Las gotas de lluvia caen de forma roja. El piso es blando, huele a noche. Muchos bichos vuelan en torno a la lámpara encendida: cada segundo hay eclipse de luz. Comemos lo que queda y dejamos de simular que esto es un festejo.
Categoría: Microcuentos
Pone las llaves a hervir. Piensa en comprar más candados. Toma el café de la palma de la mano. Encuentra que la ley de gravedad vale menos que el vuelto del kiosco. Se suena la nariz con la sombra de un pie. Admira esa cara que aparece en el televisor. No sabe cómo apagarse. Es de noche: si no, sería otra historia.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Acomoda la silla frente a la mesa, la mesa frente a la ventana, la ventana frente a la calle. Se sienta. Vuelve a levantarse y abre las cortinas. Adelanta la hora para ver atardecer. Se sienta otra vez. Apoya las manos en la mesa. Estira las piernas. Mira por la ventana. Deja pasar el tiempo hasta que se hace de noche. En la otra habitación, el cadáver sigue esperando.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Me acaban de hacer notar que el papel no está tan blanco como otras veces. Me gustaría poder hacer algo al respecto, pero es el ruido, ¿oyen?, la sierra de la otra cuadra, las válvulas del colectivo que pasa por la esquina, el tipo que martilla como asesinando al perro. Todo contribuye. El papel recibe esas cosas, es como las plantas que son sensibles a todo. El papel se empieza a poner amarillo en los bordes, en las puntas. Lo escrito también se deteriora, se pone gris, más que nada en verano, cuando uno abre las ventanas y el ruido entra a tapar mi desorden con el suyo. Dejo como prueba la palabra prolegómeno, que (lo saben quienes me conocen bien) jamás usaría en un texto.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
La espera no es una sola. Las esperas se superponen, se cruzan, se entremezclan.
Lo sé porque soy experto. Mi rol es siempre el de esperar. Puedo esperar once cosas simultáneamente, y al parecer sin esfuerzo.
Pero todo tiene precio, y la espera también. El tiempo gastado en esperar vale por dos, y llega un momento en que ese tiempo se suma, y entonces soy más viejo.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Las rocas, más altas que el barco, esperan que un golpe oportuno del mar les permita destrozar el casco de madera. Pero el barco se mece con suavidad, como dormido, a pocos metros. El mar está quieto, no hay viento, el cielo es azul. Durante la noche, hartas, las rocas levantan los pies del fondo y van a la carga.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
No sabés si la imagen del espejo está tapando lo que vendrá, lo que te espera, o lo que fue, lo que se escapa. A sus espaldas el misterio es tan grande como a tus espaldas. El ojo que todo lo ve está de vacaciones desde un segundo después del big bang. Cuando vuelva, este espejo se habrá dado vuelta para mostrarse a sí mismo.
La solución es una cámara digital.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
El vehículo tendrá una capacidad de diez personas distribuidas de manera triangular, en hileras de uno, dos, tres y cuatro asientos respectivamente.
Los pasajeros disfrutarán de una alimentación equilibrada, vendas para los ojos y alquitrán.
Será siempre de día.
El personal de a bordo se tenderá en el piso, debidamente acolchado, y observará a través de tres agujeros practicados en el techo de la cabina de pasajeros.
El motor será reverenciado por todos.
La pantalla principal estará permanentemente a oscuras, salvo en el centro, que mostrará un diseño giratorio apenas visible.
En el exterior, la población recibirá lentejuelas y seguirá su rutina habitual.
Los domingos habrá descanso.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Las marcas del piso indicaban que en esa casa era usual que se jugara al ajedrez.
—Se nos ha hecho tarde, señores —dijo McIntyre, delatando así su afición por la orfebrería.
Con un solo vistazo al armario, el detective supo que allí estaban las cartas. Pero ahora ya no era necesario leerlas.
El enamorado, el ciclista y el carpintero eran todos la misma persona.
Las dimensiones del calabozo eran exactamente las necesarias para que el criminal apresado entendiera cuál había sido su error.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
De una habitación a la siguiente cambian el olor, la luz, el ruido. La temperatura, en cambio, es constante. Todo está mojado. El movimiento del aire es como el temblor que se extiende por una población de lobos marinos.
Hay quienes están en silencio. Hay quienes fuman. Los que caminamos hacemos esfuerzos para no arrastrar los pies. El progreso es lento porque nadie le dice a la multitud en qué dirección conviene ir. No te veo entre la gente, y tampoco entre los otros. Detrás de mí, alguien viene tarareando una canción que se me había ido de la memoria.
Allá adelante está más oscuro.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).