[30/1/2003]
Llegamos a la conclusión de que los vecinos de arriba, cuando salen, dejan al perro encerrado en la cocina. El perro pasa horas tratando de cavar una salida por abajo de la puerta. Podemos oírlo. Desde nuestro departamento, las pezuñas que atacan las baldosas suenan como granizo desesperado, como un percusionista paranoico, como la tiza de un profesor chiflado que llena el pizarrón con fórmulas imposibles.
Tuve que ir a confirmarlo. Los perros no tienen pezuñas. Son uñas, parece.