Frente a mi edificio está la escuela de cocina del Gato Dumas. Los alumnos suelen formar rondas en la vereda, tal vez entre clases, tal vez a la espera de que el horno haga su trabajo. Están vestidos de cocineros, el saco blanco cruzado con botones hasta el cuello. Son jóvenes, casi todos hombres. Fuman. Sólo con verlos uno se imagina platos elaborados, salsas aromáticas. Da hambre cruzarse con ellos, un hambre sofisticada, de restaurante de lujo. No sé qué pensarán los futuros chefs, cómo se verán a sí mismos, qué relación tendrán con la comida, con su comida. Ayer había dos de ellos en el kiosco de al lado, masticando superpanchos.
Mes: octubre 2003
En los últimos años, mientras mirábamos hacia otro lado, Carlos Núñez se convirtió en un flautista insuperable.
Hacia 1999, la última vez que había actuado en Buenos Aires, era un excelente gaitero que incursionaba por diferentes flautas con mucho talento. Lógico: el sonido de la gaita, por más profundo y conmovedor que sea, puede terminar trepanando el cráneo de cualquiera a lo largo de dos horas de espectáculo.
Pero ahora es exactamente al revés. Carlos Núñez toca sus flautas con una calidad técnica e interpretativa que no se ve en cualquier parte. La velocidad de la digitación llega tan alto, manteniendo un ataque preciso en cada nota, que uno se pregunta cómo no se le acalambra la lengua. En los pasajes lentos, el manejo del vibrato, los glisandos y las alteraciones rítmicas dan una riqueza de interpretación que amplía lo que uno creía posible en flautas dulces y whistles.
Claro, de vez en cuando Carlos Núñez recurre a la gaita. A una gaita mejor que la que trajo antes: notas parejas, bien afinadas. Un sonido emocionante. La misma precisión que con las flautas. Pero ya no aparece en los puntos más altos del concierto, sino en los intermedios. Los momentos de relax y los más intensos, simétricamente, corresponden a las flautas.
El trío de músicos que acompaña a Carlos Núñez reúne las calidades técnicas necesarias para estar a la altura de tanto talento. Pero además el percusionista y tecladista Xurxo Núñez (hermano menor de Carlos) y la violinista y cantante Begoña Riobó suman excelente escena, gestualidad rockera, diversión. Begoña llega a formar un trencito con los espectadores, con el que recorre toda la sala y termina llenando el escenario. Xurxo toca el bodhran moviéndose como si fuera una guitarra eléctrica, y hace un número de circo golpeando con dos palillos de batería sobre un banco de madera.
Un poco más tranquilo, Pancho Álvarez se dedica a apuntalar la música con la armonía y los ritmos de su mandolina y su bouzouki, y logra resultados sorprendentes: por ejemplo, acompañar música típicamente gallega con el estilo de los mandolinistas irlandeses; o desdoblar electrónicamente el sonido de su instrumento para que la cuerda más grave haga las veces de bajo.
El público, al que de puro prejuiciosos suponíamos más apegado a las formas tradicionales, acompaña tanta innovación con entusiasmo. Incluso el hecho de que el eximio gaitero, hacia el final, para entregar la mayor cuota de fuerza y emotividad, deje a un lado su gran instrumento y recurra a otro, pequeño, de sonido quebradizo.
(Carlos Núñez actuó con su grupo los días 3 y 4 de octubre en el Auditorio de Belgrano. Escribí esto a pedido de Susanne, mi mujer, para traducirlo y publicarlo en el Argentinisches Tageblatt.)
Espanté una mosca que me molestaba, y por un momento me imaginé la situación desde el punto de vista del insecto.
Un obstáculo enorme, incomprensible, le impedía acercarse a algo tibio y húmedo donde alimentarse y, tal vez, poner huevos. Para el bicho sin duda era imposible entender lo que ocurría: no estaba equipado para descubrir mis límites, mi comienzo y mi final, mi alcance, mis intenciones.
Era simplemente una catástrofe contra la que no podía hacer nada. Ni siquiera sabía en qué dirección evitarme, cómo ir hacia otro montoncito de caca o cosa podrida o lo que tuviese en mente, sin tropezar conmigo.
Una situación no muy diferente de la que enfrentamos los humanos.
“Páginas sueltas”, un proyecto todavía en desarrollo, se propone reunir en un website una colección de textos leídos por sus autores, disponibles gratuitamente para quien quiera bajarlos. Hasta hoy, su creadora Julia Bowland, junto con Elisa Boland, habían grabado a diez escritores.
Hoy tuve la suerte de ser el número once. Invitado por Elisa, llevé algunos escritos del weblog al pequeño estudio de radio que tiene Julia en Palermo y me atreví a poner la voz. Con toda amabilidad, Julia me dio un CD con las grabaciones que resultaron, y más todavía, el permiso de publicarlas en la Mágica Web antes de que “Páginas sueltas” vea la luz.
Así que aquí están (en formato mp3, mono, 32 kbps):
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“Gazpacho“, publicado en el weblog el 17 de septiembre de 2002.
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“La clase de gimnasia“, publicado en el weblog el 17 de diciembre de 2002.
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“Rayas oscuras“, publicado en el weblog el 21 de junio de 2002.
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“El inspector en la biblioteca“, publicado en el weblog el 20 de enero de 2003.
Son en total 26 minutos. Los cuatro archivos sumados ocupan algo menos de seis megabytes.
Recorro fotos de los últimos meses en la pantalla de la computadora y encuentro esta, tomada en Mar del Plata a fines de julio pasado, desde el noveno piso de un edificio, con el simple método de sacar la cámara para afuera hasta donde llegaba el brazo y disparar:
Como de costumbre, la amplío hasta ver punto por punto. Me parece interesante este auto:
Pero más que el auto, el parabrisas. ¿Qué es eso que se refleja en el parabrisas? Nueva ampliación:
Una cara. Hay una cara reflejada en el parabrisas. Seguramente viene de un afiche, un gran cartel en alguna parte. ¿Pero dónde?
Por el ángulo del parabrisas, la cara debe de estar a mi derecha (o lo que era mi derecha al momento de sacar la foto). Y da la casualidad que unos segundos antes de esta foto saqué otra, apuntando justamente a la derecha:
Pero ahí no hay nada que se parezca a esa cara. Amplío la imagen, la estudio bien. Ningún resultado.
¿Entonces?
Vuelvo a la imagen inicial, la amplío más todavía:
Sigo creyendo que la cara está ahí. Un poco deforme, pero está. Hasta podría haber otra cara a la izquierda, más deforme todavía.
¿Qué pasa? Entonces se me ocurre que bajo el parabrisas hay una revista. En la tapa de la revista, una foto. Y la revista se mezcla con el reflejo, para hacerme las cosas complicadas.
Me quedo con esa explicación, un poco frustrado, sin convencerme del todo. Allá en el fondo, en ese lugar con poca luz donde se apilan los restos más inclasificables de una vida, empieza a juntar polvo otro misterio absurdo.
Venimos por la vereda, en la cuadra de casa. Gabriel señala hacia arriba, entre los edificios, y dice, surrealista:
—Mirá, hay una bolsa volando que parece un diente.
*
Que aproveche ahora, a los siete años. En el cuaderno de alemán Gabriel tiene que describirse a sí mismo. Pone:
“Ich bin dünn, jung und schön.” (“Soy delgado, joven y hermoso.”)
El martes pasado inauguraron Google News España. Hasta ahí bien. Pero yo tenía el Google News original como pagina de inicio, y ahora cada vez que entro me redirecciona automáticamente a la versión española. No me preguntaron. No me dieron la opción de volver atrás. Ni siquiera cambia la URL que aparece ahí arriba.
Esto ocurre con el Internet Explorer, no con Opera ni Mozilla. Me pregunto qué información diferente (o adicional) dará el IE.
“[E]l sitio ha sido diseñado sin imágenes, animaciones, ni ventanas secundarias; con textos que guían al lector en las diferentes secciones y una diagramación de navegadores y enlaces para que puedan recorrer el sitio de una forma mucho más amigable.”
“[E]l sitio presenta tipografías un 40% más grande [sic] que el sitio tradicional, con la posibilidad de aumentar aún más este tamaño. Además, los colores fueron llevados al máximo contraste, de forma tal que pueda ser leído de manera más cómoda.”
Así presenta el diario La Nación su nueva variante online, La Nacion Line Sin Barreras, orientado en principio a “personas con dificultades visuales”.
Lo maravilloso de la situación es que el nuevo sitio es mejor para todos los usuarios. Baja mucho más rápido (y es más rápida la navegación entre artículos), no tiene cosas que molestan, no tiene publicidad, se lee con menos cansancio para los ojos.
Si alguna vez ponen publicidad, supongo que será sólo texto, como el excelente ejemplo que viene dando Google en sus resultados de búsquedas.
Y también podrían poner alguna foto, grande y atractiva, con un adecuado texto alternativo para quienes no la puedan ver. (Ya hay una imagen, innecesaria: el logo del sitio y su slogan. Tiene un texto alternativo bien pensado.)
La noticia llegó ayer. Hoy ya cambié la dirección que visito cada día.
Ahora falta que hagan lo mismo todos los demás sitios de noticias. Y que en vez de decir que es para “personas con dificultades visuales” digan que es, simplemente, para personas.