Autor: Eduardo Abel Gimenez

El maletín de cuando yo iba a la escuela

[17/4/2002]

En cuanto vi la foto, el olor de aquel maletín me vino descontrolado a la memoria. Era tan intenso que casi dejó de ser virtual: pasé a sentir el maletín en la mano, a punto de poder abrirlo para poner adentro la cartuchera de madera y el cuaderno. Colecciones enteras de recuerdos (como fotos en tres dimensiones y para varios sentidos a la vez) volvieron a llenar espacios que estaban vacíos. Es una punta de ovillo, no sé qué vendrá detrás. Como diría Douglas Wright, me agarró un nostalgiazo bárbaro.

(Gracias a Andrea Zablotsky por mandarme la foto. Ella la recibió por email. Ignoro la fuente, así que no puedo dar el crédito correspondiente. Pero me gustaría mucho conocer su origen. Desde ya, si tengo que sacarla de aquí por cuestiones de copyright, lo voy a hacer.)

[17/4/2012]

Con el tiempo hubo dos comentarios a este post, de personas que reconocieron el maletín. Unos días después me escribió Jorge Varlotta (y lo puse en otro post, el 21 de abril): “¡Yo tuve uno igual! Era una porquería.”

Amazon, mercado de pulgas

[16/4/2002]

Los escritores contra el mercado de pulgas digital (Página/12): “Autores y editoriales de los Estados Unidos acusan al gigante de Internet, Amazon, de ‘convertir a los lectores en libreros’. Le cuestionan haber armado una línea de venta con libros usados.”

La preocupación es obvia: el aumento en la venta de libros usados equivale a una caída en los ingresos de autores y editoriales. Igual que con los CDs protegidos contra copia y otros temas ahora en boga, con los libros también empieza a darse el choque entre los “derechos de autor”, el copyright y el “fair use” que hasta ahora estaba permitido en todos los rubros. Sólo que los libros traen un nuevo ingrediente: no se trata aquí de copiar digitalmente algo, sino de la vieja y sana costumbre de reciclar. Supongo que el tema dará para mucho y jamás llegará a resolverse (a menos que Ray Bradbury llegue a tener razón por motivos equivocados).

[16/4/2012]

Aunque los links de Página/12 de aquella época se murieron, por suerte el diario mantiene el archivo completo. Acá está ahora el artículo.

Amazon sigue ofreciendo que uno venda sus libros usados. En el menú de opciones que aparece en la sección Books, la última de la derecha es “Sell Your Books”. (Esto es en Amazon de Estados Unidos, del Reino Unido y de Alemania, en cada caso para gente del país respectivo. En Amazon de España no encuentro la opción.)

De todos modos, en estos diez años pasaron muchas otras cosas, y el tema de los libros usados ya no preocupa a nadie. Finalmente, y por suerte, les llegó a los libros el equivalente a lo que es el mp3 para la música. La preocupación de las grandes editoriales y algunas asociaciones de autores es, por supuesto, lo que llaman “piratería”. Pero además, sin salirnos de Amazon, miran con lupa el sistema de préstamos entre usuarios de Kindle. Y tratan de limitar lo que pueden hacer las bibliotecas públicas en cuanto a préstamo de libros.

Así estamos ahora. Espero que dentro de diez años la situación se haya resuelto: todos felices intercambiando cuanto queramos, y los autores cobrando de diversas fuentes, incluyendo tarifas planas como la de Spotify para música, porcentajes (o un adicional optativo) sobre lo que cobran los proveedores de acceso a Internet, y una variedad de ideas mejores o peores que dan vueltas por ahí.

Lo que no funciona, y ojalá hubiera acuerdo sobre el tema, es tratar de reparar la pecera cuando se rompió en mil pedazos y los peces se fueron a nadar al mar.

La realidad

[15/4/2002]

Estoy en mi oficina, frente al monitor, a oscuras para no despertar a nadie (mi oficina es una de las habitaciones del departamento donde vivimos). La puerta está apenas entreabierta. Más allá, tras una curva del pasillo, hay una luz encendida que de noche tranquiliza a mi hijo. Afuera llueve: lo indica el ruido suave, amortiguado, de las gotas en la parte externa de los acondicionadores de aire del edificio.

Mientras leo un artículo en MSNBC, tengo la sensación intensa de que alguien se mueve al otro lado de la puerta. Mi mujer se habrá levantado, pienso (es medianoche). Miro, y no: no hay nadie. Es un perchero que está ahí, pasando la puerta. Del perchero cuelgan varias camperas, alguna de ellas con ánimo de engañarme.

Sigo leyendo. Unos segundos después, vuelvo a tener la misma sensación. Sólo que ahora que no hay nadie ahí. Miro otra vez, para comprobarlo, y es verdad.

Ahora me resisto a mirar por tercera vez, aunque la sensación no se va. Algo me observa, algo que se mueve en la misma medida que la capacidad limitada de mis ojos para ver en ese ángulo.

Esta es la realidad, se me ocurre, finalmente. Bastará con que me ponga de pie y camine hacia la puerta para que las ilusiones vuelvan y retomen el control.

Alberto Sejas y Camarjali

[15/4/2002]

Alberto Sejas tiene un punto de vista muy personal sobre mi novela Un paseo por Camarjali:

“Lo divertido de Camarjali es que en realidad describe al mundo real.

Cuando me encuentro en una ciudad, me quedan grabadas situaciones y detalles que resumen en mi memoria ese lugar. Cuando vuelvo a estar allí, me encuentro en otro lugar a pesar de que trato de encontrar aquellos elementos que para mí definían a la ciudad.

Me pasa también con Buenos Aires, aunque lo más extremo que viví fue Venecia. Uno pierde toda referencia conocida sólo dando la vuelta a la esquina. Allí temí no poder salir más.

‘No hay camino de vuelta’.”

Alberto, argentino residente en Munich, tiene un sitio experimental y trilingüe que hay que recorrer: www.up200.com. (No olvidar subir el volumen a los parlantes, que la música de Swen Fischer da un clima muy especial y evoluciona según cómo uno navegue.)

[15/4/2012]

Alberto ya no está en esa dirección (me refiero a la de la Web, ignoro la geográfica).

A diez años, me gusta mucho su visión de Camarjali.

De paso: hay edición reciente de la novela, en Grupo Editorial Norma.

When office supplies attack

[15/4/2002]

When office supplies attack (vía Good Morning Silicon Valley).

[15/4/2012]

¡Ah, Ze Frank! ¡La cantidad de cosas creativas que hizo en todo este tiempo! Sigue en zefrank.com. No se parece a nadie. Gran modelo de lo que solo es posible en este mundo digital.

La cucaracha y Dios

[15/4/2002]

Las fábulas de Gimenez.Hoy: La cucaracha y Dios

La cucaracha vio la mano del cocinero que caía sobre ella demasiado tarde para escapar corriendo. Sin embargo, para las cucharachas el tiempo transcurre con extrema lentitud, así que aún pudo examinar otras formas de salvarse.

Primero pensó en razonar con la mano. Pero la mano no actuaba por su cuenta. Encima de ella había un antebrazo, un codo, un brazo, un hombro, todos en la tarea de enviar la mano a aplastarla.

Entonces pensó en razonar con el cerebro que supervisaba la acción. Pero en el cerebro del cocinero sólo habría prejuicios (“toda cucharacha debe morir”). Y un cerebro humano sería demasiado lento para cambiar de actitud.

Finalmente pensó en un Dios que pudiera detener al cocinero. La cucaracha no estaba segura de que hubiera un Dios, pero en momentos tan críticos la sola posibilidad de Su existencia merecía ser explorada.

De modo que la cucaracha se dispuso a iniciar una oración. Pero antes de llegar a ese paso definitivo, al Paso Trascendental, había perdido demasiado tiempo en la tarea burocrática de detenerse en cada punto intermedio. El razonamiento limitado y estrictamente secuencial que la había llevado a comprender que la mano obedecía a otros músculos que obedecían a un cerebro que obedecía a algo superior le había quitado cada centésima de segundo disponible. Así, antes de que lograra siquiera encaminar sus pensamientos a ese Dios Eventual, ese Dios que de existir tal vez habría podido salvarla, ese Dios que, por otra parte, en caso de haber estado a priori dispuesto a salvarla quizá la hubiera dotado de otro estilo de pensamiento; antes, decía, de llegar a Él, la mano terminó su recorrido con un chasquido húmedo.

Moraleja: No vengo más a este restaurante.

[15/4/2012]

Como hace diez años, sigo pensando que el razonamiento limitado y estrictamente secuencial acaba siempre por llevarnos al chasquido húmedo. Me puse serio. Caramba.

Mail de Silvia

[15/4/2002]

Me escribe Silvia Parisi:

“El monstruo dice que los autitos chocadores le hacen acordar a las películas de amor en blanco y negro, donde el mundo se parecía a un parque de diversiones y todo iba para mal, pero en ese momento nadie lo sabía. Y la palidez de los rostros era un toque romántico y no un problema. Y que a él le gustaría subirse a un autito chocador y estar enamorado. Mientras dice esto, lagrimea un poco (hace mucho tiempo que no tiene un momento romántico, su condición de monstruo no le permite abusar de la debilidad).”

Y también:

“Me llamó la atención tu inquietud por catalogar información y me acordé de eso que dicen, que el día que uno nace se impremen más libros en el mundo de los que uno es capaz de leer… Por supuesto que es una generalización muy mentirosa, porque habría que descartar las guías de ruta de los lugares que a uno no le gustaría conocer, las guías telefónicas, los libros Guinness…, las biografías de gente poco interesante y sobre todo: los libros de autoayuda.”

El zorro y el caracol

[14/4/2002]

Las fábulas de Gimenez. Hoy: El zorro y el caracol

Andaba un zorro siguiendo el rastro de su cena cuando el azar lo llevó junto a una planta por la que trepaba un caracol.

El destino hizo que el zorro detuviera su paso junto a la planta y moviera la cabeza hacia la izquierda. El foco de sus ojos empezó a trazar una rápida línea recta en la dirección exacta en que el caracol se detenía también en su lento ascenso y orientaba las antenas.

Hubo un momento de tensión en el universo. Los propios dioses se preguntaron qué ocurriría. Por un instante mínimo, apenas un punto en el tiempo, el nudo casi infinito de las posibilidades giró en el vacío sin que se supiera hacia dónde empezaría a deshacerse.

Después, la mirada del zorro pasó exactamente dos centímetros por encima del caracol, y ambos siguieron su camino.

No, no hay mucho en un zorro y un caracol que les importe mutuamente.

[14/4/2012]

Unos días después, Jorge Varlotta me propuso una moraleja mucho mejor: “No es oro todo lo que reluce.”

Hubo varias “fábulas de Gimenez” más, en los días siguientes. Ya van a ir saliendo acá.

La flor gigante

[13/4/2002]

Hoy, durante todo el día, la tapa de Clarín en la Web dijo (las negritas son mías):

“Será inaugurada la escultura ‘la flor gigante’ de la ciudad (5’09”)
“La obra es del arquitecto Eduardo Catalano y está al lado de la Facultad de Derecho. Mide 23 metros de alto, costó unos 5 millones de dólares. La donó la Ciudad y se inaugura este fin de semana.”

Ahora, a las once de la noche, parece que alguien se dio cuenta. Lo arreglaron:

“Será inaugurada la escultura ‘la flor gigante’ de la ciudad (5’09”)
“La obra es del arquitecto Eduardo Catalano y está al lado de la Facultad de Derecho. Mide 23 metros de alto, costó unos 5 millones de dólares. La donó a la Ciudad y se inaugura este fin de semana.”

[13/4/2012]

No era para tanto. La versión equivocada, como es lógico, no se puede ver. La otra sí.

Más interesantes resultan las noticias que se ven en esa tapa de hace diez años: por ejemplo, Venezuela: asumió un empresario y disolvió el Congreso (al día siguiente, el golpe había fracasado y Chávez estaba de nuevo en la presidencia). Los senadores se reunieron con Anoop Singh (quien había tenido su propio post en la Mágica Web un día antes). Ocho productos de  la canasta básica subieron más de 100% desde la devaluación. Como diría Kurt Vonnegut: and so on and so on.

Francisco Gandolfo en Clarín

[13/4/2002]

Hay poemas de Francisco Gandolfo en Clarín de hoy.

[13/4/2012]

Tal cual. Hay poemas de Francisco Gandolfo en Clarín de hace exactamente diez años.