Categoría: Jorge Varlotta

Vectorpark

[5/11/2002]

www.vectorpark.com (gracias a Jorge Varlotta).

Tapa

[15/10/2002]

“Hay agentes que merecen un ascenso”, me escribe Jorge Varlotta.

“La tapa corresponde al libro Marcados por la muerte, novela policial de Brett Halliday; editorial Zig-Zag, Serie El Sabueso, Chile, sin fecha (probable principios de la década del 50). Portada de Charles Burlacov.”

Y ahora el detalle. “Obsérvese al policía”, dice Jorge, “tranquilamente parado sobre un charco de sangre, iluminando el culo de una mujer que se aleja.”

Sigue caminando

[19/8/2002]

La semana pasada escribí una lista de frases que empezaban “Camina como“. Jorge Varlotta la continúa con una serie de hallazgos:

Camina como cruzando un arroyo por las piedras.
Camina como publicitando un shampú.
Camina como si fuera cuesta abajo.
Camina como si fuera cuesta arriba.
Camina como si fuera contra el viento.
Camina como por un piso recién lavado.
Camina como una mujer embarazada.
Camina como tratando de no mojarse el pelo en la ducha.
Camina como si tratara de limpiarse la suela de los zapatos.
Camina como en un desfile militar.
Camina como si llevara una valija en cada mano.
Camina como si buscara un taxi libre.
Camina como si usara un traje de buzo.
Camina como si tuviera que atajar un penal.
Camina como si tuviera una piedrita en los zapatos.
Camina como por un camino embarrado.
Camina como si no recordara bien adónde va.
Camina como por entre unos rieles de ferrocarril.
Este es un poco anticuado: Camina como si llevara un diploma de la Pitman.

El bicho peludo

[22/7/2002]

Interrumpimos nuestra programación habitual para dar espacio a un relato de Mario Levrero, que el autor me envió por email con la autorización explícita para publicarlo aquí, y la aclaración de que todavía es un borrador.

El bicho peludo
por Mario Levrero

Abrí la puerta del apartamento para salir, y se metió rápidamente un bicho negro, peludo; demasiado grande para araña, pensé. Tenía que ser un perro chico, un cachorrito. Cerré la puerta y empecé a buscarlo; se había escondido. Durante un rato no hubo forma de encontrarlo. Al fin, al mover un sillón, salió de atrás a toda velocidad y volvió a esconderse. Me armé de paciencia y seguí buscando, pero me cansé sin haberlo encontrado. Como tenía que salir, salí. Al volver, dos horas más tarde, el bicho seguía escondido. En la cocina puse un plato en el piso y le eché un poco de leche. Me senté en un sillón del living y me quedé quieto, esperando. Desde ahí podía ver la puerta de la cocina, abierta, y el plato en el suelo. En algún momento tendría que aparecer, pensaba yo.

Y apareció, mucho más tarde, moviéndose con cautela; venía desde el corredor que da al dormitorio. Se metió en la cocina pero no le prestó atención al plato con leche. Se movía con rapidez y con gran liviandad, casi como si flotara, explorando la cocina, que sin duda no había podido explorar en mi ausencia porque la puerta había quedado cerrada. Después salió de la cocina y se quedó mirándome cerca de la puerta. Digo que me miraba, pero no sé con qué, tenía tanto pelo que no se le veían los ojos. Hasta me pareció que no tenía ojos. Tampoco llegué a verle patas; parecía que fuese sólo una masa de pelos negros.

Cuando me fui a acostar, cerré la puerta del dormitorio para que no se metiera. Nunca cierro esa puerta porque me gusta que circule bastante aire, y con la puerta cerrada me parece que me asfixio, por más que siempre se cuela alguna corriente de aire entre las junturas de las ventanas. Cuando desperté al otro día, el bicho estaba en la cama, a los pies de la cama, como enrollado sobre sí mismo sobre la frazada. Pensé que lo iba a agarrar dormido, y me pregunté que haría con él cuando lo agarrara. Pero apenas me moví, se movió, y se filtró rápidamente por abajo de la puerta. Es una puerta de madera, y no de metal como la de la cocina, y hay como un dedo de luz entre la parte inferior de la hoja y el piso. Entendí entonces que no era un perro. Era sólo pelo. Después lo pude comprobar, mirándolo al trasluz cuando se paseaba por el alféizar de alguna ventana; no había propiamente un cuerpo, ni patas, ni ojos, ni nada. Tampoco comía ni bebía nada. Y no sé si dormía, o si de noche simplemente se acomodaba a los pies de la cama buscando compañía. Ni siquiera buscaba calor, porque se ponía lejos de mi cuerpo.

Nunca me picó, ni me mordió, ni me hizo daño alguno; pero tampoco hicimos amistad. Siempre que trataba de acercarme, se movía muy rápido para ponerse fuera de mi alcance. Después de algunos intentos, no volví a insistir. Ya vendrá solo, pensé, pero nunca vino.

Mientras estuvo en mi casa, durante un par de años, nadie alcanzó a verlo; ni siquiera la empleada, que venía dos veces por semana, en alguna de sus limpiezas a fondo. No sé dónde se escondería. Mis visitas nunca sospecharon su existencia, ni siquiera las mujeres que ocasionalmente se quedaban a dormir; esas noches el bicho no aparecía en el dormitorio. Y al día siguiente no se mostraba resentido ni variaba en lo más mínimo su conducta de siempre.

Una tarde de verano estaba apoyado en el alféizar de la ventana más grande del living, su lugar favorito. Las otras ventanas estaban también abiertas, por el calor. Hubo un soplo de viento que formó una fuerte corriente de aire en el apartamento y se lo llevó; lo vi alejarse con la ráfaga y después ir descendiendo lentamente hasta que otra ráfaga lo levantaba y lo hacía cambiar de dirección. Yo lo seguí con la vista hasta que dejé de verlo.

[22/7/2012]

Estaba recién escrito. Apareció por primera vez en la Mágica Web. Después Jorge lo incluyó en el libro Los carros de fuego (Trilce, Montevideo, 2003).

De Salinger

[8/7/2002]

Una de Salinger:

… the most singular difference between happiness and joy is that happiness is a solid and joy a liquid. Mine started to seep through its container as early as the next morning… (“De Daumier-Smith’s Blue Period”)

Otra:

“What I need is a cocker spaniel or something”, she said. “Somebody that looks like me.” (“Uncle Wiggily in Connecticut”)

Jorge Varlotta opina que Nine Stories es el mejor libro de cuentos que existe. Me parece que se queda corto.

Máquina de escribir

[6/7/2002]

Hace unos días conté que cuando tenía trece años me compraron mi primera máquina de escribir. Ahora escribe Jorge Varlotta:

También a los 13 yo tuve mi primera máquina, pero no me bastó con pedirla como regalo, sino que tuve que hacer una verdadera campaña, con carteles (que ponían nerviosos a mis padres porque venían alumnos suyos de inglés a casa) y no recuerdo qué otras acciones subversivas. Les parecía un gasto innecesario. Apenas conseguí la máquina me compré un libro para aprender a escribir al tacto. “tu potro torpe”, “puerto europeo” y “quiero pupitre” me deslumbraron porque se escribían con una sola línea de teclas. Y más adelante había sanos consejos, como “No prepares para tu enemigo un horno tan caliente que te abrase a tí mismo”.

[6/7/2012]

El post sobre mi primera máquina de escribir, acá en MW+X.

Clasificados

[3/7/2002]

Avisos aparecidos en El Gallito Luis, suplemento de clasificados del diario El País de Montevideo:

  • ESCRITOR necesita Ayudante hasta 30 años, 6to. Liceo, óptima caligrafía, trabajo nocturno. Tel. 708****
  • DESCONECTESE del bajón: CANTE !! edad de 10 a 80 años. Tel. 508****
  • BETTY p/pedidos solicita Encuestadoras Verborajicas c/exper. T. 0900**** ($12.90 x min iva inc.)
  • CADETA 16 a 25 años, hábil c/público, coser y planchar a mano. Curriculum a Sr. Director. Rivera ****

(Me lo envió Jorge Varlotta, a quien se lo mandó su amiga Vanessa.)

[3/7/2012]

gallito.com.uy, propiedad de El País, parece ser la continuación de El Gallito Luis, pero sin la gracia.

Generador de textos

[19/6/2002]

Me escribe Jorge Varlotta:

“George Giles was born in the ladies’ toilets in Afghanistan. He spent his childhood watching Nude Twister matches, but joined oil prospectors at an early age. He became famous for playing a character in a cheap The Tony Blair Show spin off before dying of the black death. (Generated by Regnus 32 – http://transband.co.uk/RJBS/)”

Este es uno de los muchísimos textos que genera este programa de sólo 28 K. También hay frases insultantes, cartas de invitación a extraños acontecimientos y otros esquemas fijos.

[19/6/2012]

El link no funciona más.

Si uno busca “Regnus 32” en Google aparecen montones de resultados: algunos llevan a páginas inexistentes; otros a buscadores de dominios disponibles; y otros más a sitios donde aparentemente se puede bajar el programa pero son en realidad esos laberintos de links que tratan de llevar al visitante a que baje programas sospechosos. A quien quiera intentarlo le deseo suerte.

Carne

Hace unos días conté sobre un par de carteles mal escritos. Ahora, Jorge Varlotta me escribe:

Habría que hacer un relevamiento de este tipo de carteles. Son deliciosos. Si es posible, fotografiarlos.

Hace unos años, en la cantina de un sanatorio mutual, me fascinó un cartel muy prolijo pegado a una columna junto al mostrador (y más me fascinó cuando entró al local una atractiva enfermera fortachona, creándome expectativas que fueron decepcionadas) (cito de memoria, pero lo esencial del texto es totalmente correcto):

“EL PERSONAL DEBE EXHIBIR SU CARNE”

[8/6/2002]

El link a Mágica Web, como otros de esa época, lleva a la página del mes y no la del post (este es el link correcto). El post de los carteles mal escritos, acá en MW+X.

Pocos meses después, en noviembre de 2002, apareció el libro de Proyecto Cartele, que viene mostrando precisamente eso: fotografías de carteles graciosos. (El link, que hoy es válido, no es el mismo que aparece en el libro: ese ahora es cualquier otra cosa.)

“Creo que los dioses aprueban la no acción”

[19/5/2002]

Hace un par de semanas escribí una compleja lista de preguntas que, entre otras sentidos posibles, apuntaban a “¿Qué hago con las cosas pendientes?”

Luisa Axpe respondió con una receta positiva, que también está por allá abajo, y empezaba así: “Hace ya un tiempo descubrí, no sin ayuda, que a mí me dan más trabajo las cosas que no hago que las que hago.”

Ahora, Jorge Varlotta le responde a Luisa:

Mi experiencia es totalmente opuesta a la de Luisa. Mi sistema consiste en hacer una lista, y dejarla por ahí. Cuando vuelvo a mirarla después de un tiempo, veo que muchísimas cosas, la mayoria, no tenían la importancia que yo les atribuí en el momento, o se habían resuelto solas, por simple devenir cósmico. Y después están las cosas que hago sin necesidad de mirar la lista. De un modo u otro, todos los ítems terminan tachados.

Cuando me vuelvo obsesivo en mi afán de cumplir con las tareas apuntadas, a menudo debo reconocer que los resultados no son los que esperaba. Caso del oculista. A fines de diciembre me regalaron 90 títulos de El Séptimo Círculo, casi todos con letra chica. Había como 70 que no conocía. Empecé a leer a un ritmo aproximado de uno por día, y a fines de enero tenía los ojos a la miseria. El oculista me dio hora para un mes después, y arrastré un largo sufrimiento. Finalmente llegó el día, el tipo me recetó los nuevos anteojos, pero no tenía plata para mandarlos a hacer. Mientras tanto, las novelas se terminaron, y además empezó el otoño. El cambio de temperatura y el relativo descanso (no dejé de leer, pero la letra ya era más grande) le quitaron toda urgencia al asunto; los ojos volvieron a su estado anterior a enero. Todavía tengo ahí las recetas, en espera de una nueva crisis.

Lo que Luisa no tiene en cuenta, me parece, es que un exceso de actividad genera listas de tareas demasiado nutridas. Cuando resolvés algo, ese algo resuelto crea nuevas tareas. Son muchísimas más las veces que me arrepiento de haber hecho, que de no haber hecho algo. Creo que los dioses aprueban la no acción.

[19/5/2012]

Antes:

Abajo se ve un comentario con el que Luisa, a su vez, le respondió a Jorge.