW+X.

Un año

[11/2/2003]

Empecé este weblog hace un año, el 11 de febrero de 2002. Entonces no le daba ni una semana de vida. Ahora, 794 posts más tarde, estoy feliz de haber elegido precisamente esta ola para dejarme llevar.

[11/2/2013]

Y ahora hace un año que empecé con MW+X. Otra ola con la que estoy feliz.

En los comentarios originales aparecen muchos de quienes formaban el primer grupo de “bloggers” que hubo por aquí. Me siento orgulloso de esos nombres, y de haber formado parte de semejante comunidad. Aunque la mayoría de sus blogs ya no existe o no se actualiza (como tampoco se actualiza, desde hace años, la Mágica Web)

La pena es que Blogger esté complicando la continuidad del proyecto. Al importar los posts de la Mágica Web, un proceso que hasta el mes pasado funcionaba muy bien, surgen dos problemas:

  • Desaparecen los comentarios originales. La única forma de volver a ponerlos es a mano: ir a la página de diez años atrás, seleccionar, copiar, volver acá y pegar. (Tarea que, al escribir esto, todavía tengo pendiente.)
  • Una vez publicado un post de los que importé, el link a la página individual de ese post da error. No que la página no existe, sino un error interno de Blogger, con código críptico y todo. Como esto no ocurre con los posts nuevos, la solución es copiar el contenido del post y pegarlo en un post nuevo.
Ya pregunté y avisé sobre esto en todos los lugares donde tiene sentido hacerlo: en los foros de ayuda de Blogger, usando el sistema de feedback de Blogger, y en el foro de la aplicación que uso para convertir los archivos exportados de la Mágica Web (xml creado por WordPress) en archivos importables para Blogger. Debe haber (¿mucha?) otra gente que ahora mismo trata de importar blogs de WordPress a Blogger y tropieza con esto. Ojalá lo arreglen.
Sé que las cosas son así, llevo muchos años de experiencia con las frustraciones digitales (y con las frustraciones analógicas, claro). Pero no puedo evitar que esto me desaliente. Es una señal de la fragilidad intrínseca de algunas cosas. MW+X no depende solo de mis ganas de seguir, sino de que Google no mueva la última falange del dedo meñique de alguna de sus millones de manos en la dirección inconveniente.

Tiempo y espacio

[10/2/2003]

Nos quejamos de la falta de tiempo, pero ese no es el problema. El problema es la falta de espacio. Acá estamos a los codazos, luchando por un lugar, por un poco de atención, por la luz que apenas alcanza para iluminar a uno por vez, por la conciencia que se desplaza a velocidades pasmosas sin llegar a detenerse nunca en ninguna parte. Discutimos cada milímetro, negociamos los avances, los retrocesos y hasta los pasos al costado. Tropezamos unos contra otros. Coincidimos en un mismo punto para no coincidir en nada más. Apuntamos en distintas direcciones pero tenemos que aceptar siempre la misma. Y todos dentro de mí.