La situación era lo bastante insólita como para llamarla emergencia.
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Me siento delante de ella y pone las piernas bien juntas, se queda quieta y no me mira jamás a los ojos.
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Repetía el siete porque podía pronunciarlo sin aflojar los dientes, separando los labios en un gesto de rabia, y porque no conseguía llegar al ocho.
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Creo que llevo encima la misma cara de cansado que ellos.
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El falsificador es un caso raro, porque sus billetes falsos se reconocen con toda facilidad y son tan creativos que valen más que los billetes verdaderos.