Diciembre, 1961

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De vacaciones en La Falda. Por entonces todavía salía la revista El Pato Donald, todos los martes. Yo estaba desesperado por tenerla, y el martes, en La Falda, la revista no había llegado. Mis padres se la encargaron a un diariero que pasaba cada día por el comedor del hotel. Unos días después, ahí mismo, junto a esta mesa, apareció el diariero con la revista y una frase: “¡Qué revistaza!”. La alegría que me dio. El momento se convirtió en un clásico familiar. Durante un tiempo, mi padre siguió diciendo “¡Qué revistaza!” en distintas ocasiones.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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