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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, frente al pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que, al despertar de un sueño agitado, Gregorio Samsa se encontró en su cama transformado en un horrible insecto.
Lucas se preguntó si ese comienzo tenía el gancho suficiente. Había leído que los novelistas daban especial importancia al primer párrafo. Ella debía quedar atrapada. ¿Conocería sus fuentes de inspiración? Tal vez El Quijote, pero las otras dos no le parecían igualmente famosas. Ensayó una continuación más audaz:
En otro lugar de la Mancha, Samsa escuchó asombrado las palabras de Lady Chatterley: «Espérame en tu casa del bosque. Iré con Justine, y llevaré sogas v un látigo, como a ti te gusta». Mientras tanto, el coronel Buendía hacía morisquetas a los integrantes del pelotón de fusilamiento.
Se detuvo agotado. Quiso fumar pero no encontró cigarrillos. Encendió el televisor. Comenzaba un noticiero.
Vertiginosas imágenes del mundo. Corte a pareja de conductores que comentan las declaraciones del Presidente. Corte a éste, que declara:
—Desmiento categóricamente los rumores de una posible candidatura mía para una reelección; mi máximo deseo es entregar la banda presidencial a quien gane los próximos comicios.
Corte al ministro Falfaro que, indignado, señala:
—¡El Presidente no se presentará a esta tercera reelección, pero está seguro de que la va a ganar!
Corte al Presidente, con cara de fastidio.
Corte a la pareja de conductores que, cambiando el ángulo de la información, comentan la extraña desaparición de la madre del célebre doctor Anastassi, investigador en biología molecular, firme candidato al Premio Nobel, lo cual…
Lucas apagó el televisor y se durmió profundamente. Soñó que su maestra de la escuela primaria, la señorita Castro, le gritaba indignada después de leer sus redacciones. Regresaban esos penosos momentos de su infancia, aunque en la pesadilla la maestra no le pegaba.