Mes: mayo 2002

Alinkesia

[10/5/2002]

“Alinkesia: mutación que padecen los parches [posts] publicados sin enlaces.”

“Bloggerragia: ataque de renglonitis.”

“Renglonitis: exceso de líneas en los parches.”

“Blogspot: cielo de las bitácoras proletarias.”

“Templatitis: cambios convulsivos en los templates.”

“Bloggerexia: trastorno de los parches escuetos en exceso.”

“Hackeka: dolor de cabeza que te produce no encontrar el crack.”

De Trafalgar Sur, donde hay más. El link permanente a este ítem, por el momento, no funciona: habrá que buscarlo a mano; es del lunes 6 de mayo.

[10/5/2012]

Trafalgar Sur ya no existe, y su contenido se perdió en la historia. La prueba es que si uno busca “alinkesia” en Google el único resultado relacionado con esto es la Mágica Web.

Es curioso el uso de la palabra “parche” por “post”. Y yo insisto con decir “ítem”.

El virus Klez

[10/5/2002]

El virus Klez, de moda en estos momentos, se caracteriza por elegir dos direcciones de email de la máquina infectada y enviarse a sí mismo a una de ellas, usando la otra como remitente. Pero su inteligencia no es abrumadora, como se verá en un momento.

Resulta que el servidor de estas páginas tiene un sistema antivirus. Cuando detecta un mensaje viral lo bloquea y envía un aviso al destinatario. Ayer este amable aparato me hizo saber que había “detectado un Virus en el e-mail para boletin@imaginaria.com.ar, de parte de boletin@imaginaria.com.ar , con asunto: Worm Klez.E immunity”. (Esa dirección es la que utilizamos para nuestro sitio Imaginaria.)

Cambio

[9/5/2002]

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

El sonido cuadrafónico era producto del conjunto de arbolitos, un bosque en realidad, que se había reunido en la esquina. Como suelo ser tan metido, le dije a uno:

—Perdón, pero ¿por qué está todo el mundo haciendo cola en este lugar y allá a la vuelta no hay nadie?

Es que realmente estaba todo el mundo ahí, media cuadra de gente con la paciencia por el suelo pero todavía digna.

—Es que allá a la vuelta no tienen pesos —me contestó otro de ellos, el de pulóver rojo, de pie junto al primero.

—Por eso estamos acá —dijo el primero.

—Adentro venden, afuera compramos —pretendió aclarar el otro.

—Nadie tiene pesos —exageró apenas el primero.

Entonces debió haber una señal oculta, un acontecimiento paranormal, algo a mis espaldas o fuera de mi entendimiento, porque los dos se dieron vuelta, me enfocaron fríamente con sus nucas y se olvidaron de mí, o pretendieron olvidarse. Yo, sin dólares ni pesos y ya ni siquiera curioso, seguí caminando.

(…)

Entré a una librería que está por cerrar, sobre Cabildo. “Liquidación definitiva”, dicen sin piedad los letreros rojos. Como daba la casualidad de que llevaba dos libros nuevos en el bolsillo de la campera, lo primero que hice fue acercarme al mostrador, donde había un hombre y una mujer.

—Miren —dije, mientras abría el bolsillo—, acabo de entrar y quería…

No es que haya hecho una pausa: debo decir que mantuve el ritmo. Pero tengo que anotar las dos caras de sospecha que me enfrentaron. Hay tantos locos, hay tanta gente rara, tantos ladrones, tanta violencia, la crisis es tan grave, estamos tan mal, es tan peligroso. Muchos mensajes cruzados había en esas caras. Más que mantener el ritmo la verdad es que me apuré un poco:

—…avisar que tengo dos libros que no son de acá, por las dudas de que ustedes los tengan.

Saqué los libros, los puse sobre el mostrador. El hombre los miró durante varios segundos, mientras la sospecha se diluía muy lentamente. No eran libros que pudieran tener, pensé en ese momento: ambos fueron impresos afuera, uno es difícil de conseguir, el otro directamente no fue importado porque hay edición local. La mujer perdió interés en mí.

—Puede ser que estén —dijo el hombre con desgano—, pero no importa. No importa. —Y como no era suficiente, hizo un gesto con la mano que podía significar una despedida y repitió una vez más: —No importa.

Me desanimé. Aunque no tanto. Guardé mis dos ejemplares y fui camino al verdadero desánimo: el que me provocaron los libros en venta.

Hay de todo, pero el ejemplar típico es más o menos así. Tiene las puntas un poco torcidas, la tapa un poco rayada con un poco de polvo. La etiqueta blanca dice “Antes x pesos”, donde x es un valor ridículo, indignante; y “Ahora y pesos”, donde y es otro valor ridículo e indignante, aunque un poco menos, algo así como el doble de lo que pagaría por un volumen que de verdad me interesara.

Dejando de lado los libros-libros, me dediqué a los no-tan-libros. Guías Michelin, revistas de computación, historietas. Caramba. Encontré un par de Calvin & Hobbes que podía haber comprado. Pero se habían humedecido en algún sótano perverso, seguramente bajo un baño público abierto las 24 horas donde nadie entraba a limpiar ni siquiera los lunes a la mañana, con los caños podridos por la edad y la vergüenza, bajo esas baldosas grises con regueros amarronados por la insistencia del tiempo. Por su parte, los Lucky Luke ni siquiera eran de Goscinny.

Salí con los mismos libros con que había entrado. No muy lejos seguía el concierto:

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

—Cambio.

(…)

En el camino de vuelta me vino una frase a la cabeza, una de esas frases estúpidas que se forman solas y no se quieren ir, tal vez porque combinan lo verdadero con ese dragón interno que todo lo quema. Tanto insistió que pensé en anotarla cuando llegara a casa:

“Hasta los bebés parecen más tristes.”

Pero no la anoté, no me atreví. Era demasiado. Ahora apenas si puedo escribirla entre comillas, acolchada, en sordina. El relato de la cosa, no la cosa en sí.

[9/5/2012]

El recurso de repetir “—Cambio” de esa manera viene directamente de un fragmento de Gelatina, el primer texto que publicó Mario Levrero:

“La calle de las prostitutas no estaba lejos.

“—Señor.

“—Señor.

“—Señor.

“—Señor.

“—Señor.

“—Señor.

“—Señor.”

Nuevo link para Lucky Luke (Wikipedia, claro).

Enrique Morente

[9/5/2002]

Hay que escuchar a Enrique Morente, de verdad, hay que escucharlo con todo sobre la mesa. Y especialmente un disco llamado Lorca. Se dice que Morente es un cantaor flamenco, pero más que nada es un retorcedor profesional de tripas. (Gracias a Roberto Sotelo por el dato.)

[9/5/2012]

Wikipedia: Enrique Morente (quien falleció en 2010).

Una muestra en YouTube:

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=VDAbhRzlxiA]

El dragón

[9/5/2002]

Tengo mucho trabajo que hacer, con o sin ganas, día tras día. Tengo una familia de la que ocuparme, porque así lo elegí. Tengo amigos, pocos pero buenos, a quienes quiero atender. Tengo que dormir la siesta, como sea, interrumpiéndolo todo. Tengo trámites pendientes, de los que me obligan a salir de casa o llamar por teléfono. Tengo que leer, por gusto y porque hay que hacerlo, diarios, libros, websites, email, con la pantalla en progresiva sustitución del papel. Y además, como si nada fuera suficiente, tengo que darle de comer al dragón.

[9/5/2012]

Sigo teniendo que darle de comer al dragón. Es, al mismo tiempo, lo mejor que hay y un esfuerzo doloroso. Pero no puedo parar. Después de todo, no es que yo sostenga al dragón sino que el dragón me sostiene a mí.

Me duele la cabeza

[9/5/2002]

Me duele la cabeza. La molestia arranca en un lugar de la espalda, mejor dicho un arco que va de hombro a hombro pasando por una vértebra dorsal. Desde ahí, en ondas radiales, avanza y crece hacia un punto en la base del cuello, ese sitio podrido que odio tanto. El cuello en sí no está tan mal, pero arriba, en la nuca, hay problemas. Hamacar la cabeza de un lado a otro no ayuda, salvo a marearme. Las aspirinas todavía no hicieron efecto.

Es raro que me duela la cabeza. Me dolía muy seguido años atrás, pero dejé de fumar y los dolores casi terminaron. Hoy, sin embargo, el monstruo se despertó otra vez. Me pregunto qué habré hecho.

También es raro que pueda rastrear el momento exacto en que empezó el dolor. Primero sonó mi despertador, a las seis y media, como todos los días. Lo apagué y seguí durmiendo: no siempre consigo levantarme enseguida. A las siete menos diez sonó el despertador de mi mujer, con el que siempre acabo de despertarme. De algún modo me las ingenié para quebrar la rutina y, sólo por hoy, incorporarlo a mi sueño. Estaba soñando tan felizmente. No recuerdo qué, mi costumbre es borrar los sueños, pero era feliz. Mi mujer debió tocarme el brazo para que una parte de mí decidiera que ya era hora. Reaccioné rápido, me senté de golpe, y ahora me acuerdo de que en el sueño, abruptamente, algo me hacía enojar, algo estúpido, un impedimento que otros ponían inútilmente, sólo para molestar, algo que no puedo describir pero siento otra vez como si estuviera ocurriendo. Y ahí, en ese instante entre el segundo en que empecé a reaccionar y el segundo en que estuve del todo sentado, llegó el dolor.

Después, más o menos, me olvidé. Volvió hace un rato. No perdona, nunca perdona. Ahora tengo que hacer penitencia.

[9/5/2012]

Donde dice “aspirinas” ahora diría “ibuprofeno”. Pero hace diez años eran aspirinas nomás. Me sorprendí con eso.

Los techos

[9/5/2002]

El martes se me ocurrió escribir acerca de los techos que veo desde mi ventana. No sabía, y recién ahora lo descubro, que blip ya lo había hecho el día anterior (aunque tenemos modos diferentes de irnos por las ramas).

[9/5/2012]

Mis techos siguen en pie, los de blip no. El post en cuestión está en MW+X.

Linkódromo

[9/5/2002]

A la izquierda, un texto lleno de links. A la derecha, el espacio necesario para una foto. Al clickear en uno de los links, aparece la foto correspondiente. Un experimento hipnótico, que lleva a soñar con las posibilidades. Lo está haciendo Felipe Ossandon, en Chile, en una columna semanal llamada Linkódromo (hacer click en alguno de los títulos que se ofrecen). Hay que verlo para darse una idea del efecto. (Vía E-Media Tidbits.)

(Nota del 7 de agosto de 2003: actualicé el link, avisado por el autor de que el Linkódromo cambió de dirección.)

[9/5/2012]

El Linkódromo ya no existe. Sin embargo, encontré una columna de abril de 2002.

Nuevo rubro

[8/5/2002]

¿Cambio o no cambio de rubro? Cansado de mi trabajo de siempre, hoy recibí por email la publicidad no solicitada de un posible nuevo emprendimiento. Me siento realmente tentado. El remitente es un señor “Curso de Lombricultura”. Pensé en escribirle: “Estimado Sr. Curso: No sé si sirvo para la tarea, porque esos bichos me dan un poco de asco.” Pero es mejor que lo piense otra vez antes de descartar la posibilidad. Me pregunto si envían material por correo.

[8/5/2012]

Como bicho urbano que soy, me cuesta mucho mirar las páginas de resultados de buscar “lombricultura” en Google Images.

A los seis años, Gabriel inicia su carrera literaria

[8/5/2002]

* (N. del E.) “SARMANTI CRUSO LOS ADES” viene a ser “San Martín cruzó los Andes”, por una canción escolar. El resto, o no requiere traducción, o no la tiene.