“Nosotros no percibimos temperaturas, sino diferencias de temperaturas. Si uno pone una mano en agua tibia y otra en agua con hielo y, al cabo de un rato, las dos manos en un recipiente con agua a temperatura ambiente, va a ser raro porque la mano que venía del frío va a sentir el agua tibia y la que venía del calor, fría. Algo parecido ocurre cuando una persona está muy cerca de morir congelada: los vasos sanguíneos de las extremidades se dilatan y accede repentinamente más sangre (a 37°C) a una zona del cuerpo que está casi congelada, lo que genera una diferencia de temperatura tremenda que hace sentir un calor extremo. En algunos casos, la persona puede llegar a desvestirse antes de morir congelada”.
(Juan Manuel Carballeda, Breve atlas anecdótico de la ciencia. El Gato y la Caja, Buenos Aires, 2019).