(Es muy importante leer esto rítmicamente, en riguroso compás de 6 x 8, marcando con los pies o una mano o la cabeza, dejándose llevar, simplemente permitiendo que se acumule.)
El cable de acero no tiene cuidado en el sueño del mar. Y la miel en el Norte se pone violeta, no cubre las nubes, descansa en el único pez del lugar. Una tarde de enero hubo un poco de paz pero Celia se fue tan temprano que el turno del viejo cambió de repente y temblaron las rocas, despacio y seguras y siempre tan plenas. Después se cansó la tormenta. Después se cubrieron las lunas igual que el desierto. Después hubo rondas de miedo y canciones de ranas y nadie sembró muchas dudas. Vestirse de azul, prevenirse de ayer, inclinarse de a poco en la piedra más triste debajo del mapa ilegible. Te cuento que hay más cucarachas, más flores enormes, arañas con patas quebradas. Hay más ilusiones y menos promesas y más pararrayos y menos caminos. Jugaba con algo pequeño, con algo con forma de dado. La luz me engañaba. Cincuenta palmeras crecieron de golpe a la entrada del club de sombreros extraños. Dejábamos todo por una moneda de bronce empañada y marchita.
(Pausa para respirar…)