Construye tu propia vaca

[8/4/2002]

The Ultimate Build Your Own Cow Page.

[8/4/2012]

Lo dicho. Sigue ahí, y no parece que nadie lo haya superado en estos diez años. Y no es que hayan faltado intentos.

Dibujar en el paisaje

[8/4/2002]

The Brighton Elephant” es una obra de arte, un dibujo virtual, hecho mediante un recorrido por las calles de Brighton con ayuda del GPS (Global Positioning System). En la página hay distintos modos de verlo: lo mejor está bien abajo, con el elefante dibujado sobre las calles.

El artículo donde encontré esta obra (y otras) es Drawing (and Doodling) With Countryside as Canvas, por Matthew Mirapaul, en el New York Times: “In small but growing numbers, digital artists are making the Global Positioning System their brush or pencil. Like traditional artists, each employs this technology for vastly individual creations.”

[8/4/2012]

Buscar “GPS Drawing” en Google es una aventura que puede ocupar los próximos días de cualquier persona. No estoy seguro de recomendarlo.

Pero, por ejemplo, es imposible no ir a ver esto de 2008: World’s biggest drawing created with the help of GPS and DHL (Engadget).

Jorge Varlotta, adicto al software

[8/4/2002]

Hace unos días escribí que uno “habitualmente tiene más a mano lo que más usa. Cosa especialmente difícil de hacer en una computadora, donde nada está diseñado para que uno pueda, naturalmente, sin pensarlo, dejar más a mano lo que más usa”.

Jorge Varlotta respondió por email:

Es cierto, pero rápidamente uno va fabricando los medios para dejar a mano lo que más usa. Barras de herramientas, por ejemplo. Después de un tiempo se ve en una barra de herramientas un exceso de botones, porque hemos dejado de usar las cosas que más usábamos; se agregan botones nuevos sin borrar los anteriores.

A lo que respondí:

Pero las barras de herramientas requieren un laburo especial, y no es tan fácil armarlas. Yo, por ejemplo, no lo hago. Armo carpetas pensando en cómo voy a archivar el material, y luego lo archivo así, pero nada reemplaza los papelitos de 10 x 10 que uso para anotar teléfonos o cosas pendientes. Estoy pensando más bien en una interfase ideal para computadora, en la que se combinen las ventajas de los papelitos y lo digital.

A lo que Jorge Varlotta respondió:

> Pero las barras de herramientas requieren un laburo especial…

No en Windows 95 o 98. En el Windows Explorer, marcás un folder cualquiera con el mouse y lo arrastrás hacia cualquier extremo de la pantalla, como para sacarlo afuera del monitor, y lo soltás. Se arma una barra automáticamente con todos los programas del folder. También hay barras muy buenas, como PowerBar (www.plemsoft.com) y ToolBar (www.gregorybraun.com); esta última permite arrastrar botones desde el escritorio y ya está (la otra también, pero no desde el escritorio, a menos que dejes el botón en el escritorio).

> pero nada reemplaza los papelitos de 10 x 10 que uso para anotar teléfonos o cosas pendientes.

¿Cómo que no? Hay varios programas para eso. El que uso es ATnotes (www.atnotes.com.ar/).

> Estoy pensando más bien en una interfase ideal para computadora, en la que se combinen las ventajas de los papelitos y lo digital.

El programa Stick pega notas y te permite además almacenar cantidad de botones en tabs. Tiene algunas manías pero lo pude domesticar. (www.iwondercompany.com)

Tal vez no sepas que soy una especie de adicto al software. Estuve meses, quizás años, bajando programas y probándolos maniáticamente. Estuve haciendo una limpieza últimamente, pero todavía me quedan unos mil.

Hay algunas maravillas. El principal no es tan pequeño; se llama Automate y es el alma de mi máquina. Me permite lanzar los programas del inicio ordenadamente y, entre otras cosas más, lanzar todos los programas para ponerme on line (ZoneAlarm, y una gráfica del tráfico, y unos programitas míos en Visual Basic que calculan el gasto de teléfono y server, más un discador, que disca automáticamente, más Eudora -y cuando se conecta, automáticamente chequea todas mis direcciones y veinte segundos después envía los mensajes en cola, y cierra todos los programas menos Eudora al cortar la conexión). Todo eso con un clic. Es un programa básico…

Claro que no se debe instalar ningún programa sin usar un uninstaller (por ejemplo, Ashampoo, www.ashampoo.com), de modo de poder ver todos los cambios que la instalación produce en el disco y en el Registro, y al desinstalarlo usar el mismo uninstaller para que saque TODO lo que puso la instalación).

[8/4/2012]

Es así nomás: Jorge se pasaba muchas horas, muchos días, escribiendo programas en Basic y navegando por la Web. Como se ve, era un experto. Durante esos años de los que habla vivía en Montevideo, y yo lo veía muy poco. Habíamos pasado un tiempo casi sin contacto, hasta que lo recuperamos por mail y nos pusimos otra vez al día.

Como también se ve, algunas cosas cambiaron con el tiempo. ¿Windows 95 y 98? Sin embargo, mucho de lo que Jorge nombraba sigue existiendo. Las excepciones están tachadas.

Así como Jorge usaba Eudora, yo usaba Outlook. De manera que los mails de esa época están en archivos básicamente inaccesibles quemados en CDs. Tras un tiempito de Thunderbird, dos años después iba a aparecer Gmail, y adiós para siempre a los clientes de mail locales.

Nunca me enganché con las barras de herramientas.

Texto condicionado de Andrea Zablotsky

[8/4/2002]


Andrea Zablotsky también se dejó picar por la propuesta de escribir textos usando sólo palabras con una misma inicial (que empezó aquí.). Escribe:

Mi mamá me mima

Mi mamá, Marta Molina, mata mosquitos mareándolos, mediante movimientos manuales. Mientras maneja, mientras mastica, mientras medita, mientras mira museos, mata muchos mosquitos.

Mientras más mosquitos mata, más miedo me merece.

Mi mamá me marcó mucho, matando mosquitos. Moraleja: mi mamá, mosquitera, me mortifica.

Menos mortífero, mi marido Marcos Martinez maneja micros mientras murmura mensajes maliciosos mirando “minones”, mujeres modelos, muy monas, meneando mínimas minifaldas, mostrando muslos. Modernas modelos mediáticas, mundanas. ¡Miércoles, Marcos: menos mirar! ¡Murmure menos y mímeme más!

[8/4/2012]

Días antes había posteado un texto de Luisa Axpe, todo con A.

Tal vez tenga que ir explicando que por esa época Blogger no tenía un sistema de comentarios. No había otro remedio que continuar los temas en otros posts, días más tarde, tras idas y vueltas por email. Esto también explica que a pesar de los amigos con quienes hablábamos bastante del blog, y del comienzo de vida social que estaba experimentando con otros bloggers, casi no hay posts con comentarios. Y cuando hay comentarios, son posteriores, de cuando mudé el blog a otro sistema.

La escuela y los hijos

[6/4/2002]

“Mucha de esa gente siguió y sigue hoy defendiendo la escuela pública, pero una cosa son los principios y otra cosa muy distinta, los hijos. Los hijos cambiaron todo. A la hora de incribirlos en una escuela, no lo hicieron en la municipal de a la vuelta, sino en la bilingüe doble turno que les aseguraba, además, buen manejo de computación y, por qué no, un área creativa intensa.” (Sandra Russo en Página/12)

[6/4/2012]

Una distinción interesante, esa entre los principios y los hijos. Para mí el tema era sensible, porque un mes antes mi hijo había empezado la primaria… en una escuela privada.

Avioncitos de papel

[6/4/2002]

“Por un momento pense que no volaria. Al lanzarlo me di cuenta de lo equivocado que estaba. Increible ese vuelo…”, escribe Lucas sobre el tubo. Federico responde: “A mi me pasó lo mismo!! Mientras lo armaba me reia pensando que no iba a funcionar, pero voló tanto que se me fue por el balcón y encima siguió volando bien afuera, hasta que chocó contra una pared. Ninguno de los que armé después voló tan bien como ese!”

Es parte del Foro de www.avioncitosdepapel.com, un sitio que por suerte me señaló uno de sus autores, Lucas Worcel (el link lleva a su weblog). Ahí abundan los modelos de avioncitos, entre ellos el extraño tubo: suficientes para días de experimentación. Hay consejos para hacerlos volar (“Problema: el avión sube, se frena de golpe, y cae de punta. Solución: ajustale los alerones de las alas hacia abajo”). Hay versiones para imprimir (“De cada modelo también podés bajar e imprimir un archivo Acrobat PDF, con las instrucciones para armar el avioncito y ¡una segunda página con todas las líneas marcadas, lista para doblar e ilustrada con divertidos motivos!”). Y hay dibujos, muchos dibujos de avioncitos y del proceso de construcción y del proceso de hacerlos volar.

Además, todo es amistoso y fácil de recorrer. Entre tanto Flash porque sí, tanto diseño que se mira el ombligo, tanta tipografía roja sobre rojo o gris sobre gris, este sitio es… bueno, un modelo.

[6/4/2012]

Diez años más tarde, el sitio sigue andando y sigue tan lindo como entonces.

Algunos links rotos se deben a que en el medio cambiaron el software del foro. (El foro sigue existiendo, pero parece que en los últimos tiempos solo hay spam.)

Las versiones para imprimir están: nuevo link.

Juan Falú en Página/12

[6/4/2002]

Dice Juan Falú en Página/12: “En este momento, la canción podría ser uno de los indicadores de la crisis argentina. Uno puede ver cómo hubo un período musical de enorme fecundidad y cómo fue descendiendo poco a poco. Hoy la canción es el reflejo de una devaluación ética, está demasiado pendiente de la moda y el mercado como únicos referentes.” Y también: “Nuestras melodías son más bien lentas, apuestan a la profundidad, no contienen artificios ni elementos ligados a la velocidad, que son los que fascinan hoy.” En la nota está acompañado por Liliana Herrero; siguen presentando su disco con canciones de Leguizamón y Castilla.

[6/4/2012]

Siempre al día Juan Falú. De todos modos, es posible que YouTube y otros espacios virtuales hayan logrado mayor diversidad. A una ampliación descomunal de la pavada se le contraponen algunas canciones “lentas” y “profundas”. Y tengo que decir que hay pavadas divertidas.

¡Volví a encontrar la nota en Página/12!

Unos días antes posteé una reseña de una presentación de Juan Falú.

Cada vez usamos más papel

[5/4/2002]

Cada vez usamos más papel, a pesar de las predicciones en contrario que llegaron con la difusión de las computadoras. Hay buenas razones para que sea así, y si existe un artículo que sabe explicarlo es este del New Yorker:The social life of paper“, por Malcolm Gladwell (descubierto via Evhead).

Al leerlo, vale la pena tomar en cuenta otro factor, además de los que considera Gladwell: la ley de Zipf. En términos simples, dice que la frecuencia de algo es función del inverso de su número de orden (es decir, el número de orden de ese algo en la secuencia de los “algos” más frecuentes). La ley de Zipf se aplica a los papeles, los archivos de computadora, las palabras, lo que sea; y significa más o menos que casi todo el tiempo estamos usando muy poquitas cosas. Eso (además de todo lo que Gladwell sí toma en cuenta) ayuda a explicar cuán útil es para el dueño de un escritorio el “desorden” que lo caracteriza: habitualmente tiene más a mano lo que más usa. Cosa especialmente difícil de hacer en una computadora, donde nada está diseñado para que uno pueda, naturalmente, sin pensarlo, dejar más a mano lo que más usa.

(No inventé lo anterior: la parte correspondiente al escritorio y el papel está desarrollada en un artículo que traduje hace muchos años, cuando trabajaba en la revista Juegos, antes de que las computadoras llegaran a todas partes. No recuerdo el nombre del autor, aunque sí que expresaba la ley de Zipf de un modo muy convincente: el ochenta por ciento del tiempo usamos el veinte por ciento de las cosas; el otro ochenta por ciento de las cosas sólo nos sirve el restante veinte por ciento del tiempo. Ojalá tuviera el artículo a mano. Espero volver sobre el tema cuando lo encuentre.)

[5/4/2012]

Et tu, New Yorker? Nuevo link.

Tengo la impresión de que ahora sí, estamos usando menos papel. No la burocracia estatal, ahí no hay caso. Pero los diarios se vienen mudando, las enciclopedias desaparecieron, los libros están muchas veces dentro de Kindles y afines, los celulares se convirtieron en agendas, y así. El origami, por suerte, sobrevive. El desorden de mi escritorio, no por suerte, también. (No encuentro estadísticas para respaldar esta sensación, ni para refutarla.)

Gladwell cuenta que los controladores aéreos usaban en su trabajo montones de papelitos con notas garabateadas. ¿Seguirá siendo así?

En una parte maravillosa del artículo dice que una razón para seguir usando papel era el carácter colaborativo de los informes (del Fondo Monetario Internacional, pero aplicable a muchas otras cosas). Claro, no había herramientas como Google Docs y demás, para compartir documentos online. No sé si el FMI habrá cambiado, pero el mundo sí.

Más en general: con el siglo XXI ya bien entrado en carnes, es evidente cuánto cambió todo desde el año 2000, ¿no? Y no solo en tecnología.

¿Me compra un café con leche?

[5/4/2002]

—¿Me compra un café con leche?

Así es el discurso de un hombre de unos treinta años que se pone en cuclillas a metros de la esquina de Juramento y Ciudad de la Paz. Lo empecé a ver hace más de un año, cuando nos mudamos a Belgrano. No importa la hora: a la mañana, al mediodía, a la tarde o a la noche, en verano, en invierno, a veces sí, a veces no, mira al que pasa y le pregunta:

—¿Me compra un café con leche?

Nunca entendí por qué un café con leche, y no una coca, un sandwich, una moneda. Hasta hoy.

Sé que lo que voy a contar ahora es difícil de creer. Es más, no lo va a creer nadie. “Demasiada coincidencia”, pueden decir. “Este se lo inventó.” Pero lo cuento igual, porque es verdad.

Hoy, a las tres y media de la tarde, pasé frente al hombre en cuclillas. No me miró. Tenía en la mano izquierda un vaso de plástico grande, lleno del líquido de sus deseos. Y, mientras yo pasaba, metió la mano derecha en el bolsillo de la campera, sacó una galletita y la mojó en el café con leche.

[5/4/2012]

Era verdad, insisto. Me acuerdo. El hombre se convirtió en lustrabotas. Se tiñó el pelo. Siguió en esa esquina muchos años. Creo que todavía anda por ahí, pero no estoy seguro de cuándo lo vi por última vez.

1966

[4/4/2002]

Hace unos días mi hijo de seis años me regaló esta moneda. Desde entonces la llevo en el bolsillo.

A él se la dieron mis viejos. Veinticinco pesos de 1966.

Ese año cumplí los doce. Mientras el frío empañaba las ventanas, mi madre hacía alfajores de maicena para festejar. También terminé la escuela primaria. Era el abanderado y solía desmayarme en los actos, sobre todo la vez que fue Borges a mi escuela, a dar una conferencia interminable sobre no sé qué. Al final de las clases desfilamos por el centro de Ramos Mejía (el link lleva al libro de mi padre sobre la historia de la ciudad).

Onganía empezó su dictadura. Ariel Delgado nos daba las noticias desde Radio Colonia, a bajo volumen.

Los Beatles grabaron Rubber Soul y Revolver. Estábamos acostumbrados a que cada pocas semanas una nueva canción de ellos nos volara la cabeza. A mi viejo le gustaba “Michelle”, por esas palabras en francés que él podía entender. A mí, “Madera noruega”, que no entendía en absoluto pero era tan linda y tenía sitar. Tardé bastante en llegar a Revolver: varios años en que se fue iluminando de a poco lo que los Beatles habían logrado hacer.

Mi perra, a raíz de un agujero en la cerca que la separaba del perro vecino, tuvo seis cachorritos. En una foto aparezco con cuatro de ellos en brazos. Los vi nacer, no me olvido más, metido en la cucha con la madre y su cría. Dos de los cachorritos murieron pronto, y la madre no mucho después. Una hembra se convirtió en la Negrita, mi nueva y duradera perra hasta 1980.

Philip K. Dick publicó The Crack in Space, Now Wait for Last Year y The Unteleported Man; pero yo no tenía idea. Leía los libros de la Colección Nebulae, los que vinieran, y casi no sabía inglés. Por su lado, Cortázar sacó Todos los fuegos el fuego, que al año siguiente me prestaría mi profesora de castellano.

Estaban haciendo Viaje a las estrellas, la serie original, pero todavía no la daban en la Argentina. En tanto, había naves espaciales que orbitaban la Luna, sin televisión en directo. Lo que sí veía en la pantalla en blanco y negro era El capitán Piluso, cada tarde. Me divertía mucho.

Empezaron a fabricar el Torino, que no se podía creer cuando pasaba por la calle. Y también se fabricó el Chevrolet 400 blanco que mi padre compraría unos años después, y con el que iba a aprender a manejar.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Y todo esto fue hace tan poco tiempo.

[4/4/2012]

Ah, qué cosa los links…

Pasaron otros diez años, pero es más que ese transcurso. No entiendo bien por qué, pero ahora no me parece que 1966 fue hace poco tiempo. Todo lo contrario. Me parece que pasaron siglos.

No encuentro la foto con los cuatro cachorritos, aunque sé que existía. Acá estoy con dos: