Despegue mortal

5 Despegue mortalErwin Rhodes se calzó el casco, acomodó el arnés que lo retenía en el asiento y esperó. La ansiedad se vertía en gotas de sudor que le enmarcaban el rostro. Los otros tripulantes también se agitaron en sus sitios. Solo se oía la voz monótona de la radio, con su rítmico recitado de números. Los últimos segundos de cuenta regresiva eran los peores.

En la ventanilla redonda, los prados verdes de la Tierra se extendían hasta el horizonte. “No nos dejes”, parecían decir. Rhodes apartó la mirada. Era tarde para cambiar la decisión de volar a las estrellas. Para bien o para mal, se había entregado a un sueño y no había modo de echarse atrás, ni siquiera si se convertía en pesadilla.

¿Por qué se le ocurría esto ahora? ¿Por qué la idea de una pesadilla? Desde niño había soñado con este momento. Había dedicado su vida al objetivo de ocupar este asiento, aquí y ahora, en este lugar.

—Seis, cinco, cuatro… —dijo la voz de la radio.

En la cabina del cohete hubo carraspeos, últimos ajustes, algún suspiro.

—Tres, dos uno…

En el último segundo, Rhodes alzó la vista hacia lo alto, donde una maraña de cables e instrumentos oscurecía el techo. Y en ese último segundo, sin tiempo siquiera para pensar, lo vio.

Un destello luminoso. Un movimiento furtivo. Y lo que le quedó grabado en la retina: inhumano, bestial, grande como un puño, rojo como la sangre, un ojo.

(Así empieza Despegue mortal, de Dionysus Vaughan, una novela que no existe. La imagen que usé para la tapa es de dominio público, tomada de Max Pixel.)

Author: Eduardo Abel Gimenez

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