Hace años que no sé si los shampúes anticaspa han logrado ser eficaces o si simplemente ya no tengo caspa.
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Sir Edmund Percival Hillary, que murió hace pocos días, fue el primero en llegar a la cima del Everest.
Tenzing Norgay, que murió en 1986, fue el primero en llegar a la cima de Sagarmatha.
Lo más gracioso es que lo hicieron juntos.
La versión que aprendí hace muchos años es la primera. “Una persona (un inglés, un neozelandés, un australiano, esa parte daba igual) había alcanzado la cima del Everest en el año 1953. Ah, sí, lo acompañaba un sherpa.” “¿Un qué?” “Un sherpa. Una especie de guía, qué sé yo.”
Seguramente Hillary no habría llegado a la cima sin Norgay (u otro sherpa). No sé cuál de estas variantes será cierta desde el punto de vista de Norgay:
- A los sherpas nunca les interesó subir al Everest (o Sagarmatha, o Chomolungma).
- A los sherpas siempre les interesó subir, pero no podían sin el equipo y la tecnología de un Hillary.
- A los sherpas siempre les interesó subir, y lo vienen haciendo desde hace quinientos años.
Tardé varias décadas en darme cuenta de que estaba (estábamos) mirando el tema desde una óptica colonial, o peor.
Ya no me pasó lo mismo el año pasado, cuando leí “The many worlds of Magnus Ridolph”, una recopilación de cuentos de los años 40 de Jack Vance (un escritor al que admiro muchísimo), que me prestó Marcial Souto. Fue intensamente chocante descubrir cómo ese Vance aún no muy sabio escribía relatos humorísticos acerca de lo molestos que podían ser ciertos nativos “semiinteligentes” cuando uno quería establecer una lucrativa plantación en su planeta: se comían los cultivos, invadían las playas, y hasta eran capaces de responder a un ataque. Así era la ciencia ficción de la época. Así éramos nosotros hasta hace poquito tiempo.
¿Éramos?
En realidad, un sandwich de milanesa viene a ser un sandwich de sandwich.
(Este post es una imitación descarada del estilo Korochi.)
[Update de lo más triste: el video ya no está disponible.]
Un concierto completo, grabado el 22 de octubre de 2007. Hace muy bien ver cómo alguna gente que uno admira desde hace más de veinte años atrás se fue haciendo grande en varios sentidos.
http://www.fabchannel.com/embed/player.swf?ap=artist.suzanne_vega
La primera canción que escuché de ella (por la radio de un taxi, me acuerdo bien) fue “Gypsy”, que aquí aparece séptima en la lista. Esa canción, o cualquier otra del concierto, se puede elegir para ver suelta en el sitio original del show: fabchannel.com. (No, no hay links a las páginas individuales. Hay que buscar “Suzanne Vega”, y aparece este único resultado.)
(Ufa. El video insertado en la página no se ve en Google Reader. Donde sí se vería si estuviera en YouTube.)
Nos pusimos a hacer una canoa de madera
y otra canoa en un papel
y una canoa de pasto
y otra de metal fundido
y también hicimos un río para poner las canoas
y otro río que nos quedó adentro por mal plegado
y tantos ríos y canoas nos cambiaron el sueño
y nos hicieron pensar en la muerte
y nos desencaminaron
y así fue que salimos a andar por los charcos de la avenida
y no volvimos hasta el día siguiente
y las canoas se habían extinguido
y nos daba mucha sed.
Suena el teléfono. Atiendo. Una grabación me recuerda la deuda de siete pesos que hace dos o tres años dejó sin pagar el ocupante anterior de este departamento. Amenazas, advertencias, arrebatos. Así es como mi teléfono no permite hacer llamadas de larga distancia. Hace un año que vengo oyendo la misma grabación un par de veces por semana, a distintas horas. Traté de pagar la deuda, que con los intereses debe andar ya por los ocho pesos con cincuenta. Pero quedé vencido por la burocracia de los mismos acreedores: nunca me mandaron la factura prometida. Así es como se acerca la vejez.
Al cajón de abajo van cayendo las cosas que sobran en los cajones de arriba, las que resbalan por atrás, las que nadie ve o nadie quiere mirar, las que atraviesan la madera, las demasiado chicas para quedarse por mucho tiempo en un lugar, las que se caen de las manos, las que no caben en las categorías de los otros cajones, las que reptan, las que no se cierran, las que duelen, las que no se abren. Por eso el que está con llave en este mueble no es el cajón de arriba, sino el de abajo.