Categoría: Diario

Recepción

[24/4/2002]

Hubo unos saladitos muy buenos, pero era poca comida. Al salir me habría gustado zambullirme en un McDonald’s a comer hamburguesa y papas fritas, así es la vida. Pero el vino blanco, alemán, dulce y no dulce a la vez, era excelente y abundaba.

Alrededor se hablaba mucho alemán. La carpeta con fotos de Annemarie Heinrich me atraía tanto que pasé buena parte de las cuatro horas a menos de un metro de ella. Recorrí las fotos una por una, y muchas las volví a ver varias veces, cuando otros las recorrían. Por ejemplo, la de Evita cuando no era Perón y la de Evita cuando sí era Perón. La de Borges. La escandalosa de la vidriera. La del hijo que, a los 60 años, estaba ahí presente para explicar el proyecto, pero de chico (¿poco más de diez?) había estado frente a la cámara de su madre. La de Rafael Alberti (“Es Rafael Alberti”, explicaban. “Sí”, decía Eduardo Aleman, que experimentaba un viaje en la máquina del tiempo, “lo conocí, vivía allá por Parque Centenario”).

Fue anoche: una recepción en la casa del agregado cultural de la embajada de Alemania. Sólo escribirlo lleva demasiadas palabras. Pero no era tan formal, o tensa, o de elite, como se podía temer. Igual, no estoy acostumbrado. Demasiado alto, demasiado torpe entre las puertas estrechas. Hubo otros sin corbata, pero yo era el único sin saco.

Ella, la autora, la estrella, no estaba. Claro. Hoy tiene 90 años, vive en silla de ruedas. El tema es que van a hacer una muestra itinerante en Alemania con ochenta de sus fotos. Van a hacer un libro. Van a ofrecer su obra a agencias de noticias. Hay trescientos mil negativos, decían. Trescientos mil. Uno por cada kilómetro de acá a la luna.

Afuera hacía frío, y había renunciado el ministro de economía. Lo primero estaba bajo control. Lo segundo era una de las muchas cosas que tratábamos de no mencionar.

[24/4/2012]

Annemarie Heinrich: sitio que parece oficial; en la Wikipedia. Murió en 2005.

Me reconozco: “Demasiado alto, demasiado torpe entre las puertas estrechas. Hubo otros sin corbata, pero yo era el único sin saco.”

La realidad

[15/4/2002]

Estoy en mi oficina, frente al monitor, a oscuras para no despertar a nadie (mi oficina es una de las habitaciones del departamento donde vivimos). La puerta está apenas entreabierta. Más allá, tras una curva del pasillo, hay una luz encendida que de noche tranquiliza a mi hijo. Afuera llueve: lo indica el ruido suave, amortiguado, de las gotas en la parte externa de los acondicionadores de aire del edificio.

Mientras leo un artículo en MSNBC, tengo la sensación intensa de que alguien se mueve al otro lado de la puerta. Mi mujer se habrá levantado, pienso (es medianoche). Miro, y no: no hay nadie. Es un perchero que está ahí, pasando la puerta. Del perchero cuelgan varias camperas, alguna de ellas con ánimo de engañarme.

Sigo leyendo. Unos segundos después, vuelvo a tener la misma sensación. Sólo que ahora que no hay nadie ahí. Miro otra vez, para comprobarlo, y es verdad.

Ahora me resisto a mirar por tercera vez, aunque la sensación no se va. Algo me observa, algo que se mueve en la misma medida que la capacidad limitada de mis ojos para ver en ese ángulo.

Esta es la realidad, se me ocurre, finalmente. Bastará con que me ponga de pie y camine hacia la puerta para que las ilusiones vuelvan y retomen el control.

La flor gigante

[13/4/2002]

Hoy, durante todo el día, la tapa de Clarín en la Web dijo (las negritas son mías):

“Será inaugurada la escultura ‘la flor gigante’ de la ciudad (5’09”)
“La obra es del arquitecto Eduardo Catalano y está al lado de la Facultad de Derecho. Mide 23 metros de alto, costó unos 5 millones de dólares. La donó la Ciudad y se inaugura este fin de semana.”

Ahora, a las once de la noche, parece que alguien se dio cuenta. Lo arreglaron:

“Será inaugurada la escultura ‘la flor gigante’ de la ciudad (5’09”)
“La obra es del arquitecto Eduardo Catalano y está al lado de la Facultad de Derecho. Mide 23 metros de alto, costó unos 5 millones de dólares. La donó a la Ciudad y se inaugura este fin de semana.”

[13/4/2012]

No era para tanto. La versión equivocada, como es lógico, no se puede ver. La otra sí.

Más interesantes resultan las noticias que se ven en esa tapa de hace diez años: por ejemplo, Venezuela: asumió un empresario y disolvió el Congreso (al día siguiente, el golpe había fracasado y Chávez estaba de nuevo en la presidencia). Los senadores se reunieron con Anoop Singh (quien había tenido su propio post en la Mágica Web un día antes). Ocho productos de  la canasta básica subieron más de 100% desde la devaluación. Como diría Kurt Vonnegut: and so on and so on.

Presidente

[12/4/2002]

Ahora que Duhalde se fue a Costa Rica, podría asumir como presidente Anoop Singh.

[12/4/2012]

No es que me divierta explicar un chiste, y tampoco es que el chiste fuera bueno, y ni siquiera que fuera un chiste. Pero ahí va. Anoop Singh era (¿es?) un economista del Fondo Monetario Internacional que por aquel entonces venía a la Argentina a inspeccionar la economía. Las “recetas del Fondo” eran y son conocidas por destructivas. Y el Fondo tenía poder sobre la situación del país. Listo. Igual, no se entiende como hace diez años.

Más gracioso es cómo en el diario La Nación los links de hace diez años llevan a cualquier otra cosa. Esta vez, en lugar del viaje de Duhalde, se trata de que “desde el 18 del actual, el juvenil disputará el Preolímpico en Brasil, con la mirada puesta en Sydney”. El “actual” es enero del año 2000. El “juvenil” es el de fútbol sub 23. Todo así.

Sorprendente que el FMI mantenga vivos los links de noticias de hace diez años. Algún mérito hay que reconocerles.

Los spammers van aguzando el ingenio

[12/4/2002]

Los spammers van aguzando el ingenio, aunque no mejoren su inglés. Acabo de recibir lo siguiente:

“Thank you for use our services
Your mail: [una dirección de Imaginaria]

In request for the keywords: chicas, hq, non-nude, models, salma hayek, martina colombari, josie maran

url Result: http://www.[lo borro a propósito].com”

(Por supuesto, no sé quienes son ni jamás usé sus servicios. Nunca se me ocurriría unir en la misma búsqueda “Salma Hayek” y “non-nude”.)

[12/4/2012]

¿Qué puedo decir? Los spammers hicieron mucho más en estos diez años.

Y yo ahora no reproduciría esa lista de palabras clave. Oh, wait…

¿Me compra un café con leche?

[5/4/2002]

—¿Me compra un café con leche?

Así es el discurso de un hombre de unos treinta años que se pone en cuclillas a metros de la esquina de Juramento y Ciudad de la Paz. Lo empecé a ver hace más de un año, cuando nos mudamos a Belgrano. No importa la hora: a la mañana, al mediodía, a la tarde o a la noche, en verano, en invierno, a veces sí, a veces no, mira al que pasa y le pregunta:

—¿Me compra un café con leche?

Nunca entendí por qué un café con leche, y no una coca, un sandwich, una moneda. Hasta hoy.

Sé que lo que voy a contar ahora es difícil de creer. Es más, no lo va a creer nadie. “Demasiada coincidencia”, pueden decir. “Este se lo inventó.” Pero lo cuento igual, porque es verdad.

Hoy, a las tres y media de la tarde, pasé frente al hombre en cuclillas. No me miró. Tenía en la mano izquierda un vaso de plástico grande, lleno del líquido de sus deseos. Y, mientras yo pasaba, metió la mano derecha en el bolsillo de la campera, sacó una galletita y la mojó en el café con leche.

[5/4/2012]

Era verdad, insisto. Me acuerdo. El hombre se convirtió en lustrabotas. Se tiñó el pelo. Siguió en esa esquina muchos años. Creo que todavía anda por ahí, pero no estoy seguro de cuándo lo vi por última vez.

1966

[4/4/2002]

Hace unos días mi hijo de seis años me regaló esta moneda. Desde entonces la llevo en el bolsillo.

A él se la dieron mis viejos. Veinticinco pesos de 1966.

Ese año cumplí los doce. Mientras el frío empañaba las ventanas, mi madre hacía alfajores de maicena para festejar. También terminé la escuela primaria. Era el abanderado y solía desmayarme en los actos, sobre todo la vez que fue Borges a mi escuela, a dar una conferencia interminable sobre no sé qué. Al final de las clases desfilamos por el centro de Ramos Mejía (el link lleva al libro de mi padre sobre la historia de la ciudad).

Onganía empezó su dictadura. Ariel Delgado nos daba las noticias desde Radio Colonia, a bajo volumen.

Los Beatles grabaron Rubber Soul y Revolver. Estábamos acostumbrados a que cada pocas semanas una nueva canción de ellos nos volara la cabeza. A mi viejo le gustaba “Michelle”, por esas palabras en francés que él podía entender. A mí, “Madera noruega”, que no entendía en absoluto pero era tan linda y tenía sitar. Tardé bastante en llegar a Revolver: varios años en que se fue iluminando de a poco lo que los Beatles habían logrado hacer.

Mi perra, a raíz de un agujero en la cerca que la separaba del perro vecino, tuvo seis cachorritos. En una foto aparezco con cuatro de ellos en brazos. Los vi nacer, no me olvido más, metido en la cucha con la madre y su cría. Dos de los cachorritos murieron pronto, y la madre no mucho después. Una hembra se convirtió en la Negrita, mi nueva y duradera perra hasta 1980.

Philip K. Dick publicó The Crack in Space, Now Wait for Last Year y The Unteleported Man; pero yo no tenía idea. Leía los libros de la Colección Nebulae, los que vinieran, y casi no sabía inglés. Por su lado, Cortázar sacó Todos los fuegos el fuego, que al año siguiente me prestaría mi profesora de castellano.

Estaban haciendo Viaje a las estrellas, la serie original, pero todavía no la daban en la Argentina. En tanto, había naves espaciales que orbitaban la Luna, sin televisión en directo. Lo que sí veía en la pantalla en blanco y negro era El capitán Piluso, cada tarde. Me divertía mucho.

Empezaron a fabricar el Torino, que no se podía creer cuando pasaba por la calle. Y también se fabricó el Chevrolet 400 blanco que mi padre compraría unos años después, y con el que iba a aprender a manejar.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Y todo esto fue hace tan poco tiempo.

[4/4/2012]

Ah, qué cosa los links…

Pasaron otros diez años, pero es más que ese transcurso. No entiendo bien por qué, pero ahora no me parece que 1966 fue hace poco tiempo. Todo lo contrario. Me parece que pasaron siglos.

No encuentro la foto con los cuatro cachorritos, aunque sé que existía. Acá estoy con dos:

Notas de Mar del Plata

[30/3/2002]

Sí, vinimos otra vez. A un hotel más caro que el anterior, pero peor. Las alfombras conocieron buenas épocas, tal vez en otro edificio. Los mismos clientes de la década del 60 vuelven siempre, y no se dan cuenta del deterioro (del hotel, así como el de ellos).

En la habitación faltaba el control remoto de la tele. Lo pedimos en conserjería, y nos dijeron que era normal, que la gente se los lleva. Igual nos dieron uno. Susanne estaba asombrada: ¿por qué se lleva la gente un control remoto? Después de darme una ducha descubrí la respuesta: porque en este hotel no vale la pena llevarse las toallas.

Llegamos ayer viernes, al mediodía. Al mediodía de Ferrobaires, que empieza hacia la una y media de la tarde. Llovía. Dos hombres trataban de ganarse unas monedas a cambio de simular que organizaban la cola de los taxis. Tenían bastante éxito, en lo que hace a las monedas.

Estuvimos en un cibercafé, donde Gabriel pudo jugar un rato con Orisinal, que le encanta. Y también con un juego de Garfield que estaba en la computadora. Había que manejarlo con el teclado, mientras una música tecno (ajena al juego y a la computadora, pero impregnada en las paredes del local) hacía lo posible por impedirlo. La impaciencia de Gabriel no me dejó leer las instrucciones, así que estuvimos un rato haciendo que jugábamos a algo que hacía de divertido, mientras Susanne tomaba una verdadera cerveza.

En este momento llueve muchísimo. Hace un minuto me llamó la atención un ruido, y pensé: “La lluvia.” Levanté la vista y no, era la máquina de hacer café. Entonces me di vuelta para ver la calle, y a la vez la máquina se detuvo. Vi la lluvia y oí su ruido auténtico. ¿Cómo puede una falsa alarma ser verdadera a pesar de todo?

Esta mañana, durante las dos horas en que no llovió, fuimos a la playa. Gabriel saltó y corrió lo suficiente para justificar todo el viaje. El guardavidas pasaba el tiempo tocando silbato a quienes se aventuraban a caminar por la escollera, exactamente por debajo del nivel de las peores olas. El sol echó un vistazo, se dio cuenta de que no valía la pena y desapareció otra vez. Gabriel hizo montañitas de arena húmeda, ahí donde las olas iban y venían, y disfrutó de la destrucción consiguiente. Juntó plumas y caracoles. También se mojó la ropa y luego la ropa de repuesto, después de lo cual volvimos al hotel.

No está mal, en realidad. Comemos cosas ricas. Vamos a ir al Museo del Mar a ver a Juan Falú (¿en una pecera?). Tengo esta hora de tranquilidad mientras es el turno de Susanne de ir a Sacoa.

El tren de regreso sale mañana, domingo, a las seis y pico de la tarde.

[30/3/2012]

¿Puedo decirlo? Estoy orgulloso de este post. Ya está.

Los links: Museo del Mar (cuidado que arranca con música y no se puede hacer callar). Juan Falú: sitio personal, y en YouTube.

Unos días después escribí una reseña sobre la presentación de Juan Falú.

Diez razones para hacer este weblog

[30/3/2002]

  1. Tengo dónde anotar espontáneamente algo que se me ocurre, y no perderlo.
  2. Tengo dónde anotar espontáneamente algo que veo en la Web, y no perderlo.
  3. Puedo rescatar cosas que tengo guardadas desde hace años en cajones muy pequeños.
  4. (Cito de memoria a un blogger, no recuerdo quién.) “Si escribo todos los días, escribo mejor. Si escribo mejor, pienso mejor.”
  5. Es divertido.
  6. Puedo usar uno de los mejores formatos que existen en el medio que más me interesa.
  7. Tengo una excusa para volver a contactar gente con la que hace tiempo que no me comunico.
  8. Tengo un impulso para tratar de pensar algo nuevo cada día.
  9. Tengo un espacio donde expresar mi idea de para qué sirve la Web.
  10. Puedo escribir una lista de diez razones para hacer algo, sin sentir vergüenza.
[30/3/2012]

Me acuerdo de cuando hice esta lista. Estábamos en un hotel de Mar del Plata. De noche, en la cama, a oscuras y con insomnio, empecé a pensar estos items. Para anotarlos y no despertar a nadie, busqué papel y birome sin prender la luz y me fui al baño. Al día siguiente armé el post en una compu del hotel.

Estaba claro que ya me había convertido en blogger. Lo que la lista demuestra es que todavía necesitaba justificarme.

Visa

[28/3/2002]

El pasado 22 de enero venció la visa que el gobierno de los Estados Unidos me otorgó, por diez años, el 22 de enero de 1992. Durante mucho tiempo fue del todo inútil: en primer lugar, después de 1992 no volví a EE.UU.; y últimamente, de haber ido, no me la habrían pedido. Ahora no tengo planes de viajar (no se puede: la Argentina se separó del planeta Tierra y se aleja a velocidad que tiende a la de la luz para convertirse en un asteroide errante). Pero si los tuviera, tendría que sacar visa otra vez. Algo está mal sincronizado en todo esto.

[28/3/2012]

Ahora viajar es posible, de manera que se diría que la Argentina, en algún momento, volvió al planeta Tierra. El país que se viene alejando del planeta es Estados Unidos, donde entrar se hace cada vez más complicado y humillante. No es que lo haya experimentado personalmente: en este tiempo solo salí de la Argentina para ir a Uruguay. Ni renové el pasaporte.